Goizeder Lamariano Martín/Cuéntate la vida
Autor: Marcelo Luján
Editorial: Baile del sol
Año de publicación: 2010
Páginas: 101
ISBN: 9788492528936
Anillos,
babeles, cartografías, disfraces, espejos, fechas, gérmenes, hogueras,
ídolos, jinetes, kilómetros, lienzos, medicinas, norias, ñoquis, ojos,
pirámides, quijotes, regalos, sirenas, tumbas, umbrales, visiones,
whiskys, xenofobias, yunques y zonas. Estas son las 27 palabras que dan
forma a un libro muy especial de Marcelo Luján.
Tengo que confesar que no conocía a Marcelo Luján ni su obra Arder en el invierno hasta que la editorial Baile del sol
me la envió hace unos meses a casa, por lo que desde aquí les doy las
gracias. No solo por el generoso detalle de mandarme el libro, sino
sobre todo porque esta obra me ha encantado y me ha entusiasmado. Me ha
seducido, me ha atrapado. ¿Y por qué? Porque es corta pero intensa,
injusta pero dulce, triste pero alegre, nostálgica pero esperanzadora. Y
tantas y tantas otras cosas.
La
obra está dividida en tres partes y cada una de ellas está formada por
27 relatos titulados con cada una de las palabras que he escrito
anteriormente. Unos relatos son más cortos y otros más largos, pero
todos ocupan únicamente una página del libro. Un libro que se lee
disfrutando al máximo, maravillándose en cada página, en cada frase, en
cada palabra. Porque cada relato es mejor que el anterior. Más intenso,
más conmovedor, más íntimo.
Aunque yo he leído el libro en orden, siguiendo las tres partes, Arder en primera, Arder en segunda y Arder en tercera,
conforme pasaba las páginas me iba dando cuenta de que también es
posible leerlo no por partes, sino por capítulos, es decir, leyendo
seguidos los tres relatos de cada una de las 27 palabras. Me ha gustado
tanto que no creo que tarde mucho en volver a leerlo, pero esta vez
siguiendo este orden.
Arder en invierno
nos cuenta, parte a parte, relato a relato, palabra a palabra, una
historia de amor y de desamor. Pero Marcelo Luján, como buen argentino,
nos habla de todo y de nada a la vez. Nos engatusa, nos envuelve, nos
hipnotiza, nos encandila y nos seduce con su acento argentino. Porque
nos habla de la vida tal y como es. Sus textos están llenos de
melancolía, de nostalgia, de pasión, de recuerdos de infancia, de
anécdotas familiares, de los amigos que estuvieron, de los que están y
de los que estarán, de derrotas y de victorias. Pero también, cómo no,
de la inolvidable pasión por el fútbol y del también inolvidable sabor
del mate.
Este
delicioso libro son relatos, sí, son letras del abecedario, pero
también son historias cercanas, próximas, humanas. Por eso hacen
reflexionar y, sobre todo, sentir. Porque es poesía en forma de prosa. O
quizá prosa en forma de poesía. Quién sabe. Eso no importa. Lo único
importante es que este libro transmite calor, dulzura, cariño, es una
obra acogedora, tierna, con la que resulta muy sencillo llenarse de
pasión, de intensidad, para hacer frente a las desgracias, las derrotas,
las injusticias, la tristeza, las pérdidas, los fracasos, los desamores
y todas las pruebas que nos va poniendo la vida, especialmente durante
el invierno.
Para
que os hagáis una idea de lo muchísimo que me ha gustado este libro, a
la vez que lo iba leyendo iba seleccionando alguno de los relatos que
más me habían gustado para compartirlo aquí con todos vosotros. Al
final, de los 81 relatos que forman Arder en el invierno, he
terminado eligiendo nueve. Pero como no puedo ponerlos todos, os dejo
con uno de los que más me han encantado. Espero que a vosotros también
os guste. Y ya sabéis lo que tenéis que hacer si no queréis sufrir el
frío y el tiempo desagradable y desapacible del invierno.
53- Yunques
Es
lo que pesa: tu valor. Es lo que tiene: tu coraje. Valor y coraje
viajan juntos en el foco de tus átomos. Hierro que golpea el hierro,
lanza que flota y también golpea. El hierro. Corazón golpeado con brazos
y piernas incansables. Firme y paciente. Prisma de hierro acerado.
Manos santas -laboriosas-. Así sos. Pero en tu lanzadera metálica
dejaste pasar lo que más querías: los paseos jubilosos, las tardes
jubilosas y ardientes, la ilusión, el hilo de la memoria. Dejaste de
volar porque el recuerdo te anega tontamente. Dejaste después de tanto
luchar, de tanto arriesgar, de tanto. Dejaste de buscar, también: de
crear: de posar tus ojitos firmes y pacientes en el verdadero
supermercado de la vida. Seguí siendo asidua, perseverante. Seguí siendo
alma y motor y placer. Seguí. No te olvides del mar. De lo que fuiste.
De lo que todo el mundo sabe o intuye. Sos valor y coraje. Rescatalo y
rescatate. Eso es el mar. Eso es el hierro. Eso sos vos.
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