Jorge Riechmann.- Yo diría que es el siglo de la
Gran Prueba, con mayúsculas (y eso que soy de las personas que abogan por un
uso muy morigerado de las mayúsculas…). Bastaría con evocar aquellas dos
grandes dimensiones de la crisis ecológico-social que son el calentamiento
climático y la crisis energética de nuestras sociedades petrodependientes… Vamos
hacia un genocidio (un ecocidio que irá de consuno con un genocidio). Nuestra
situación es análoga a la de Alemania en 1933, 1934, 1935… pero la catástrofe
que viene es todavía peor. ¿Era posible entonces evitar la Shoah? ¿Es posible
hoy, aún, evitar el ecocidio más genocidio hacia el que avanzamos a toda
velocidad? No lo sabemos, pero nada más importante que intentarlo…
BdS.- ¿Es tiempo de reflexión o de acción?,
¿cómo se combinan?
JR.-
Parafraseando al clásico, diríamos que acción sin reflexión es ciega, pero que
la reflexión sin acción es pura filfa. He de decir que en los últimos tiempos
la relación entre palabra y acción se me ha vuelto especialmente problemática. Estoy saturado -y asqueado- de
discursos críticos completamente desconectados de las prácticas y las formas de
existencia, y por desgracia lo vivo demasiado de cerca, en la universidad donde
trabajo. Como colectivo, los universitarios estamos absoluta y lamentablemente
por debajo de los requerimientos de este Siglo de la Gran Prueba que es el
nuestro.
Un conocido experimento
filosófico imaginario apela a la situación de un cerebro dentro de una cubeta
(mantenido vivo y conectado a un simulador de realidad virtual). Me va
pareciendo que la gran mayoría de los profesores universitarios españoles son,
esencialmente, cerebros dentro de sus cubetas. Se imaginan que practican el
pensamiento crítico, se imaginan que son de izquierdas, se imaginan que
contribuyen a crear una sociedad mejor, se imaginan que sus elucubraciones
tienen algún efecto en el mundo real, se imaginan que viven en el mundo real.
Ah, esos cerebros confortablemente instalados en sus amnióticas cubetas…
BdS.- Poesía, filosofía, transgresión,
ecología… ¿para qué?
JR.-
“La ciencia como conocimiento transforma sólo al sujeto”, señalaba Manuel
Sacristán; pero a través suyo, “indirectamente, puede transformar al mundo”. Lo
mismo podríamos decir de la práctica de la poesía. Puede transformar al sujeto
y de forma indirecta, a través de esos cambios, contribuir a transformar el
mundo.
BdS.- Además del análisis o la propuesta,
encontramos en el libro textos con cierta ironía, que provocan una media
sonrisa…
JR.-
Cerca del final del libro, en la página 159, podemos leer: ¿Cómo permanecer más
o menos cuerdo en un entorno económico-político y sociocultural que es, no ya
la irresponsabilidad organizada, sino la demencia santificada? Creo que hay dos
claves. La primera es no agriarse el humor: no dejar de reír, seguir siendo
capaces de sonreír y reír. La segunda es ser capaz de seguir luchando desde
posiciones minoritarias. ¿Que estoy en una minoría del uno por ciento? Bien: ¿y
qué? ¡Bienvenidos al combate...!
BdS.- También hay muchas referencias a
pensadores clásicos y más recientes. ¿Llegan hoy al gran público esas
reflexiones?, ¿sería importante que se escuchasen sus voces en momentos de
desconcierto como los actuales?
JR.-
Esta mañana recordaba a mis alumnos, en la asignatura de filosofía política que
imparto en Cantoblanco, una carta de Nicolás Maquiavelo que dice: “Llegada la tarde, vuelvo a casa
y entro en mi escritorio. En el umbral me despojo de la ropa de cada día, llena
de fango y porquería, y me pongo paños reales y curiales. Vestido decentemente
entro en las antiguas cortes de los antiguos hombres, donde --recibido por
ellos amistosamente-- me alimento con aquella comida que es verdaderamente sólo
mía y para la cual nací. No me avergüenzo de hablar con ellos y de preguntarles
la razón de sus acciones, y ellos por su humanidad me responden; durante cuatro
horas no siento pesar alguno, me olvido de todo afán, no temo la pobreza, no me
acobarda la muerte; todo me transfiero en ellos.” Bueno, este diálogo con los
muertos vivos, y también la conversación con nuestros contemporáneos, sigue
siendo uno de los asuntos más serios que uno pueda emprender. La vida del
pensamiento, y la de la literatura, se cifra sobre todo en estos diálogos.
BdS.- ¿Quién debería leer El siglo de la Gran Prueba y por qué?
Durante decenios, la sociedad iba siendo anestesiada a
base de consumo e ideología capitalista. En dosis crecientes. Ahora están
retirando la anestesia mientras la vivisección continúa --¡pero el cuerpo
social sigue sin moverse! Se remueve un poco, abre los ojos y lanza una mirada
de dolor y desamparo, vuelve a sumirse en la narcosis… Ojalá que esas páginas
que ha lanzado Baile del Sol puedan ayudar un poco a despertar. Y convencer a
quien despierte de que, para ese vivir difícil que nos espera en el siglo de la
Gran Prueba, la poesía, el pensamiento y las artes pueden ofrecer recursos de
gran interés.
Gracias Jorge, por abrirnos este pequeño portillo de luces para que entre un poco de aire fresco en este ir "dando palos de ciego" en el que se está transformando la lucha puntual contra la estafa.
ResponderEliminarY, por supuesto, benditas la risa y la sonrisa en estos tiempos de descalcificación del pensamiento y sentir.
Aceptemos la "gran prueba". Enhorabuena!