Luis Santana se estrena en la prosa con 'Al final ni nos despedimos'
25.01.13 - 20:28 -
Con una larga estela como poeta, Luis Santana se ha enfrentado a su primera novela con la métrica y el «territorio» de la poesía por delante. El autor vallisoletano (Medina del Campo, 1957) da el salto a la narrativa con 'Al final ni nos despedimos' (Baile del Sol Ediciones). Una novela que, a pesar de no ser muy larga (126 páginas), le ha supuesto el esfuerzo del cambio de métrica y de metraje. A pesar de ellos se declara «deudor de mi territorio natural que es la poesía. tiendo a sintetizar mucho».
Quizás por ello, 'Ni nos despedimos' es una novela a la que se podría poner varias etiquetas ('thriller', psicológica...) pero de recorrido corto. «Mis personajes se acaban pronto y me resulta difícil que hablen demasiado», reconoce. Ha necesitado cumplir las bodas de plata como autor ('Mirador', 1988) para comprender las dificultades que se derivan de un cambio de estilo. «Cuando te pones a escribir, te das cuenta de lo complejo que es llenar una hoja con contenido... pero también de lo difícil que es llenar una página sin decir nada».
Eso terror un poco cerval al barroquismo, a esos 'best seller' ante los que no disimula su rechazo (las cosas que escriben los «Ken Follet de turno»), le ha llevado como lector a la convicción de que «a la mayoría de las novelas, incluso a las de grandes autores, les sobran la mitad de las páginas».
No es el caso de 'Ni nos despedimos', en la que cualquier lector que conozca un poco en profundidad el paisaje y el paisanaje de Valladolid se sentirá en casa. Desfilan por sus breves pero agitadas páginas perfiles geográficos (los bares 'La Ferroviaria' o 'El largo adiós') y humanos a los que Santana niega la categoría de ajuste de cuentas o guiños cómplices, algo que «tiene sentido cuando el que lo hace es reconocible, que no me parece que sea mi caso», justifica. Una de las ventajas de transitar por nuevos territorios es que «uno no se siente vinculado ni deudor de nadie», mientras que en poesía si tiene «dos o tres nombres fundamentales». Pero en la conversación se cuela algún maestro de la narrativa del que dejarse guiar como su tocayo Landero. Para Santana, el autor extremeño es dueño de «un castellano cuasi perfecto».
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