martes, 28 de julio de 2015

UN ABRIGO CON HOMBRERAS

Realismo de extrarradio y surrealismo absurdo se dan la mano para crear un libro de relatos fascinante, triste, divertido y sorprendente

Antonio Paniagua indaga en el dolor por la hermana muerta, la soledad y la frustración en un ‘Un abrigo con hombreras’


Los niños comienzan por amar a los padres, luego los juzgan y, algunas veces, hasta los perdonan, decía Oscar Wilde. Y esta parece ser la intención de Antonio Paniagua con estos cuentos;  una revisión de la infancia desde el perdón de la madurez. Hay mucho de perdón, sí, pero también de juicio crudo, y de humor, a veces muy negro, y de frustración y de dolor, y de miedo. 
El libro de relatos Un abrigo con hombreras (Baile del Sol) está claramente diferenciado en dos partes. Dos estilos, dos propuestas estilísticas completamente opuestas que, sin embargo, de una forma profunda, se complementan. Una primera parte realista que podría tener mucho de autobiográfico y una segunda parte de cuentos surrealistas y enloquecidos que parecen  consecuencia inevitable de una realidad previa demasiado oscura de la que se quiere escapar.  
La primera parte se compone de tres cuentos que se entrelazan y que relatan la infancia, la adolescencia y primera juventud de un chaval de extrarradio madrileño de los años setenta. Sus primeros escarceos con el sexo opuesto, la compleja relación con sus amigos y su entorno, su primer amor no correspondido, y, sobre todo, la relación con su madre, una madre omnipresente, fuerte, dominante, víctima también de sí misma. Son tres cuentos que con el estilo barroco  de Paniagua se transforman en una suerte de tragedia clásica suburbana. Qué mayor tragedia. Tres cuentos que son como tres puñaladas, donde no hay clemencia por los personajes, ni siquiera por ese niño indefenso, tímido, extrañado en un mundo que  no entiende.
Tanto en el primer cuento, el que da nombre al libro, como en el segundo, Humo, se relata la adolescencia de Paco y, sobre todo, la influencia de la madre y su sentimiento trágico de la vida que lo contamina todo. Una madre factótum de la familia, una hermana con síndrome de Down y un padre que ha tirado hace mucho la toalla y que encontrará una solución desesperada para escapar.  Y es esa tragedia que envuelve el día a día, la que el autor trufa de un impío humor negro que no se detiene ante nada, y también de momentos inolvidables, desternillantes unos por la vuelta de tuerca de lo cotidiano,  dolorosos otros, en los que el lector se sentirá profundamente identificado con el desvalimiento del niño que fue el narrador.
En Teresa o la combustión interna, Paco está ya en la universidad y es víctima consentida de una compañera de clase por la que bebe los vientos, una atractiva manipuladora  que lleva a Paco por la calle de la amargura y que, a golpe de desengaños, convertirá al adolescente triste en un hombre preparado para los avatares que le esperan en la vida adulta.
Consecuencia inevitable de estos tres cuentos son los que se recogen en la segunda y tercera parte del libro. El autor rompe ataduras, se lanza al abismo, conjuga un derroche de fantasía, de imágenes poderosas, de situaciones surrealistas, y nos sumerge en un universo de personajes frenéticos, víctimas o verdugos de las más sorprendentes circunstancias.
Así, se asiste fascinado a los lances taurinos de un torero del Bronx, a la lucha del empleado sin nombre para conseguir un lugar en la palangana de quisquillas donde retozan los pies de su jefe, a la conversación de un muerto reciente con su abuelo en la tumba que comparten, al periplo del hombre que se cortó la mano en busca de atención en un mundo sordo y ciego, al maravilloso viaje de un hombre diminuto por los recovecos de una mano, o a la odisea diaria de una cerda convertida en animal de compañía. 
Personajes dementes en un mundo racional o quizá personajes que buscan un lugar imposible en un mundo delirante.
Este es el tercer libro de Paniagua,  quizá el más personal, pero que comparte con sus dos anteriores, las novelas Amputados y Corriente alterna un estilo suculento, ornamentado, un uso generoso del adjetivo siempre justo, un gusto especial por las imágenes, las atmósferas envolventes y las descripciones precisas como un bisturí.  A Antonio Paniagua le gusta el lenguaje y lo conoce, lo mima, lo utiliza sin prejuicios y eso se nota en cada página de este incalificable libro de relatos que son memoria y relato, realidad y ficción.






SOBRE EL AUTOR

Antonio Paniagua (Madrid, 1966) es escritor y periodista. En 1999 quedó finalista del premio ‘La sonrisa vertical’ con el libro de cuentos ‘Allegro nada moderato’, obra del colectivo Cori Ambó. Ha  publicado las novelas ‘Amputados’ (2003), que quedó finalista del premio ‘Ojo Crítico’, y ‘Corriente alterna (2008)’.

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