Ediciones Baile del Sol, 2011 , 442 páginas
Del
accidente de Palomares poca información se tiene más allá de la
anécdota de ese baño histórico que se dio Fraga Iribarne, con un bañador
antediluviano, y la afirmación sesgada de que las bombas atómicas que
perdieron frente a ese pueblo de Almería los B52 de las fuerzas armadas
norteamericanas eran inocuas y no causaron daños, algo que nadie se
creyó en su momento y menos los directamente afectados.
Fernando Martínez López
recupera ese suceso lejano y lo noveliza, pero no sólo se limita a
hacer una pormenorizada relación del accidente, en el que perecieron
siete tripulantes de las naves siniestradas, sino que, con una gran
ambición por su parte, construye una intriga en la que Palomares sigue
aportando víctimas a causa de sus niveles de radiación, dos personajes
del pasado se vuelven a ver las caras (el alemán Karl Braum,
traumatizado por los bombardeos aliados de Dresde y residente en el
pueblo almeriense, y el norteamericano Daniel Williamson, que lo capturó
y es, en Palomares, el general al mando de las tareas de supervisión de
la zona); desaparecen misteriosamente dos de los habitantes del pueblo,
por culpa de unos documentos secretos que se perdieron en el vuelo, la
carpeta de combate, y los descendientes de esos dos hombres viven
secularmente enfrentados.
La arquitectura narrativa de El mar sigue siendo azul es perfecta, y eso tiene mérito al tratarse de una novela tan extensa como ésta. A lo largo de sus más de 400 páginas, Martínez López va
alumbrando sucesivas subtramas, que se complementan, para ofrecer al
lector una aproximación al desastre nuclear, en el que el gobierno de
EEUU ninguneó a la dictadura franquista, y nos muestra el factor humano
del suceso, más allá del accidente en sí: la forma en que cambió para
siempre la forma de vida de ese tranquilo pueblo de la costa de Almería.
En
cuanto al vehículo literario sólo decir que es perfecto, que no tiene
fisuras, porque todas sus piezas encajan, que la documentación, extensa y
fidedigna, se digiere perfectamente por lo bien imbricada que está en
la trama, y que el autor demuestra agilidad a la hora de crear
personajes de todo tipo, edad y condición (Pedro Fenoy Sánchez, Antonia
Salcedo, Diego Parra, Consuelo, Rodrigo, Gines Parra, Rocío...) en una
narración que se distingue por su coralidad.
Nos encontramos, pues,
ante una novela cuidada al detalle, primorosamente bien escrita y que
revive unos acontecimientos olvidados que cambiaron la vida de Palomares
aquel día fatídico. Y la postrer víctima de las bombas se produce en el
último renglón de la novela con el que el autor pone el broche final.
En
un pueblo del sur de España que perdió su anonimato para siempre por la
caída de las armas de guerra más destructivas que el ingenio humano
había diseñado.Una novela recomendable, a la que sólo le
pondría una pega (el lector querría saber más del enfrentamiento
Braum/Williamson, que queda en apunte), y un autor al que no hay que
perder de vista porque nos dará nuevas alegrías literarias.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
http://lasoledaddelcorredordefondo.blogspot.com/2012/02/cine_25.html
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