Una novela estupenda. Magistral y emocionante. Qué difícil es escribir sobre una obra tan cautivadora. Da la sensación de que cualquier cosa que se diga va a deshacer todo el encanto de la lectura. No recuerdo ahora por qué busqué esta novela para leerla; no sé si fue por alguna alusión a ella que leí o por un comentario de alguien en la radio que escuché. Luego he leído una reseña en ABC de Rodrigo Fresán, que fue el gran valedor y vocero de esta espléndida novela publicada en Ediciones Baile del Sol, la editorial tinerfeña que también nos dio uno de los libros de José María Cumbreño. Y también he leído lo que escribió Enrique Vila-Matas en El País, e incluso la opinión entregada de algún lector como Juan Antonio González Fuentes. Las dos primeras palabras de la novela de John Williams (1922-1994) son "William Stoner", y tras ellas se nos da la información de que entró como estudiante en 1910 en la Universidad de Missouri, con diecinueve años, en donde se doctoró y aceptó una plaza de profesor, y en donde enseñó hasta su muerte en 1956. Así de sencillo. Así de tan universitariamente incorrecto, pues no se ve bien que trabajes en la misma universidad en la que estudiaste. Así de familiar, por tanto, esa inseguridad del profesor que "cuando daba clases, se encontraba a veces tan abstraído en su asignatura, que se olvidaba de sus limitaciones, de sí mismo, e incluso de los alumnos que tenía enfrente. De vez en cuando se sentía tan arrebatado de entusiasmo que tartamudeaba, gesticulaba e ignoraba los apuntes de clase que normalmente guiaban sus discursos. Al principio le molestaban estos arranques, como si se tomara demasiadas confianzas con su asignatura, y se disculpaba con sus alumnos, pero cuando éstos empezaron a revelar indicios de imaginación y el asomo de un amor vacilante, se animaba a hacer aquello a lo que nunca le habían enseñado. El amor a la literatura, al lenguaje, al misterio de la mente y el corazón manifestándose en la nimia, extraña e inesperada combinación de letras y palabras, en la tinta más negra y fría... el amor que había ocultado, como fuese ilícito y peligroso, empezó a exhibirse, vacilante en un principio, luego con temeridad y finalmente con orgullo." (págs. 102-103). Un trabajo gustoso. Su relato me reconforta por lo que tiene decompartido; me pone en alerta por el paralelismo con las circunstancias de fechas como el crack de 1929, cuando, más o menos, pueden situarse en el discurso las líneas transcritas; y también me conduelo con escenas en las que colegas y amigos se comportan como adversarios distantes y desconfiados. La novela de Williams sabe hablar del desamor doméstico, del amor paterno y de otras entregas —por qué no, provocadas por la carencia primera de todas— que en la vida del protagonista se focalizan en la alumna "joven de cabello oscuro" o en "la vieja pasión por el estudio y el aprendizaje" que vive Stoner "con el vigor curioso e incorpóreo del universitario cuya condición no es ni joven ni anciana". Cómo no conmoverse. Y hay más.
John Williams, Stoner. Traducción de Antonio Díez Fernández.
Tenerife, Ediciones Baile del Sol, 2010
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