Reseñas
El misterio de los filiichristi de Agulo Juan Antonio Martínez de la Fe , 15/04/2018
Ficha Técnica
Título: El misterio de los filiichristi de Agulo
Autor: Daniel María
Edita: Baile del Sol, Tegueste, Tenerife, 2016
Colección: Textos del Desorden
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 168
ISBN: 978-84-16794-38-6
Precio: 15 euros
No es un libro nuevo, pero sí de permanente actualidad. Aunque centrado en un grupo de personas, para nada numeroso, de la localidad de Agulo, en La Gomera, se trata de la concreción de la teosofía. La teosofía puede haber pasado de moda, haber perdido actualidad, pero su pista puede rastrearse siglos atrás y percibirse sus señales en la actual contienda entre dualidad y no-dualidad, concebida como vías, occidental y oriental respectivamente, para llegar al conocimiento de la realidad.
El libro que abordamos es el fruto de la investigación llevada a cabo por su autor, Daniel María, tratando de desentrañar, hasta donde sea posible, quiénes fueron los componentes de esta congregación y cuál era su ideario. Una investigación que ha desarrollado, de una parte, accediendo a los textos escritos que dejaron; de otra, tratando de reconstruir sus vidas, tanto durante la época en que se fundó esta fraternidad como, finalmente, escarbando en la memoria de los habitantes de la localidad que los recordaban y eran capaces de describirlos y comentar sus ceremonias.
Lamentablemente, no hay constancia escrita de un documento fundacional, de unas constituciones, de una regla de vida, pese a que intentaron, según comenta uno de sus fundadores, recibir una autorización papal. Este hecho complica mucho detallar su manera de actuar; pero sus escritos sí permiten atisbar algo de su pensamiento que, por otro lado, ha quedado expuesto, de manera dispersa, en entrevistas periodísticas, discursos, o publicaciones.
El libro se desarrolla en dos partes principales: en la primera, tras el prólogo, se describe la biografía y el pensamiento de los principales componentes del colectivo, mientras que la segunda recoge una selección de textos de los biografiados; a ambas partes se suma un pequeño suplemento gráfico con imágenes de los protagonistas.
Agustín Bethencourt Padilla
Tras una descripción de la situación económica y social de La Gomera en general y de Agulo en particular, en los principios del siglo XX, se ocupa del líder de los Filiichristi, Agustín Bethencourt Padilla y sitúa el germen de su proyecto de congregación en Cuba, adonde se habían trasladado sus progenitores y hermanos; en la isla caribeña entraron en contacto con métodos esotéricos, espiritistas y religiosos que traen como bagaje vital. Agustín viaja por Europa y entra en contacto con la teosofía. Así, no extraña que declare que su congregación parte de esta doctrina y practica el cristianismo y sus integrantes han de cumplir determinadas normas: dejarse el pelo largo, vestir hábito, no comer ni carne ni pescado, no probar el alcohol ni excitantes y renunciar a las pasiones. A esto se añade que tenían que abrazar el bautismo, la confesión, la castidad, la pobreza y la obediencia.
Agustín había contraído matrimonio con Luz López, con la que tuvo un hijo. Pero, una vez convertido en miembro de los Filiichristi, su matrimonio queda abolido. Todos duermen en el suelo a fin de percibir la energía de la tierra y beneficiarse de su poder telúrico, se dedican a la caridad y su objetivo era crear la comunidad estable en el centro de Garajonay. Para Agustín, sus modelos eran Santa Teresa de Jesús y Tomás de Kempis y, en cierto modo, se inspira en los ermitaños cordobeses.
Como texto de Agustín, se reproduce una entrevista que le realizara Eduardo Westerdahl, en la que afirma que su “orden trata de la abolución del individuo y de estudiar, de llegar a la comprensión de él en sí mismo. Yo leo con preferencia la Biblia, en general. Prefiero los Evangelios al Nuevo (sic) Testamento. La escuela de Santa Teresa del Carmelo figura entre mis predilecciones. También el Kempis. Tengo un libro en preparación, La misa y sus misterios. En esta orden, que aún no tiene la aprobación papal, figuran veinte o treinta individuos que tratan de difundir los estudios del cristianismo antiguo”. Afirmaciones, quizás, un tanto alejadas de la realidad.
Pedro Bethencourt Padilla
Pedro Bethencourt Padilla es el siguiente en aparecer estudiado en las páginas de esta obra. Junto a su biografía, destaca el autor la presencia de Jesús de Nazaret, San Miguel Arcángel o María Magdalena en su producción literaria, eminentemente poética, en la que también se entremezclan esoterismo, cristianismo, judaísmo y astrología. Muestra, así mismo, entusiasmo por la Naturaleza a la que considera el centro, el seno, el corazón de nuestra condición; es a esa Naturaleza a quien hemos de orientarnos para sanar el cuerpo y para alcanzar la conexión de nuestro espíritu con la verdad. Según cuenta Daniel María, “Canta a la Tierra, al Agua, a la Noche, al Árbol, a la Montaña… todos ellos extremidades que forman nuestra total entidad espiritual y que dotan a nuestra materia de forma, fondo y movimiento”. Una muestra de cuanto decimos, la encontramos en estos versos de su poema Árbol en la noche: “Pero yo te amo;/ pero te siento/ cerca de mi alma,/ como si tuviera prendida aquí dentro/ de mi ser alguna raíz de ti mismo;/ de modo que, a veces, en éxtasis, pienso/ si ambos no nacimos,/ si ambos no seremos/ ramas de un mismo árbol;/ del árbol inmenso/ que expande, florido de estrellas,/ la copa sin fin de los cielos”.
Concepto importante en Pedro Bethencourt es el de la magia, a la que entiende como sinónimo de manipulación, engaño, de trampa consciente; para él, la sociedad está amenazada por el imperio de la magia, es decir, por la manipulación de las grandes empresas de comunicación, farmacéuticas, de consumo, instituciones que forman los gobiernos, la Iglesia, las sectas, el ejército,… En la antología de textos, podemos leer: “Para mí, magia es el poder abusivo del pensamiento sobre la voluntad de los demás, ya sea para bien o para mal; de modo que, según mi entender, toda magia es negativa para el progreso real del hombre que busca la Verdad”. Y se detiene a explicar diferentes magias: la religiosa (“quiero decir que inútil, por falsa, toda especulación acerca de lo Absoluto”), la política, la comercial, la profesional (en la que es blanco de su discurso la profesión médica), la artística o la de relación.
En Pedro Bethencourt, siempre está presente su honda espiritualidad, a veces romántica y a veces panteísta, pues para él “somos uno con todo y que todo, en cada uno de nosotros, reside porque es Verdad, Amor y Divinidad”. Junto a sus hermanos, militó en la masonería, lo que, durante el franquismo, les creó serias dificultades.
José Bethencourt Padilla
El último hermano de la saga Bethencourt Padilla es José. Es él el autor de la novela La efigie de cera (1926), en la que desarrolla un “marcado énfasis teosófico a la hora de tratar todas las religiones como vehículos y continentes de la Verdad Divina”, un énfasis que no es exclusivamente sujeto a la teosofía, ya que también está impregnada de otros principios doctrinales. Su poesía, también abundante, refleja un hondo sentir religioso que deja entrever su formación cristiana y bíblica, con amplio conocimiento de ambos Testamentos.
En la antología de textos, entre otros muchos, se recoge el que pronunció ante sus hermanos masones en Tenerife, en el que podemos leer: “porque creo, venerable maestro y queridos hermanos, que siendo masón soy miembro de una gran fraternidad espiritual y pertenezco, por tanto, a toda la Humanidad”. Y más adelante: “pensé seguidamente que soy tan solo un átomo del Gran Arquitecto del Universo, perfectible hasta lo infinito, hasta ser en Él”. Palabras que dejan entrever el fondo de su pensamiento. También es destacable el capítulo de su novela El salmo de la bruja, que aborda un exorcismo citando en su texto latino original el Rituale Romanum.
Otros Filiichristi
Domingo Montesinos y Montesinos es el siguiente biografiado, del que nos dice Daniel María que era conocido popularmente como Domingo Ferroni, famoso en La Gomera como pianista autodidacta y pensador y lo califica como el más sensitivo del grupo de los Filiichristi. De él se servían los hermanos Bethencourt Padilla como médium y se conserva memoria, en el acervo popular, de varias anécdotas, como la de ser capaz de localizar objetos perdidos. En la antología se recogen varios de sus artículos aparecidos en la prensa, tales como El resurgimiento espiritual en la vida de Agulo o Nuevas orientaciones políticas en La Gomera.
El murciano Juan Saravia Martínez llegó a Agulo como maestro nacional en fecha tan tardía como 1965; fue hombre sensible con los temas espirituales y guardó estrecha relación con Domingo Montesinos. Poseía un amplio bagaje espiritual, que se reflejaba en las lecturas y reflexiones que le ocuparon toda su vida y que trató de plasmar en numerosas obras que nunca publicó. Las reuniones que mantenía con los otros personajes de Agulo ya no tenían el carácter de congregación que tenían antes de 1936, sino que en ellas se debatía y reflexionaba sobre temas espirituales, ciencias ocultas y esoterismo. El autor de este libro, lo califica de librepensador y reflexivo, interesado por todos los temas del conocimiento, crítico con la Iglesia, profundamente espiritual y sociable, lo que le permitió entrar en contacto con diversos grupos, como los Filiichristi. En la antología de textos, se recoge su BUJEMA (iniciales de Buda, Jesús y Mahoma), que lleva por subtítulo Boceto de bagatelas humanogógicas y que cierra con el llamamiento Hombres de buena voluntad… ¡¡¡Uníos!!!
La biografía de Pedro Sánchez Padilla es corta. Primo de los hermanos Bethencourt Padilla, lutier de violines, guitarras y timples e intérprete de laúd, fue el miembro más joven del grupo. Hombre de extrema timidez, vivió una vida totalmente ascética, dedicado a la meditación y lectura de textos esotéricos, religiosos y espirituales. Su introspección era tan suma que incluso abandonó las necesidades terrenales. En su familia existió una línea espiritual muy aguda: un hermano suyo fue cartujo, falleciendo muy joven, y su tío Leonardo, apodado El Loco, tenía la capacidad de visionar. La antología de textos no recoge ninguno suyo.
Y el último en aparecer en esta interesante obra es Pascasio Trujillo Sarmiento, con una biografía difícilmente reconstruible. Agustín Bethencourt lo cita como uno de sus discípulos, pero en su producción amplia de articulista en diferentes periódicos no aparece ninguna alusión a los Filiichristi. Solo en el artículo La patria de don Leoncio Bento, único suyo recogido en la antología de textos, habla de los artistas e intelectuales de Agulo, todos ellos compañeros suyos de congregación.
Masonería en el franquismo
Daniel María nos ofrece un capítulo dedicado a La sospecha franquista, en el que relata las persecuciones y procesamientos a que fueron sometidos, aunque no por su pertenencia a los Filiichristi, sino por sus relaciones con la masonería. Y culmina su ensayo con el capítulo La puerta entornada, que así deja por si hubiese nuevas aportaciones a su estudio.
Nos encontramos ante un libro de lectura fácil, amena y muy asequible que nos permite conocer los frutos de la investigación de Daniel María sobre esta misteriosa congregación. Lo cierto es que nos deja con ganas de saber mucho más sobre tan extraordinario grupo, pero es muy difícil que pueda aparecer algo nuevo tras este exhaustivo trabajo de su autor.
Índice
Prólogo de José Gregorio González
Palabras previas
El grupo de Agulo y el liderazgo de Agustín Bethencourt
Pedro Bethencourt Padilla
José Bethencourt Padilla
Domingo Montesinos y Montesinos
Juan Saravia Martínez
Pedro Sánchez Padilla
Pasacasio Trujillo
La sospecha franquista
La puerta entornada
Notas
Antología
Agustín Bethencourt Padilla
Pedro Bethencourt Padilla
José Bethencourt Padilla
Domingo Montesinos y Montesinos
Juan Saravia Martínez
Pascasio Trujillo
Galería fotográfica
Agradecimientos
Título: El misterio de los filiichristi de Agulo
Autor: Daniel María
Edita: Baile del Sol, Tegueste, Tenerife, 2016
Colección: Textos del Desorden
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 168
ISBN: 978-84-16794-38-6
Precio: 15 euros
No es un libro nuevo, pero sí de permanente actualidad. Aunque centrado en un grupo de personas, para nada numeroso, de la localidad de Agulo, en La Gomera, se trata de la concreción de la teosofía. La teosofía puede haber pasado de moda, haber perdido actualidad, pero su pista puede rastrearse siglos atrás y percibirse sus señales en la actual contienda entre dualidad y no-dualidad, concebida como vías, occidental y oriental respectivamente, para llegar al conocimiento de la realidad.
El libro que abordamos es el fruto de la investigación llevada a cabo por su autor, Daniel María, tratando de desentrañar, hasta donde sea posible, quiénes fueron los componentes de esta congregación y cuál era su ideario. Una investigación que ha desarrollado, de una parte, accediendo a los textos escritos que dejaron; de otra, tratando de reconstruir sus vidas, tanto durante la época en que se fundó esta fraternidad como, finalmente, escarbando en la memoria de los habitantes de la localidad que los recordaban y eran capaces de describirlos y comentar sus ceremonias.
Lamentablemente, no hay constancia escrita de un documento fundacional, de unas constituciones, de una regla de vida, pese a que intentaron, según comenta uno de sus fundadores, recibir una autorización papal. Este hecho complica mucho detallar su manera de actuar; pero sus escritos sí permiten atisbar algo de su pensamiento que, por otro lado, ha quedado expuesto, de manera dispersa, en entrevistas periodísticas, discursos, o publicaciones.
El libro se desarrolla en dos partes principales: en la primera, tras el prólogo, se describe la biografía y el pensamiento de los principales componentes del colectivo, mientras que la segunda recoge una selección de textos de los biografiados; a ambas partes se suma un pequeño suplemento gráfico con imágenes de los protagonistas.
Agustín Bethencourt Padilla
Tras una descripción de la situación económica y social de La Gomera en general y de Agulo en particular, en los principios del siglo XX, se ocupa del líder de los Filiichristi, Agustín Bethencourt Padilla y sitúa el germen de su proyecto de congregación en Cuba, adonde se habían trasladado sus progenitores y hermanos; en la isla caribeña entraron en contacto con métodos esotéricos, espiritistas y religiosos que traen como bagaje vital. Agustín viaja por Europa y entra en contacto con la teosofía. Así, no extraña que declare que su congregación parte de esta doctrina y practica el cristianismo y sus integrantes han de cumplir determinadas normas: dejarse el pelo largo, vestir hábito, no comer ni carne ni pescado, no probar el alcohol ni excitantes y renunciar a las pasiones. A esto se añade que tenían que abrazar el bautismo, la confesión, la castidad, la pobreza y la obediencia.
Agustín había contraído matrimonio con Luz López, con la que tuvo un hijo. Pero, una vez convertido en miembro de los Filiichristi, su matrimonio queda abolido. Todos duermen en el suelo a fin de percibir la energía de la tierra y beneficiarse de su poder telúrico, se dedican a la caridad y su objetivo era crear la comunidad estable en el centro de Garajonay. Para Agustín, sus modelos eran Santa Teresa de Jesús y Tomás de Kempis y, en cierto modo, se inspira en los ermitaños cordobeses.
Como texto de Agustín, se reproduce una entrevista que le realizara Eduardo Westerdahl, en la que afirma que su “orden trata de la abolución del individuo y de estudiar, de llegar a la comprensión de él en sí mismo. Yo leo con preferencia la Biblia, en general. Prefiero los Evangelios al Nuevo (sic) Testamento. La escuela de Santa Teresa del Carmelo figura entre mis predilecciones. También el Kempis. Tengo un libro en preparación, La misa y sus misterios. En esta orden, que aún no tiene la aprobación papal, figuran veinte o treinta individuos que tratan de difundir los estudios del cristianismo antiguo”. Afirmaciones, quizás, un tanto alejadas de la realidad.
Pedro Bethencourt Padilla
Pedro Bethencourt Padilla es el siguiente en aparecer estudiado en las páginas de esta obra. Junto a su biografía, destaca el autor la presencia de Jesús de Nazaret, San Miguel Arcángel o María Magdalena en su producción literaria, eminentemente poética, en la que también se entremezclan esoterismo, cristianismo, judaísmo y astrología. Muestra, así mismo, entusiasmo por la Naturaleza a la que considera el centro, el seno, el corazón de nuestra condición; es a esa Naturaleza a quien hemos de orientarnos para sanar el cuerpo y para alcanzar la conexión de nuestro espíritu con la verdad. Según cuenta Daniel María, “Canta a la Tierra, al Agua, a la Noche, al Árbol, a la Montaña… todos ellos extremidades que forman nuestra total entidad espiritual y que dotan a nuestra materia de forma, fondo y movimiento”. Una muestra de cuanto decimos, la encontramos en estos versos de su poema Árbol en la noche: “Pero yo te amo;/ pero te siento/ cerca de mi alma,/ como si tuviera prendida aquí dentro/ de mi ser alguna raíz de ti mismo;/ de modo que, a veces, en éxtasis, pienso/ si ambos no nacimos,/ si ambos no seremos/ ramas de un mismo árbol;/ del árbol inmenso/ que expande, florido de estrellas,/ la copa sin fin de los cielos”.
Concepto importante en Pedro Bethencourt es el de la magia, a la que entiende como sinónimo de manipulación, engaño, de trampa consciente; para él, la sociedad está amenazada por el imperio de la magia, es decir, por la manipulación de las grandes empresas de comunicación, farmacéuticas, de consumo, instituciones que forman los gobiernos, la Iglesia, las sectas, el ejército,… En la antología de textos, podemos leer: “Para mí, magia es el poder abusivo del pensamiento sobre la voluntad de los demás, ya sea para bien o para mal; de modo que, según mi entender, toda magia es negativa para el progreso real del hombre que busca la Verdad”. Y se detiene a explicar diferentes magias: la religiosa (“quiero decir que inútil, por falsa, toda especulación acerca de lo Absoluto”), la política, la comercial, la profesional (en la que es blanco de su discurso la profesión médica), la artística o la de relación.
En Pedro Bethencourt, siempre está presente su honda espiritualidad, a veces romántica y a veces panteísta, pues para él “somos uno con todo y que todo, en cada uno de nosotros, reside porque es Verdad, Amor y Divinidad”. Junto a sus hermanos, militó en la masonería, lo que, durante el franquismo, les creó serias dificultades.
José Bethencourt Padilla
El último hermano de la saga Bethencourt Padilla es José. Es él el autor de la novela La efigie de cera (1926), en la que desarrolla un “marcado énfasis teosófico a la hora de tratar todas las religiones como vehículos y continentes de la Verdad Divina”, un énfasis que no es exclusivamente sujeto a la teosofía, ya que también está impregnada de otros principios doctrinales. Su poesía, también abundante, refleja un hondo sentir religioso que deja entrever su formación cristiana y bíblica, con amplio conocimiento de ambos Testamentos.
En la antología de textos, entre otros muchos, se recoge el que pronunció ante sus hermanos masones en Tenerife, en el que podemos leer: “porque creo, venerable maestro y queridos hermanos, que siendo masón soy miembro de una gran fraternidad espiritual y pertenezco, por tanto, a toda la Humanidad”. Y más adelante: “pensé seguidamente que soy tan solo un átomo del Gran Arquitecto del Universo, perfectible hasta lo infinito, hasta ser en Él”. Palabras que dejan entrever el fondo de su pensamiento. También es destacable el capítulo de su novela El salmo de la bruja, que aborda un exorcismo citando en su texto latino original el Rituale Romanum.
Otros Filiichristi
Domingo Montesinos y Montesinos es el siguiente biografiado, del que nos dice Daniel María que era conocido popularmente como Domingo Ferroni, famoso en La Gomera como pianista autodidacta y pensador y lo califica como el más sensitivo del grupo de los Filiichristi. De él se servían los hermanos Bethencourt Padilla como médium y se conserva memoria, en el acervo popular, de varias anécdotas, como la de ser capaz de localizar objetos perdidos. En la antología se recogen varios de sus artículos aparecidos en la prensa, tales como El resurgimiento espiritual en la vida de Agulo o Nuevas orientaciones políticas en La Gomera.
El murciano Juan Saravia Martínez llegó a Agulo como maestro nacional en fecha tan tardía como 1965; fue hombre sensible con los temas espirituales y guardó estrecha relación con Domingo Montesinos. Poseía un amplio bagaje espiritual, que se reflejaba en las lecturas y reflexiones que le ocuparon toda su vida y que trató de plasmar en numerosas obras que nunca publicó. Las reuniones que mantenía con los otros personajes de Agulo ya no tenían el carácter de congregación que tenían antes de 1936, sino que en ellas se debatía y reflexionaba sobre temas espirituales, ciencias ocultas y esoterismo. El autor de este libro, lo califica de librepensador y reflexivo, interesado por todos los temas del conocimiento, crítico con la Iglesia, profundamente espiritual y sociable, lo que le permitió entrar en contacto con diversos grupos, como los Filiichristi. En la antología de textos, se recoge su BUJEMA (iniciales de Buda, Jesús y Mahoma), que lleva por subtítulo Boceto de bagatelas humanogógicas y que cierra con el llamamiento Hombres de buena voluntad… ¡¡¡Uníos!!!
La biografía de Pedro Sánchez Padilla es corta. Primo de los hermanos Bethencourt Padilla, lutier de violines, guitarras y timples e intérprete de laúd, fue el miembro más joven del grupo. Hombre de extrema timidez, vivió una vida totalmente ascética, dedicado a la meditación y lectura de textos esotéricos, religiosos y espirituales. Su introspección era tan suma que incluso abandonó las necesidades terrenales. En su familia existió una línea espiritual muy aguda: un hermano suyo fue cartujo, falleciendo muy joven, y su tío Leonardo, apodado El Loco, tenía la capacidad de visionar. La antología de textos no recoge ninguno suyo.
Y el último en aparecer en esta interesante obra es Pascasio Trujillo Sarmiento, con una biografía difícilmente reconstruible. Agustín Bethencourt lo cita como uno de sus discípulos, pero en su producción amplia de articulista en diferentes periódicos no aparece ninguna alusión a los Filiichristi. Solo en el artículo La patria de don Leoncio Bento, único suyo recogido en la antología de textos, habla de los artistas e intelectuales de Agulo, todos ellos compañeros suyos de congregación.
Masonería en el franquismo
Daniel María nos ofrece un capítulo dedicado a La sospecha franquista, en el que relata las persecuciones y procesamientos a que fueron sometidos, aunque no por su pertenencia a los Filiichristi, sino por sus relaciones con la masonería. Y culmina su ensayo con el capítulo La puerta entornada, que así deja por si hubiese nuevas aportaciones a su estudio.
Nos encontramos ante un libro de lectura fácil, amena y muy asequible que nos permite conocer los frutos de la investigación de Daniel María sobre esta misteriosa congregación. Lo cierto es que nos deja con ganas de saber mucho más sobre tan extraordinario grupo, pero es muy difícil que pueda aparecer algo nuevo tras este exhaustivo trabajo de su autor.
Índice
Prólogo de José Gregorio González
Palabras previas
El grupo de Agulo y el liderazgo de Agustín Bethencourt
Pedro Bethencourt Padilla
José Bethencourt Padilla
Domingo Montesinos y Montesinos
Juan Saravia Martínez
Pedro Sánchez Padilla
Pasacasio Trujillo
La sospecha franquista
La puerta entornada
Notas
Antología
Agustín Bethencourt Padilla
Pedro Bethencourt Padilla
José Bethencourt Padilla
Domingo Montesinos y Montesinos
Juan Saravia Martínez
Pascasio Trujillo
Galería fotográfica
Agradecimientos
Notas sobre el autor
Daniel María nace en Agulo, La Gomera, en 1985. Escribe sobre literatura y cine en Tarántula, Fogal y Qué Leer y ha obtenido los premios de periodismo Paco Rabal (Joven Promesa, 2013), Leoncio Rodríguez (2014) y Juan Torres Grueso (2016). Ha publicado los poemarios Hilo de cometa (Premio Félix Francisco Casanova) [2009] y Flor que nace en los raíles (2015); el libro de cuentos (De)función cómica (2009); los estudios críticos El caso de la película imposible: El extraño viaje (2011), y las novelas El hombre que ama a Gene Tierney (Premio de Edición Benito Pérez Armas) [2014] y Un crimen lejos de París (2014). Asimismo, fue el responsable de novelar la película El extraño viaje (2011), con prólogo de Luis G. Berlanga.
Daniel María nace en Agulo, La Gomera, en 1985. Escribe sobre literatura y cine en Tarántula, Fogal y Qué Leer y ha obtenido los premios de periodismo Paco Rabal (Joven Promesa, 2013), Leoncio Rodríguez (2014) y Juan Torres Grueso (2016). Ha publicado los poemarios Hilo de cometa (Premio Félix Francisco Casanova) [2009] y Flor que nace en los raíles (2015); el libro de cuentos (De)función cómica (2009); los estudios críticos El caso de la película imposible: El extraño viaje (2011), y las novelas El hombre que ama a Gene Tierney (Premio de Edición Benito Pérez Armas) [2014] y Un crimen lejos de París (2014). Asimismo, fue el responsable de novelar la película El extraño viaje (2011), con prólogo de Luis G. Berlanga.
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