Karmelo C. Iribarren “La piel de la vida” (Baile del Sol 2013)
Hablar de Karmelo C. Iribarren va a resultar harto complicado si tomamos la premisa de que es un poeta que admiro, lo admiro muchísimo. Esta admiración por el donostiarra no es pasajera, es algo que se ha ido fraguando con el paso de los años, la profunda y concienzuda lectura de sus obras y sobre todo por esa capacidad de asombro que no deja de producirme con cada nuevo poemario que decide lanzar al aire.
Me gusta Karmelo por su poesía, la cual ha sido etiquetada de realismo sucio y minimalista, cosa que honestamente me da igual, me refiero a las etiquetas. Me gusta porque es humilde, sencilla, de la calle (sin caer en la pesadez que a estas alturas me produce el exceso de la poesía reivindicativa) y porque habla de él, sí de él, sin caer en el egocentrismo. No destacan sus poemas por ser recargados, por abusar del almíbar o por la presencia de figuras literarias. Iribarren sabe cómo debe hablarnos, usa el canal de comunicación de tal modo que incluso los no partidarios de la poesía se sentirán identificados en algún momento con alguno de los pasajes que nos narra, y digo bien cuando digo “nos narra”, su vida `vivida o malvivida´ según palabras deAbelardo Linares. Pero ojo, independientemente de que figuras de la literatura norteamericana sobrevuelen su cabeza, como Carver, Shepard o Fante, ha logrado tener una fuerza propia que a día de hoy pocos poetas vivos, creo, pueden alardear de poseer.
Entrando en materia y dejando de lado la admiración/respeto que me produce este señor, quiero hablar de su último libro editado con Baile del Sol bajo el título “La piel de la vida”.
Se trata de un pequeño volumen de unas 60 páginas, que si uno dispone de tres cuartos de hora será capaz de leerlo de una sentada. Sin embargo hay un magnetismo especial que me impide dejar quieto este libro en los estantes de mi casa más de una semana. Sus poemas son como esas canciones melancólicas que a todos, sin excepción, se nos pegan en algún momento de la vida y nos acompañan el resto del trayecto. Canciones que de vez en cuando, y sin saber muy bien el motivo, nos gusta rescatar. Algo similar sucede, me sucede, con muchos versos de Karmelo, y estos últimos no son una excepción.
La estructura de “La piel de la vida” es sencilla. Tres partes, sin título, solo numeradas. El primer grupo de poemas son escenas cotidianas de su día a día, del día a día de cualquiera que él tiene la capacidad de transformar en algo sencillamente especial. Es una primera capa de su vida, de la vida de todos, nuestro día a día. Al ser todo contado desde la primera persona nos hace partícipes directos pero sin caer en el egocentrismo, algo ya mencionado más arriba. Como muestra un par de botones.
CREPUSCULAR
Tengo 53 años
y estoy aquí
mirando por la ventana
eso que sucede ahí fuera,
en el mundo,
como llevo haciéndolo
desde no recuerdo cuándo,
desde siempre.
Pero algo ha cambiado:
ya apenas tengo ganas
de moverme.
IMPOSIBLE BALANCE
Me levanté
a beber un vaso de agua.
Y allí,
a las tres de la madrugada,
con la vista clavada en el suelo
y el sonido de la nevera
como música de fondo,
sólo Dios sabrá por qué,
decidí hacer balance de mi vida.
Tuve suerte: el sueño
llegó enseguida.
Se hace evidente, cuando uno lee estos versos, el profundo poso de melancolía que todo lo envuelve, cosa que sigue sucediendo en la segunda parte bastante más corta en cuanto al número de poemas. Aquí se centra en el amor. Por supuesto nadie pondrá en duda que el amor es otra capa fundamental en la piel de la vida de todas las personas, entendiendo el amor en cualquiera de sus acepciones, sin embargo Iribarren nos habla de su propio concepto de amor como si fuesen tristes baladas otoñales.
PERDONA A ESTE LADRÓN
A veces
mi alma se acerca
hasta tu sueño,
y allí
-cuando no le ve nadie-
separa un poco
las pestañas
y te mira.
No soporta que te vayas
demasiado lejos,
ni dormida.
ASÍ
Como el machetero
en la selva,
tu sonrisa
en mi tristeza.
Llegamos al final y lo hacemos con dos únicos poemas. La tercera capa de su vida es el balance que él mismo hace de su recorrido literario con el paso de los años. Se cuestiona si todo lo aprendido, si todo sobre lo que ha trabajado en algún momento llegará a tener algún valor o no, si trascenderá.
GLORIA EFÍMERA
Ayer me vi
en una monumental
“Historia de la literatura española”.
Aparecía en una nota
al pie,
minúscula,
en cursiva,
como atravesando la página…
Tendré que mirar mañana,
-me dije-,
lo mismo ya no estoy.
No sé si me creerán cuando les digo que realmente me ha costado vomitar todo esto sin dejarme llevar en exceso por la admiración, y por supuesto lo que aún creo menos es en la posibilidad de que me haya acercado con profundidad a la poética de Karmelo C. Iribarren. Aún así sentía la necesidad, la imperante necesidad, de que este señor sea conocido y leído por más gente. Lo merece.
Ángel Muñoz Rodríguez
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