miércoles, 21 de septiembre de 2016

Bailando con Jorge García Torrego: "Más que poesía crítica, hoy en día es necesaria la persona crítica".



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Baile del Sol- ¿La poesía habita en las Cercanías?
Joge García Torrego.- Sí, creo que solamente lo experimentado con la piel, con las manos, con la boca puede llegar a ser poesía. No entiendo la erupción poética como algo quirúrgico, externo, algo que sucede más allá de mi aldea porque para mí todo lo humano es mío, todo el dolor es mío y toda la felicidad es mía. Por lo tanto todo lo humano me es cercano, la poesía habita en las Cercanías que es donde habitamos todos nosotros.
Ah, y en el tren también, por supuesto.

BdS- ¿Cómo surge el poemario?
JGT.- Pues así, surgió, hubo algo que pasó en un tren, un día cualquiera, y ahí empezó a encajar todo. Surgieron más poemas de amor, que son los cimientos del libro y desde esa fuerza, ese “tengo algo aquí en la garganta que debo decir” empezaron a encajar el resto de secciones. El libro se comprende como una especie de zoom, de lo general a lo particular, de los poemas de vida y muerte o sociales, más generales, hasta lo más concreto, el aquí, ese aquí que intento transmitir con los poemas de amor y que creo que no se apaga.

BdS.- El paso del tiempo, el amor... ¿Cómo se contemplan desde un paisaje urbano?  
JGT.- Creo que en este sentido yo tengo el ojo algo contaminado. Me pasé toda la infancia en ríos o jugando por ahí como una cabra y la visión urbana ha sido hasta hace poco más negativa que positiva. Sin embargo, hace un par de años que esta visión se ha equilibrado y ya no soy tan radical como antes. Respecto al paso del tiempo, creo que se hace pesado cuando los días se repiten y no hay cambios, todo sigue igual, y esto se produce en una ciudad o en un pueblo, solo importa cómo afrontes estos cambios, esta necesidad de seguir creciendo. En la ciudad he visto muchos cabos sueltos, muchas oportunidades, muchos bares de poesía hirviendo, muchas editoriales, pero también he visto mucha falsedad y mucha pose. Digamos que el tiempo, aprovecharlo, es sacar lo positivo del entorno y saber cómo te va a beneficiar.
En cuanto al amor, la ciudad es una metralleta de personas. Todo pasa. Aquí, allí. Nunca volverás a ver a esa persona, todo es efímero. Y sin embargo, donde se da la repetición ya sea por rutina, costumbre o afición, queda el encuentro, lo efímero se vuelve especial, hay miradas. Ese espacio es fértil para el encuentro porque aún habita misterio en él. Y ahí, en esa parte oculta es donde nacen los poemas.



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BdS.- También hay espacio en Cercanías para la poesía crítica, ¿cómo es de necesaria en estos momentos?
JGT.- Creo que, más que poesía crítica, hoy en día es necesaria la persona crítica. Persona crítica, ya sea reponedor de supermercado, empresario o poeta que no se conforma con el estado de cosas y quiere llevarlo a otra esfera, no esperar a que lo cambien otros. En este espacio, en el del encuentro entre muchos de estos “no conformes” puede aparecer la poesía crítica. Yo, persona crítica, expongo este dolor aquí porque me pincha, me duele dentro, ¿no te pasa a ti también? ese es mi mensaje. Un enganche para que el lector se dé cuenta que siempre hemos sido del mismo bando, tenemos los mismos enemigos: el hambre y la muerte.
Esa es la fuerza que comprendo, la reflexión individual compartida con los demás, ya sea con un chiste, un favor a alguien desconocido o un poema social.

BdS.-- Batania habla en el prólogo de Cercanías de que tus poemas han adquirido una "visión más profunda" en este libro. ¿Estás de acuerdo?, ¿a qué crees que se debe?
JGT.- Bueno, en primer lugar creo que Batania me ha puesto un poco por las nubes y bueno, yo se lo agradezco mucho, claro, y sé que es completamente honesto en eso pero da algo de vértigo. La verdad es que me hace mucha ilusión saber que poetas que admiro como Batania me dicen estas cosas, saber que hago camino, que mi poesía avanza y cala. Además, se une a que mi primer libro, Ojo y ventana, que publiqué hace dos años en la editorial Canalla Ediciones era un grito, un “ya estoy aquí”, un lanzarse a la nada con unas cuantas palabras a modo de linterna. Con Cercanías ha sido diferente. Ha habido muchos poemas que se han quedado fuera, muchos poemas que me ha dolido descartar pero que objetivamente no eran lo suficientemente buenos. Hubo un momento en el que me dije, “si no es sobresaliente no entra”. En este sentido quiero agradecer a Inma Luna y a Tito Expósito la paciencia y la exigencia también, por querer hacer, sobre todo, un buen libro.
Quería que este libro estuviera en las antípodas de “un trámite” y creo que de ahí viene esa “visión más profunda”, de esa sinceridad con mi poesía y con dar al lector parte de mí, una parte real.  



"Solamente lo experimentado con la piel, con las manos, con la boca puede llegar a ser poesía".


BdS-¿Es el amor un modo de salvación?, ¿y la poesía?
JGT.- En este mundo tan injusto, tan feo, tan cruel en muchos sentidos en el que vivimos, cualquier agarradero puede ser una salvación, una excusa para seguir luchando. Creo que la alegría es una buena excusa para resistir, para hacer cabaña y estar acompañado, reforzado, completado, y eso es el amor. Alegría. Intensidad. Para mí, por supuesto que el amor es una salvación e intento bañarme completamente en ella cada día, que para eso nos quedan dos días aquí.
En cuanto a la poesía, creo que permite conocerse mejor, escucharse, y además escuchar a los demás, lo que pasa a tu lado. Un poeta es aquel que mira, no el que es mirado, como dijo Jack Kerouac, y estoy completamente de acuerdo con él. No creo que pueda haber un buen poeta que no abra los ojos a lo que ocurre a su lado. El yo, solamente el yo, es un tema muy limitado que acaba pronto.

BdS.- ¿Qué te gusta leer?
JGT.- Pues, la verdad es que con los años tengo el gusto cada vez más diversificado. Empecé leyendo Mortadelos y Spidermans y he terminado leyendo a grandes de la literatura mundial como Umbral o Tolstoi (sin faltar a los señores Ibáñez y Lee, claro).
Hay rachas. Épocas de vacaciones en las que me engancho a más no poder a una novela larga, como me pasó con Moby Dick o este verano con Los Miserables, épocas en las que busco, busco poesía nueva, cosas nuevas, ese quiebro que nos haga decir el poema que tenemos en la punta de la lengua. Me gusta volver y volver a Huidobro, Lorca, Pizarnik, Gonzalo Rojas, Roque Dalton. Allí nunca me canso.
Últimamente también estoy leyendo teatro de Juan Mayorga, Bertolt Brecht y Angelica Liddel.

BdS.- ¿Estás trabajando en algún nuevo libro?
JGT.-Pues tengo pendiente publicar un trabajo, un ensayo sobre poesía contemporánea que espero que salga en breve. Además, tengo la obra de teatro que empezaré a mover por diferentes compañías. En cuanto a poesía, estoy viviendo mi próximo libro.                                                   



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