Published on February 18th, 2014 | by Mariano Cruz
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El gran escritor inglés de libros de viajes Bruce Chatwin acarició toda su vida el proyecto de escribir un libro sobre los nómadas. Su temprana muerte truncó este plan, quedando tan sólo para los lectores el conjunto de citas y notas sueltas que incluyó como un capítulo más de su libro Las líneas de la canción. Chatwin pretendía con sus investigaciones demostrar una tesis simple pero provocadora: la poesía es un invento de los nómadas. Buceando en la obra Rimbaud y en la etnografía descubrió que el verso medido tiene mucho que ver con la medición del territorio; que los primeros mapas y rutas no fueron sino versos memorizados para no perderse en el espacio. La poesía es un trayecto y, a la vez, un mapa.
El último libro de poesía de Sara Herrera Peralta (Jerez de la Frontera, 1980), Quien mire hacia abajo, pierde, es precisamente eso, un trayecto, un recorrido a bordo de los trenes que atraviesan la capital parisina. Su libro está poblado por esa multitud de seres humanos que diariamente se desplaza desde el extrarradio en un viaje de ida y vuelta hacia las fábricas y almacenes de las afueras o las oficinas y comercios del centro urbano. Son ellos los que se mueven por necesidad, pero desearían estarse quietos, los verdaderos nómadas, por tanto. Este libro reflexiona sobre nuestra existencia y contiene cierta sabiduría y cierta altura de pensamiento. Contiene también una cierta voz, que ya ha sido justamente ponderada por la crítica, pero no por obvio vamos a dejar de repetirlo: Sara Herrera Peralta es una de las voces imprescindibles de su generación. En su poesía brilla la sinceridad y una música profunda y medida. Una cierta melancolía y amargura, una cierta falta de esperanza: ¿Qué grito de esperanza/es capaz de soportar/el dolor de la pérdida? Una lírica de las turbias aguas de la condición contemporánea. Las estaciones y los trenes que escalan este poemario están repletas de lenguas arrinconadas, de niños con un destino escrito desde la cuna a la tumba, solitarios a los que los tibios vagones ofrecen lo más parecido a un hogar que pueden tener. Estamos ante un trayecto con destino desconocido o tal vez indiferente: Melun no es una ciudad/ni es un pueblo./El destino nadie lo conoce. Un paisaje monótono visto a través del cristal cuya historia es conocida y poco envidiable.
A pesar de su juventud, Sara Herrera Peralta tiene ya una larga trayectoria poética con ocho libros publicados. También ha sido incluída en otras tantas antologías y ha ganado varios premios de poesía. Las formas que contiene Quien mire hacia abajo, pierde han sido ensayadas por la autora en libros anteriores, como Ida y vuelta, pero aquí su lírica se hace más íntima y su palabra más exacta. Combina momentos sentenciosos con pasajes descriptivos, nivelados por una música más elaborada y a la vez más sobria. El protagonismo lo adquieren definitivamente los más desfavorecidos, toda la escala de trabajadores inmigrantes de la europa rica, esa legión de extraños en tierra extraña con la que llega a identificarse el yo poético: a todos nos consideran extranjeros/ extraños, ajenos, intrusos. Es un libro que no olvida a los olvidados y que nos presenta sus vidas anodinas como una experiencia directa. Un libro que adopta sus lenguas como un abrazo en la derrota.
A pesar del escepticismo, de la previsible falta de salidas, existe un tono luminoso en este poemario. Una melodía que celebra el hecho de estar vivo a pesar de las aristas amargas de la existencia. Los trenes deQuien mire hacia abajo, pierde parten y regresan cargados con el aburriemiento de sus pasajeros, pero también con sus sueños y deseos, con la mirada de los niños en la que parece anidar el único atisbo de redención. Este poemario es de los otros, los que atesoran la infinita paciencia de los perdedores, por decirlo parafraseando uno de sus versos. Y esa es una de sus grandes virtudes, una mirada cosmopolita a lo que está más allá de uno mismo, tanto en el espacio como en la conciencia. Una lección anti-ego, un baño de humildad y humanidad. La poesía como esa línea de la canción destinada a fijar en la retina lo que el poeta ha visto a lo largo del camino.
Sara Herrera Peralta, Quien mire hacia abajo, pierde, Baile del sol, Tenerife, 2013, 52 páginas, 10 €
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