miércoles, 27 de noviembre de 2013

Alejandro Palomas: La tradición hermética

Hay una corriente de Poetas en nuestro país que son como un río que fluye. Un río silencioso, discreto y sobrio.
Vienen desde la tradición más oculta de nuestra lengua. A veces han sido llamados herméticos, otras simbolistas, en épocas han sido adscritos a la forma de lenguaje anglosajona; estoy pensando en Luis Cernuda, en Gil de Biedma, en algunos otros, por nombrar contemporáneos. Pero más atrás resuena San Juan, por ejemplo.
Estos poetas tienen, todos, algo en común que les une a través de los siglos, independientemente de los temas que traten, o de las preocupaciones de contenido que nos transmitan: son todos develadores del silencio. No reveladores, porque el silencio no se muestra, sino que está. Es.
Alejandro Palomas pertenece a esta clase de poetas. El silencio, lo que queda, lo que permanece, lo que es en sí mismo a la vez y como contradicción inhabitable, es lo que muestra en su poemario, Entre el ruido y la vida, editado por Baile del Sol.
Es este un poemario unitario. Es decir; es un poemario que nos narra una historia. Una historia quizá muy común, pero no por conocida menos inquietante; la búsqueda.
¿Qué tipo de búsqueda propone el poeta?…
Así de pronto, leyendo en superficie se podría decir “ encontrarse a sí mismo”, y no. Aunque pueda estar incluido.
El asunto va más allá. A través de un camino interior, el poeta va asistiendo a una lucha contradictoria entre el ruido, lo accesorio, lo banal, lo excusable y el núcleo, lo primigenio, lo oculto, lo que es.
Y lo que es, es por sí mismo, por esencia, inasible. Indecible. Por eso el poemario es un rodeo al silencio. Un rodeo amoroso, podría decirse en algunos poemas, pero sin embargo tampoco. Porque al final del ruido, más allá del rodeo, más allá de la  búsqueda se encuentra el poeta, el ser humano sólo. Sólo con acento. Es decir, solamente él. Ante la paz. Y la paz es otra vez el silencio. La nada. La calma de no ser.
Este es un libro para releer, para detenerse y saber que nada en el lenguaje usado, sencillo, cotidiano, natural, perfectamente accesible, sobra. Que precisamente porque es un rodear continuamente la esencia abunda en lo que no se dice pero se sugiere, en lo que se alude. En lo que se empieza a vislumbrar sin poder asirlo.
A mí, dentro del gran ruido al que asisto a veces perpleja y otras veces harta, todo  hay que decirlo, en el mundo de la literatura, me ha descansado leer este silencio en el umbral de la consciencia.

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