Pedro Medina
Este mes leímos una novela que anduvimos buscando por mucho tiempo, pero nos fue imposible encontrarla en las librerías de Miami —falta que les hace este buen libro, por cierto— hasta que, finalmente, Amazon la puso en formato E-Book. A la autora, Ana Vidal Egea, no es necesario hacerle mayor presentación. Sus datos biográficos se encuentran un click más arriba, en la sección Escritores Invitados – Estados Unidos, y si se quiere conocer una poco más de ella, hay que leer Noches árticas, su primera novela, una historia biográfica en la que la autora nos cuenta su experiencia en Finlandia durante el tiempo que hizo su tesis doctoral en Literatura.
A ella la despide su novio en un aeropuerto de España, la acompaña hasta verla perderse en el hormiguero de gente que arrastra maletas rumbo a la puerta de embarque, y en Finlandia, ese país frío y ajeno, conoce a “un joven alto, muy delgado, de ojos grandes, brillantes, oceánicos. El pelo oscuro, corto y revuelto, los labios carnosos y la boca grande”… Adriano. Las tardes de café y libros y las noches de bares entre estos dos jóvenes no tardarán en llevar su amistad hacia una relación dependiente y obsesa, incluso mórbida, cuyo freno al desencadenamiento de los insitintos será la desviación sexual de Adriano. Estas últimas líneas que escribe la autora antes de poner el punto final representan perfectamente todo lo que encierran las páginas de la historia: “Abandoné Finlandia con la certeza de no volver ahí jamás. No decir nada acerca de lo que hice ahí, de lo que sentí, de lo que callé”.
Noches árticas es una novela que se lee de una sola sentada, pero no por ligera sino por atrapante. La gran artífice de esta obra es la prosa poética. La autora ha sabido valerse de ella para crear una atmósfera muy intensa y potente entre sus páginas:
Solo podemos permitirnos matar con el pensamiento. Nuestro mundo está lleno de gente muerta. La memoria es un cementerio con el que nos alimentamos para seguir viviendo. Nos volvemos desmemoriados cuando no queremos existir más.
Yo creo que en el fondo el amor debe ser una lucha constante y larga en la que nadie venza.
Yo creo que el cuerpo es la mayor parte de las veces una exhibición de nuestra debilidad que no podemos esconder.
Los meses, los años que se fueron desnudando, las líneas de sus manos, el humo en la habitación, el colchón en el suelo, sus discos, los bancos de madera, mis cuadernos, el café de las mañanas. Cada vez se hacía más atroz el miedo a estar tan mezclados y olvidarnos de quiénes éramos antes de ser nosotros.
¿Qué le hubiéramos cambiado a Noches árticas? Pensamos en un mayor desarrollo al conflicto de la relación entre la protagonista y el novio que dejó en España. Si bien él resulta un personaje secundario, nos parece que este punto queda un poco débil. De esta manera quizás hubiera cambiado ese aire algo visceral que se respira a veces en la novela por otro un poco más literario. Y, además, hubiera servido para sacar al lector un poco de la misma escena constante entre la protagonista y Adriano. Así y todo, Noches árticas es, definitivamente, un muy buen debut de esta escritora española.
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