Daniel Ortiz Peñate (Gran Canaria, 1975) es editor de Ediciones Escalera, un sello editorial que lleva ya varios años rescatando pequeñas joyas, entre otras, de la generación beat (imprescindible, por ejemplo, la edición de Tristessa, de Kerouac). Esta admiración por aquel mítico grupo de escritores al margen de los convencionalismos, inconformistas que convirtieron el viaje, como expresión máxima de la búsqueda, en todo un género literario, se refleja, como no podía ser de otra forma, en esta su tercera novela,Hola Fondo Sur. Concebida como la crónica de un viaje, en este caso en torno a Sudamérica, para acabar llegando al centro, la novela de Daniel Ortiz no se limita a ser una crónica de paisajes o anécdotas, sino que, del mismo modo que sus referentes norteamericanos, el viaje alcanza un sentido trascendental, como manera de vivir y de escribir.
Escapado de una mala experiencia amorosa y vital en Sudáfrica, Tirzo, el protagonista (traslación, como se aprecia, del propio Ortiz), se traslada al Cono Sur sin una idea muy clara, más que unos vagos referentes, de adónde quiere ir ni en realidad qué ha ido a hacer en aquel subcontinente. Un verdadero mundo que pronto descubre plagado de tipos humanos y paisajes insólitos para él. Sólo acierta a saber que está viajando en busca de algo que, como le hace notar uno de los personajes con los que se encuentra, sabrá lo que es cuando lo haya encontrado. Y así, casi en constante movimiento, expelido de un lugar a otro, va trazando una gran curva en torno a Sudamérica y en torno a sí mismo, hasta que se encuentra preparado para lanzarse hacia el centro, para adentrarse en la espesura.
Por el camino le suceden anécdotas, como no podía ser de otra forma, pero estas siempre han sido y siempre fueron lo de menos en los vagabundeos beat. Acaso, y porque estos son otros tiempos más burdos, en que se atiende más al incidente que al hecho, a la historieta que a la historia, en su recorrido Tirzo, el protagonista, se ve rozado por una difusa trama de espionaje. Pero al fin, como se ha dicho, esto carece de importancia. Lo esencial es el viaje.
Un viaje magníficamente narrado, con un estilo que pretende ser propio y único en todo momento, porque, como también descubrieron los beat, la escritura ha de ser también, y siempre, un viaje continuo, un escapar de lo cómodo, un “intentar descubrir”. A fuerza de este genuino estilo, Daniel Ortiz va, poco a poco, ganándose la atención y la complicidad del lector, que acaba viéndose concernido es ese viaje hacia alguna parte. Y ello es gracias, insisto, a la sinceridad y la verdad con que el autor se vuelca en su novela.
Así, nos identificamos con Tirzo cuando define su vagar como “un asunto iniciático para reinventar mis relaciones con el mundo, con la gente, conmigo mismo…”. El viaje en Hola Fondo Sur, igual que en los escritores beat, es una reformulación de ese ancestral mito del morir y volver a nacer, limpio por completo y congraciado con uno mismo. Descubrir entretanto que “somos inmortales, al menos por un tiempo”, o que “la gracia del sur está en llegar, no en quedarse”, o que “no tengo prisa por llegar a ningún sitio, sólo el deber de disfrutar la travesía”. Frases rotundas y auténticas que inevitablemente nos tocan dentro.
A lo largo del camino (en el que se incluyen observaciones y pensamientos de otros personajes que asisten al vagar de Tirzo) surgen dudas, como no podía ser de otra forma, sobre el sentido último de estar haciendo tantos kilómetros. “No tiene nada de heroico mi viaje, menos de legendario”. En la ruta, se abandonan varias ideas preconcebidas: “No buscaba realizarse como ser humano, había descubierto que bastaba el trayecto”. Prueba de la sinceridad del autor es que no pretende, en último caso, darle a su viaje ningún barniz literario, descubriendo incluso, a mitad de periplo, su incompatibilidad con el oficio de escritor: “Demasiada exposición a la maldad ajena, falta de creatividad para narrar algo que no me concierne o indisciplina para emprender lecturas sistemáticas; vehículos imprescindibles si quieres aprender el cómo. En suma, un pudor atroz”. Así, podría decirse que la literatura (que hay a espuertas) en este Hola Fondo Sur surge de la forma más cercana a lo espontáneo, sin imposturas de escritor viajero y engolado.
Un libro, en resumen, magnífico que recupera en gran parte esa ingenuidad y esa magia de los escritoresbeat, vagabundos que perdieron en su día la pelea contra lo práctico y el viaje organizado.
Miguel Baquero
El mundo es oblongo
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