Baile del Sol.- ¿Cómo
definirías el conjunto de historias que reúne Tuve que hacerlo y otros relatos?
Carlos Ortega Vilas.- Agrupé los
relatos que conforman esta antología siguiendo un mismo hilo conductor, aunque
las historias no comparten ni escenarios ni personajes, son independientes. Ese
hilo no es otro que las relaciones sociales, los conflictos que surgen de ese «roce»
que no siempre hace el cariño. Ahí aparecen la familia, la pareja, los amigos…
Las relaciones de poder, la infancia… En general son historias de personajes
inmersos en un sistema al que creen pertenecer o del que desean formar parte,
pero que al mismo tiempo los rechaza, los enajena —cuando no son ellos los que
intentan zafarse de ese sistema. El otro componente que, pienso, sirve como
aglutinante de estas historias es una cierta sensación de extrañeza ante lo
cotidiano, que a veces abordo mediante la irrupción de un elemento fantástico o
utilizando una voz irónica que toma distancia.
BdS.- Los
cuentos que contiene son muy sugerentes y mantienen una tensión narrativa nada
fácil de conseguir, ¿cuál es tu proceso de construcción?
COV.- Suelo tener
muy claro el desenlace. Casi siempre trabajo con un guion previo donde apunto
las ideas principales, los nudos de la acción. Una vez que comienzo a escribir me
centro en cómo conducir al personaje hasta ese punto sin retorno que he
imaginado, así que puede decirse que construyo las historias en función del
desenlace. Eso no significa que me gusten los finales cerrados: al contrario.
Casi todas las historias tienen un final abierto, busco que el lector tome
decisiones, que de algún modo se involucre en la historia que le estoy
contando. Lo que sí procuro es cerrar la trama principal. Creo que la tensión
narrativa es fruto, en parte, de la atmósfera. Escribo pensando que de un momento
a otro todo va a torcerse —a veces ocurre—, forma parte de mi manera de
percibir la realidad. Eso genera una atmósfera que a su vez suscita esa
intriga, pienso, que mantiene la tensión. Como en la vida misma…
BdS.- En muchos
de ellos, la sonrisa se le queda al lector congelada en los labios...
COV.- Ahora que lo
dices, me da cierto cargo de conciencia… Pero creo que el humor negro, si es a
eso a lo que te refieres, facilita una distancia emocional que en mi caso, al
menos, es necesaria a la hora de escribir, o de escribir determinadas historias.
Supongo que también utilizo la ironía como reacción a los cuentos morales, o
moralizantes, que detesto, porque los mensajes de este tipo me parecen un
intento de manipulación por parte del autor. No me gusta sentirme manipulado,
sea cual sea el mensaje, y procuro evitar los juicios morales cuando escribo. Por
otro lado tengo muchas referencias de autores angloamericanos, alemanes, austríacos,
húngaros... El humor negro es una constante en muchos de ellos (con sus
particularidades, por supuesto). Pero tienen en común una manera de contar que
es la que más se aproxima a mi carácter. Supongo que esas lecturas también han
influido en mi forma de entender el humor. Y la escritura.
BdS.- Describes
ambientes familiares en los que parece que nada va a alterar la calma de los
personajes y luego, ¡zas!, ocurre lo inesperado, ¿es el relato breve una buena
herramienta para generar este tipo de historias?
COV.- Sin duda. Si
un relato —que por definición es breve— está bien urdido, puedes coger
desprevenido al lector, porque no ha tenido tiempo de perder la concentración, algo
que no sucede con la misma intensidad en la novela, por ejemplo. El relato juega
mucho con el efecto que produce lo inesperado. En la novela lo inesperado se va
construyendo capítulo a capítulo (si no hacemos trampa, claro) y parte del
efecto tiende a diluirse, porque para que resulte verosímil hay que dejar
muchas pistas al lector. Si somos honestos serán, además, pistas verdaderas.
Las pistas falsas me enojan tanto como las moralejas. Aunque lo inesperado
resulte estimulante en cualquier género, creo que el relato es el que mejor se
presta a plantear esta sutil dislocación de la realidad —o de lo conocido,
mejor—. Esa nota levemente disonante en una melodía conocida, esa imagen que
asoma de forma fugaz en un espejo, ese objeto que no debería estar ahí y que
provoca una sensación de «inquietante extrañeza». Un mecanismo que está muy
presente en el relato desde Poe. O desde E.T.A. Hoffmann. O quizás desde mucho
antes…
"Aunque lo inesperado resulte estimulante en cualquier género, creo que el relato es el que mejor se presta a plantear esta sutil dislocación de la realidad".
BdS.- Llama la
atención también el manejo del diálogo en varios de los relatos, otorgando
mucha rapidez a la historia. Háblanos de este recurso.
COV.- El diálogo es
el recurso que más se aproxima a una interacción… iba a decir «verdadera», pero
para mí todo lo que un autor escribe debe transmitir verdad, en cada palabra,
de manera que el lector olvide lo antes posible que está inmerso en una ficción.
Digamos entonces que el diálogo es lo que más se aproxima a una interacción
natural, sobre todo cuando no interviene narrador alguno. Utilizo el diálogo
porque procuro caracterizar a los personajes en acción, por lo que dicen y por
la intención con que lo dicen. No es tanto un recurso para dotar de dinamismo
una historia, como una forma de presentar a los personajes sin intervenir
demasiado como narrador, o como autor. Supongo que tiene que ver con mi manera
de contar. En mi cabeza hay escenas, planos, personajes que actúan y se mueven,
efectos sonoros y de iluminación… en lugar de capítulos, retratos estáticos de
los personajes, figuras retóricas. Por otro lado, me gusta el estilo
cinematográfico, tan propio del realismo sucio. El diálogo resulta congruente
con ese estilo.
BdS.- ¿Qué
autores de relato breve nos recomendarías?
COV.- Hay tantos… No
voy a hacer una lista, porque todos tenemos en mente a los escritores que más
han destacado en este género. Pero voy a nombrar a tres: J.D. Salinger, Paul Bowles
y Marina Perezagua, una escritora española con una imaginación y una fuerza
narrativa extraordinarias, fuera de serie. No son autores que hayan cultivado
el relato breve en exclusiva (casi, en el caso de Salinger. Marina Perezagua
acaba de publicar Yoro, su primera
novela. Bowles se movió como pez en el agua entre ambos géneros), pero sus
cuentos son especialmente significativos para mí. Puestos a recomendar, me
quedo con estos tres autores.
BdS.- ¿En qué
proyecto literario trabajas actualmente?
COV.- Ahora mismo
tengo dos proyectos entre manos: por un lado, llevo unos tres años trabajando
en una obra larga, que ha requerido un esfuerzo importante en términos de
documentación. Por otra parte, sigo escribiendo relatos, de cara a una nueva
antología. Muy ilusionado, además, porque en unos meses espero ver publicada mi
primera novela (o la primera que me atrevo a enviar a una editorial).
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