Título: Acantilados de Howth 
Autor: David Pérez Vega
Editorial: Baile del Sol 
Año de publicación: 2010
Páginas: 184
ISBN: 9788415019176
Acantilados de Howth es la primera novela del madrileño David Pérez Vega y ha llegado a mis manos gracias a la generosidad de la editorial Baile del Sol,
 por lo que aprovecho para darles las gracias. Si he de ser sincera, no 
esperaba demasiado de esta obra que, sin embargo, me ha sorprendido y me
 ha entusiasmado tanto que solo me ha durado dos días. 
A través de saltos entre el pasado y el presente la novela nos cuenta la historia de Ricardo, un madrileño que trabaja como contable en una multinacional del Campo de las Naciones. A sus 30 años, con más kilos y menos pelo de lo que a él le gustaría, pasa sus días entre la oficina, donde intenta integrarse y llevarse bien con sus compañeros sin llegar a intimar demasiado con ellos y su casa de Alcorcón, donde vive con Isabel, su mujer.
Sin
 embargo, ni su trabajo ni su matrimonio son como él esperaba. Por culpa
 de su jefe y de los auditores trabaja muchas más horas de las que le 
hubiera gustado y cobra mucho menos de lo que había imaginado. Pero no 
todo es negativo. Las horas extras le permiten llegar muy tarde a casa y
 reducir así la convivencia con Isabel al mínimo. Entre semana casi no 
se ven, no hablan, no hacen el amor. Y los fines de semana los pasan en 
los centros comerciales junto a Marta, la hermana de Isabel, y Roberto, 
su marido, cenando y yendo al cine. Así ha transcurrido su primer año de
 matrimonio. 
A
 Ricardo no le gusta pensar en el futuro, no le gusta hacer planes. 
Prefiere dejarse llevar, vivir el presente sin pensar en nada más. Le 
gusta ser libre, sentir que tiene todas las alternativas, las puertas y 
los caminos a su disposición. Le gusta ser joven. Por eso, en vez de 
salir con sus compañeros de trabajo, prefiere seguir viendo a sus amigos
 del barrio de Móstoles en el que nació y creció y en el que todavía 
viven sus padres, a sus compañeros de instituto y a los de universidad. 
Porque,
 para alargar su vida de estudiante, esa etapa relajada, sin 
preocupaciones, sin agobios ni problemas, esa época llena de diversión, 
de juergas, de alcohol, de drogas y de putas, Ricardo estudió dos 
carreras, primero Administración y Dirección de Empresas y luego 
Económicas en la Universidad Carlos III de Getafe. 
Y
 cuando por fin terminó de estudiar, sopesó las oportunidades que se 
abrían ante él. Algo dentro le decía que debía hacer lo mismo que sus 
compañeros de facultad: buscarse una novia, echar currículums, buscar un
 trabajo, ganar dinero, comprar una casa, hipotecarse. En definitiva, 
lograr la estabilidad, encontrar una persona y un lugar con los que 
pasar el resto de sus días. 
Pero
 Ricardo no se veía entonces, a sus 24 años, capaz de vivir así, 
vistiendo cada día un traje y una corbata que le ahogarían y le 
asfixiarían sin dejarle respirar, ni vivir, ni ser él mismo. Por eso 
decidió marcharse a Dublín para aprender inglés durante seis meses. Para
 aplazar lo máximo posible su entrada en el mundo laboral, el mundo 
adulto, la vida real. 
Esos
 seis meses se convirtieron en dos años y medio en los que Ricardo se 
olvidó de Madrid, de su familia, de Raquel, su novia de la universidad e
 incluso de que quería ser poeta y de que hacía unos años había ganado 
un premio de poesía en Segovia. Durante el tiempo que vivió en Irlanda 
Ricardo solo pensó en vivir cada día como si fuese el último. Cada día 
tenía un nuevo trabajo: en una fábrica de telas, fregando platos e 
incluso en un matadero. Hasta que por fin consigue un empleo en un 
taller de IBM. Tiene un sueldo más o menos decente y tiempo para 
exprimir todo lo que le ofrece esa ciudad. 
A
 Ricardo tampoco le importa vivir en muchos pisos compartidos distintos.
 Conoce a jóvenes españoles, pero también de prácticamente todos los 
países del mundo. Y también conoce a chicas, como Betty, una irlandesa 
rica, una niña mimada con un BMW rojo que trata a los chicos como 
juguetes de los que se encapricha. 
Pero,
 sobre todo, conoce a Ula, una joven polaca que, poco a poco, se 
convierte en mucho más que un rollo de una noche. Cuando llegó a 
Irlanda, Ricardo no sabía para qué había ido, qué estaba buscando en 
Dublín, pero ahora sí sabía qué le retenía allí y le impedía volver a 
Madrid. Esa joven polaca con la que comparte su afición por la 
literatura y con la que descubre los rincones más hermosos de Irlanda. 
Como
 los acantilados de Howth, un pequeño pueblo pesquero situado al norte 
de la bahía de Dublín. Será allí precisamente donde Ricardo lo comprenda
 todo. Entenderá que quizá no sepa lo que quiere, pero sí tiene muy 
claro lo que no quiere. Ya no quiere irse de putas, salir de juerga con 
sus amigos y perder el control por culpa del alcohol y de las drogas, ya
 no quiere polvos de una noche ni tampoco quiere viajar más con sus 
amigos, como aquel viaje que hicieron a Ámsterdam y en el que lo único 
que hicieron fue colocarse con porros, cervezas y setas alucinógenas que
 les jugaron una pala pasada. Pero tampoco quiere ser un ejecutivo de 
traje y corbata, casarse, hipotecarse y atarse de por vida. Ni volver a 
Madrid para vivir nuevamente en casa de sus padres. 
Él
 solo quiere estar con Ula, porque ella representa su juventud, los años
 más felices de su vida, los que pasó en Irlanda, ella simboliza todos 
sus sueños, anhelos y deseos que no se ha atrevido a hacer realidad, 
ella encarna todas esas puertas, caminos y alternativas que no ha tenido
 el valor de seguir. Pero, sobre todo, ella significa el paso de la 
juventud a la edad adulta. 
Porque
 Irlanda, Dublín y Ula solo eran un juego, alto temporal, pasajero, no 
eran definitivos, no eran la vida real. Y cuando finalmente Ricardo 
logre comprender todo esto, su Peter Pan se marchará para siempre 
saltando desde los acantilados de Howth.

Muchas gracias por publicar mi reseña en vuestro blog y, por supuesto, muchas gracias también por darme la oportunidad de descubrir a este autor y leer una novela que me ha gustado tanto. Un saludo.
ResponderEliminargracias a ti, por tu labor, creemos fundamental, para las editoriales que no tenemos acceso a los grandes medios de difusión cultural. saludos
ResponderEliminarHola:
ResponderEliminarMuchas gracias a todos:
Editores de Baile: vais a tener que nombras a Goizeder mi representante. Defiente mi libro mejor que yo.
saludos