Realismo de extrarradio y surrealismo absurdo se dan la
mano para crear un libro de relatos fascinante, triste, divertido y
sorprendente
Antonio Paniagua indaga en el dolor por la hermana muerta,
la soledad y la frustración en un ‘Un abrigo con hombreras’
Los niños comienzan por amar a los padres, luego los
juzgan y, algunas veces, hasta los perdonan, decía Oscar Wilde. Y esta parece
ser la intención de Antonio Paniagua con estos cuentos; una revisión de la infancia desde el perdón
de la madurez. Hay mucho de perdón, sí, pero también de juicio crudo, y de
humor, a veces muy negro, y de frustración y de dolor, y de miedo.
El libro de relatos Un
abrigo con hombreras (Baile del Sol) está claramente diferenciado en dos
partes. Dos estilos, dos propuestas estilísticas completamente opuestas que,
sin embargo, de una forma profunda, se complementan. Una primera parte realista
que podría tener mucho de autobiográfico y una segunda parte de cuentos
surrealistas y enloquecidos que parecen
consecuencia inevitable de una realidad previa demasiado oscura de la
que se quiere escapar.
La primera parte se compone de tres cuentos que se
entrelazan y que relatan la infancia, la adolescencia y primera juventud de un
chaval de extrarradio madrileño de los años setenta. Sus primeros escarceos con
el sexo opuesto, la compleja relación con sus amigos y su entorno, su primer
amor no correspondido, y, sobre todo, la relación con su madre, una madre
omnipresente, fuerte, dominante, víctima también de sí misma. Son tres cuentos
que con el estilo barroco de Paniagua se
transforman en una suerte de tragedia clásica suburbana. Qué mayor tragedia.
Tres cuentos que son como tres puñaladas, donde no hay clemencia por los
personajes, ni siquiera por ese niño indefenso, tímido, extrañado en un mundo
que no entiende.
Tanto en el primer cuento, el que da nombre al libro, como
en el segundo, Humo, se relata la
adolescencia de Paco y, sobre todo, la influencia de la madre y su sentimiento
trágico de la vida que lo contamina todo. Una madre factótum de la familia, una
hermana con síndrome de Down y un padre que ha tirado hace mucho la toalla y
que encontrará una solución desesperada para escapar. Y es esa tragedia que envuelve el día a día,
la que el autor trufa de un impío humor negro que no se detiene ante nada, y
también de momentos inolvidables, desternillantes unos por la vuelta de tuerca
de lo cotidiano, dolorosos otros, en los
que el lector se sentirá profundamente identificado con el desvalimiento del
niño que fue el narrador.
En Teresa o la
combustión interna,
Paco está ya en la universidad y es víctima consentida de una compañera de
clase por la que bebe los vientos, una atractiva manipuladora que lleva a Paco por la calle de la amargura
y que, a golpe de desengaños, convertirá al adolescente triste en un hombre
preparado para los avatares que le esperan en la vida adulta.
Consecuencia inevitable de estos tres cuentos son los que
se recogen en la segunda y tercera parte del libro. El autor rompe ataduras, se
lanza al abismo, conjuga un derroche de fantasía, de imágenes poderosas, de
situaciones surrealistas, y nos sumerge en un universo de personajes
frenéticos, víctimas o verdugos de las más sorprendentes circunstancias.
Así, se asiste fascinado a los lances taurinos de un torero
del Bronx, a la lucha del empleado sin nombre para conseguir un lugar en la
palangana de quisquillas donde retozan los pies de su jefe, a la conversación
de un muerto reciente con su abuelo en la tumba que comparten, al periplo del
hombre que se cortó la mano en busca de atención en un mundo sordo y ciego, al
maravilloso viaje de un hombre diminuto por los recovecos de una mano, o a la
odisea diaria de una cerda convertida en animal de compañía.
Personajes dementes en un mundo racional o quizá personajes
que buscan un lugar imposible en un mundo delirante.
Este es el tercer libro de Paniagua, quizá el más personal, pero que comparte con
sus dos anteriores, las novelas Amputados
y Corriente alterna un estilo suculento, ornamentado, un uso generoso del adjetivo
siempre justo, un gusto especial por las imágenes, las atmósferas envolventes y
las descripciones precisas como un bisturí.
A Antonio Paniagua le gusta el lenguaje y lo conoce, lo mima, lo utiliza
sin prejuicios y eso se nota en cada página de este incalificable libro de
relatos que son memoria y relato, realidad y ficción.
SOBRE EL AUTOR
Antonio
Paniagua (Madrid, 1966) es escritor y periodista. En 1999 quedó finalista del
premio ‘La sonrisa vertical’ con el libro de cuentos ‘Allegro nada moderato’,
obra del colectivo Cori Ambó. Ha
publicado las novelas ‘Amputados’ (2003), que quedó finalista del premio
‘Ojo Crítico’, y ‘Corriente alterna (2008)’.
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