Reseña del poemario de Alberto García-Teresa publicado por Ediciones Baile del Sol
Hay que comerse el mundo a dentelladas
es un compendio de poemas vitalista y, a la vez, duro. No cae en ese
optimismo del pesimista mal informado pero, al mismo tiempo, no es
derrotista, sino arrojado. Se compone de poemas que tocan lo grande del
ser humano desde lo pequeño, que inspiran un sentimiento positivo y
feroz al mismo tiempo, unas ganas de mirar de frente a la bestia y
apretar los dientes con decisión.
¿Cuál
es esa bestia? Nosotros mismos, la sociedad que creamos y que nos
devora, la propia humanidad, la inercia que nos arrastra. La poesía
encerrada en Hay que comerse el mundo a dentelladas tiene un
toque muy urbano. La ciudad contemporánea es el telón de fondo, el motor
y la protagonista, en cierta medida y al mismo tiempo, de los versos
que se nos presentan. Pero no se trata de un ente abstracto, sino de una
presencia cercana y ominosa. En ella vivimos, evolucionamos, a veces
nos ahogamos, y su proximidad no le resta un ápice de fuerza.
Este
libro tiene, además, un detalle que me ha impactado sobremanera: se
apercibe sincero. Uno tiene la impresión, al leerlo, de dos cosas: que
se ha escrito a pecho descubierto y que no se ha escrito por escribir,
sino apoyándose en experiencias y sentimientos viscerales. Se puede
comulgar con la rabia vital que encierra en mayor o menor medida, pero
es difícil no verla agazapada en sus páginas.
El
estilo de Alberto García-Teresa es asequible y rico al mismo tiempo.
Como si fuera la única vestimenta adecuada para el drama humano que nos
presenta, es cercana, sencilla hasta cierto punto, pero al mismo tiempo
rica, precisa, capaz de hacer soñar y vibrar al lector. Es una escritura
muy equilibrada, intensa y depurada.
El
resultado es un libro de poesía que deja poso, adecuado tanto para los
amantes de la lírica como para los que no se atreven, por lo general,
con ella. Resulta sorprendente la aparente facilidad con la que el autor
nos transporta, nos conmina a abrir los ojos y a comernos ese mundo que
nos rodea como si fuéramos lobos hambrientos. Al menos, sentiremos el
impulso de abrir la boca, aunque solo sea para gritar.
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