por sfqu
Chris Abani sufrió persecución política por la publicación de su primera novela, con dieciséis años, “Masters of the Board” (1985), un thriller cuya trama sobre un golpe militar frustrado en Nigeria fue tan convincente que desencadenó la paranoia en la dictadura política de su país. Su creatividad junto con su activismo universitario le llevaron a varias condenas de prisión, a veces en régimen de aislamiento. Abani volcó su experiencia en poemas que Harold Pinter calificó como “la más desnuda, desgarradora expresión imaginable de la vida en prisión y de la tortura política”. Después se expatrió a Europa y América, donde reside en la actualidad, es profesor en la Universidad de California, sin perder nunca de vista sus raíces, su Nigeria natal.
Chris Abani rezuma humanidad. En sus libros, en sus charlas, podréis ver a un Abani que ha tenido una vida dura, sufrió la guerra de Biafra de niño, luchó contra el gobierno de joven, le torturaron y estuvo hasta tres veces en el corredor de la muerte. Su voz se quiebra a menudo cuando recuerda momentos tremendos de su biografía (no solo sobre si mismo), utiliza el humor como vía para tratar de hacer lo contado más llevadero, y siempre se muestra razonablemente optimista (sin ser sentimental), de esa manera en la que únicamente las personas que han vivido los más profundos pozos de la desesperación, la sinrazón y el dolor lo saben ser.
Su novela “Graceland” nos ofrece un retrato de la ciudad de Lagos caótica, sucia, maloliente, y a la vez hermosa. Al igual que la historia de Elvis, un joven con el nombre del cantante norteamericano, que se dedica a imitarle como forma de ganarse la vida, mientras sueña en convertirse en bailarín. Vive con su padre en un barrio pantanoso, un gueto llamado Maroko donde se enfangan calles y personas, donde un padre de diez hijos corre huyendo de la policía con la ropa robada para acabar inmolándose delante de todos o donde uno acaba por darse cuenta “de que solo es un pequeño grupo de gente el que está echando a perder nuestro país. La mayoría de la gente lo que quiere es trabajar duro, ganarse la vida y entretenerse un poco. Pero parece que hagan lo que hagan, siguen siendo pobres.” (pág. 318). Es también la narración de la relación entre un padre y un hijo y de lo difícil que es ser hijo a veces y de lo que se puede llegar a hacer por defender un honor. Es el relato de un país que ha dejado atrás el pasado colonial y está sumido en una violenta dictadura. Es el relato de unos hechos que confirman como dice Innocent, el niño soldado, “hacía ya tiempo que había perdido cualquier creencia en la bondad innata de la causa rebelde y la maldad del enemigo. Antes le guiaba un profundo idealismo. Ahora solo quería sobrevivir.” (pág.242) Y es la historia también de un mundo que parece haberse perdido, de una deslumbrante cultura igbo sumergiéndose en otra cultura ajena, la americana.
Este libro es duro y contiene un gran número de estercoleros: violencia, incesto, violación, asesinato, pobreza extrema, tráfico de órganos, drogas, prostitución, niños y niñas (de la calle-soldados-prostituidos-violados)… Parecería que una novela con tal cantidad de horrores en su interior debería hacerse intragable, pero Chris Abani es un gran narrador y la historia se convierte en algo imposible de abandonar, una página te arrastra a la otra, aunque no es fácil leerla de un tirón. Aunque seca, dice Abani que lo más bello del ser humano surge cuando se muestra su lado más feo, y demoledora, contiene dosis de optimismo. He leído en algún lugar que la acumulación de horrores de esta novela logra a la larga que el lector se insensibilice. En mi opinión, ocurre todo lo contrario.
Según sus propias palabras, “Lo que escribo es difícil para el lector y para mí, no sólo para el lector. En mis libros quito el orden moral para que el lector se vea involucrado y comience a hacerse preguntas personales e íntimas. El efecto que busco con mi narrativa es que las cosas sucedan en tiempo presente frente a los ojos de quien la lee. No juzgo a mis personajes, ese es un asunto del lector, lo cual resulta bastante incómodo para él porque muchas veces se verá simpatizando con un personaje que en teoría resulta malo…”
“He sido humano seis días, pero solo a veces”, dice en la charla de TED que he compartido con vosotros/as. Abani intenta transmitirnos que nadie va a venir y salvarnos de la locura y del mal, nadie tiene la receta mágica para entender porqué ocurren las cosas que ocurren. Coincido con Abani cuando pone en boca de su protagonista esta frase “Nada se resuelve nunca… Solo cambia“ (pág.363). Ninguno de nosotros sabemos muy bien de qué hablamos cuando hablamos de nosotros mismos, solamente nos aproximamos, como niños intentando descifrar el misterio que se encuentra debajo de la superficie, más difícil aún saber de qué hablamos cuando lo hacemos sobre “el otro”. Buscar la humanidad en los otros, cuando deberíamos de intentar empezar por nosotros mismos. Es difícil sí, pero sería más honesto afirmar que lo intentamos, quizás seis días, quizás mucho menos, y ni siquiera todo el tiempo.
“Graceland” es la única obra de Chris Abani traducida al castellano gracias al empeño de la Editorial Baile del Sol (la traductora del libro, Alicia Moreno, ha recibido muchos elogios también). Esta vez la cita del final va a ser un poco más larga, pero creo que comprenderéis porqué.
“Tocó la brillante cubierta de pasta blanda: Al encuentro del hombre negro, de James Baldwin. Lo abrió por la página doblada que señalaba por dónde iba y empezó a leer. Jesse acababa de llegar a la escena del linchamiento con su padre. Mientras leía, Elvis empezó a ver muchos paralelismos entre él y la descripción de un negro muriendo lentamente devorado por las llamas. Las manos del hombre usando las cadenas que lo ataban como contrapeso para levantarse y acabar con la tortura. Se encogió en la parte en que el hombre blanco sin nombre de la historia le cortaba los genitales al negro linchado. Cerró el libro y se imaginó qué clase de cicatriz dejaría eso. Sería una cosa viva que levantaría los brazos al cielo en una súplica, descendiendo para enraizarse en el chakra inferior, nuestra naturaleza más básica. Hasta que el hombre muerto se convirtiera en el cielo, el árbol, la tierra y la inconmensurable tristeza de todo ello. Conocía esa cicatriz, ese dolor, esa vergüenza, esa degradación que ninguna metáfora podía contener, grabándola en su cuerpo. Y aún más, él era esa cicatriz, tallada por el odio, la pequeñez y el miedo en el rostro del mundo. Él y todos los que eran como él, hasta que la tierra ardiera con hombres negros marcados muriendo en árboles de fuego” (pág. 362)
Ficha:
- Título original: Graceland (2004)
- Idioma: Original: Inglés
- Traducción al castellano: Baile del sol (2013)
- Traductora: Alicia Moreno Delgado
- Nº páginas: 364
- Premios del libro: Hemingway/PEN Prize, entre otros
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