Zapata: La gota que explica el mar
19 MARZO, 2018
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JUAN GAITÁN
Una gota es suficiente para explicar el mar. El océano entero cabe en ella, en su composición, en su estructura, en sus cualidades. Si la miras con la suficiente atención, hasta oleaje tiene. Todo se puede explicar, pues, a partir de su fragmento más pequeño, a partir de esa célula indivisible, esa partícula mínima en que la parte sigue siendo el todo.
Veamos, así, el mundo. El mundo, ya lo sabíamos por Macondo, por Santa María, por Yoknapatawpha, se puede contar y hasta explicar desde una pequeña ciudad, desde una aldea. Y también, como hace ahora Miguel A. Zapata (Granada, 1974), desde un edificio de cuatro plantas en una calle anodina de una ciudad indeterminada. Y hacerlo con la solvencia del que sabe que lo micro es la esencia de lo macro.
Durante la lectura de Arquitectura secreta de las ruinas, su segunda novela, recordé varias veces el clásico de Vélez de Guevara, El Diablo Cojuelo, aquel demonio que, liberado por un estudiante de la redoma donde le habían encerrado, levanta los tejados de los edificios para que su libertador pueda contemplar a sus habitantes en la mayor intimidad, tal como son, con todos sus vicios y cualidades. De alguna forma, Zapata nos lleva por ese camino, pero desde una perspectiva más audaz. En vez de enseñarnos la vida íntima alzando los tejados mágicamente, nos muestra el edificio en su corrupción, en su desmoronamiento. Y convierte el edificio, así, en trasunto de un mundo que también se desmorona, en sinécdoque perfecta del momento histórico que nos toca vivir, este fin de una era que da sus últimas boqueadas. No tiene dudas en esto el autor, cuando, ya en la página 10, señala: «desmoronarse es el destino de todo». Como ya hemos establecido, un edificio es un mundo y una grieta en un edificio es una grieta en el mundo. Y esa grieta se extenderá a quienes lo habitan, a la pareja sin hijos y sin futuro que oye llorar un niño por las noches, al argentino que ejerce de tal como modo de ser aceptado, al suicida, a la vieja cotilla, al pretencioso presidente de la comunidad…
Pero no todo es tan directo en la literatura de Miguel A. Zapata. A medida que avanza en la lectura uno acaba pensando si la grieta afectó a las vidas o no es más que una materialización de las grietas que las vidas ya tenían, si el edificio se derrumba porque se derrumban las vidas que lo habitan, sobre un universo de secretos que van saliendo a la luz a medida que se van abriendo grietas, a medida que el exterior invade el interior.
Y todo eso lo cuenta Zapata con una firmeza, con una solidez narrativa, que contrasta con la fragilidad de sus protagonistas, de esos personajes y ese edificio que se resquebrajan, que se rompen, que se desmoronan. Miguel A. Zapata, con un lenguaje brillante y preciso, el mismo que hemos disfrutado y admirado en sus cuentos y en sus microrrelatos, nos envuelve en una atmósfera de la que sabemos, desde el principio, que no hay salida, que al final están las ruinas, que estamos, como todo el mundo, como todo en el mundo, en manos de «las fuerzas que separan las cosas».
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