¿Cómo definirías esta novela?
Es
una fábula. Trata de poner en palabras algo que es imposible de comprender. El
autismo es un universo paralelo, una dimensión que está muy relacionada,
simbólicamente, con ese otro ámbito del otro lado del espejo que son la
literatura y otras modalidades artísticas. No me refiero a los autores, sino al
cosmos de lo imaginario, a esa otra
realidad. Para penetrar en los misterios cifrados del mundo quizá sólo es
útil la mirada sensible y el poder mágico de una metáfora.
¿Cuál es el argumento?
Un
psicopedagogo se traslada a un pueblo del sur para trabajar con niños autistas.
A través de su diario vemos su modo de entender esa misión, pero descubrimos
también que en su vida hay una clara senda de reconstrucción. Ése es el segundo
tema del libro: el afán de superación de alguien que sabe que nadie es
perfecto.
Una vez más se cumple una premisa ya firme en tu carrera literaria; tu
gran apertura temática y de estilos. Escribes novela, relatos, poesía y teatro,
incluso has realizado las ilustraciones de tus libros de narraciones breves. ¿Cuál
es la razón de plantearte así la creación?
Evito
el camino trillado. Cada proyecto ha de atraerme y cautivarme por completo. No
comienzo a escribir de lo que sé y domino, sino de aquello que en principio
desconozco. Indago, profundizo y comparto. Es el proceso lo que me enriquece.
Reflexiono sobre un tema, y por ello busco el camino adecuado para cada libro o
cada obra teatral, un sendero único, distinto de las vías usadas en otras
obras.
¿No es arriesgado trabajar así?
Claro.
Pero ahí reside mi satisfacción. Cada proyecto es un nuevo desafío. Invito al
lector a que se sitúe a mi lado y se pregunte cuestiones hondas, asuntos que
nos conciernen como seres humanos. Trabajo mucho los textos para dejar páginas
lo más pulidas y sensatas posible.
¿Por qué ese interés por siete niños autistas?
En
el humilde barrio de viviendas sociales en el que crecí, en un entorno de unos
pocos portales había siete muchachos con retraso mental o con síndrome de Down.
Desde niño sentí simpatía y lástima por este tipo de personas. Eran niños
grandes, seres inocentes y vulnerables. También había dos hermanos que
estuvieron en mi clase, dos niños que nacieron con una malformación congénita y
apenas podían caminar. Para sostenerse de pie tenían que llevar unos aparatosos
hierros atados a las piernas con correas. Crecí con una honda pena por personas
que por algún designio del azar sufrían cierto tipo de tara. Era cuestión de
tiempo que en algún momento decidiera escribir sobre seres tan especiales.
Has confesado que el proceso de creación de este libro ha sido muy
largo.
Sí.
Es cierto. Escribí una de mis novelas en seis meses, otras en año y medio. En
este caso lo delicado del tema me ha hecho invertir doce años. Evidentemente he
dejado reposar el texto larguísimas temporadas, preparando obras de teatro y
libros muy distintos. De cuando en cuando retomaba el proyecto y de nuevo lo
dejaba reposar, para conseguir distancia y objetividad. En cierto momento llegó
a ser finalista en dos certámenes literarios. En lugar de tomar eso como un
signo desfavorable, lo tomé por el lado optimista. Hay esencia, pensé; tengo la
oportunidad de pulir y mejorar el texto para lograr lo que pretendo. Kurt
Vonnegut escribió más de dos mil folios para al final elegir las doscientas
páginas que consideró definitivas para su magnífica novela Matadero Cinco. En mi caso necesitaba pulir lo más posible para que
el libro fuera una visión realista, pero cargada de ternura y sensibilidad.
Algunos críticos han señalado que tus libros ahondan de un modo muy
emotivo en la esencia humana. ¿Qué hay de eso en Funámbulos ciegos?
Quizás
sea el libro más tierno que haya escrito hasta ahora. El gran problema era el
peligro de caer en la ñoñería. Mi plan era crear una historia realista y
conmovedora, aun sin que ofreciera soluciones a un asunto que no tiene explicación.
El lector ha de sacar sus propias conclusiones. Con sus sentimientos y
emociones remata la esencia del libro. El lector es inteligente. No sólo
permite que las metáforas y el lenguaje de los silencios penetren en su
cerebro, sino que se siente encendido por dentro cuando descubre sentimientos y
empatía.
¿Hay en el libro algún otro elemento narrativo que destacarías?
Por
supuesto hay muchos temas que subyacen: la duda respecto a la existencia o no
del destino, la fe o el escepticismo, la paternidad, la dedicación de un
psicopedagogo, la necesidad del ser humano de buscar explicaciones tangibles
para hechos que no puede comprender... Y claro, también hay un secreto, la
particular mochila del protagonista, cuya personalidad vamos conociendo poco a
poco.
No es un libro para desgajar datos clínicos. Se intuye que la
pretensión de la novela es ofrecer una visión tierna, casi poética, de una
realidad muy difícil. No obstante, hay algunas anécdotas muy interesantes, por
ejemplo la de una niña que nunca ha hablado.
Sí,
la página que lleva por título La voz de
Ana. Quizá a algún lector le parezca una osada licencia de la imaginación,
algo increíble o al menos muy poco probable en el mundo real. Pero precisamente
ese pasaje está inspirado en un hecho verídico experimentado por el terapeuta
Bruno Bettelheim.
Una última pregunta. ¿La portada es obra tuya?
Sí,
suelo diseñarlas yo. Es un capricho personal, y en esta ocasión reconozco que
no ha sido nada fácil. Recuerdo la leyenda china del artista al que el
emperador le encargó pintar un cangrejo, el mejor cangrejo jamás pintado. De vez
en cuando el mandatario le preguntaba por el trabajo, pero el artista le daba
largas. Diez años dedicó a pensar cómo realizar el encargo, trabajo que
finalmente realizó de un solo trazo, en un gesto o impulso medido. Si el
proceso de maduración del libro ha sido largo, también lo ha sido éste: he
tardado esos mismos doce años en lograr condensar en una imagen la esencia del
libro. De vez en cuando pensaba en ello. Y al final, cuando la visualicé
mentalmente, la confeccioné en unas dos horas. Ha merecido la pena esperar. A
mí me parece sugerente y sutil, emotiva pero a la vez con un informal toque de
simpatía.
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