recientemente publicado en castellano
por la editorial Baile del Sol.
Jibril es un joven de 29 años, de origen yibutí pero residente en Canadá. Contratado por una agencia de información, debe regresar a su país para “una misión”: se trata de una semana de trabajo y un buen puñado de dólares a cambio. “Mi función es tantear el terreno para cerciorarme del grado de seguridad y certificar que los terroristas están bajo control”. Podría ser el inicio de un best seller de intriga o una novela de aventuras, pero este libro no es ninguna de estas las dos cosas.
En los islotes del Diablo, frente a Yibuti, otro joven, 29 años, fanático al servicio del Maestro y “un muyahid de la primera hornada”, en sus propias palabras, controla los movimientos de Jibril allá donde va, a pesar de encontrarse internado en una prisión de máxima seguridad.
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Entre ambos, un fuerte lazo que une sus pasados. Y en el camino, un elemento común que hace lo propio con sus presentes: el filósofo Walter Benjamin.
Un viaje de trabajo que se convierte, muy a pesar de Jibril, en un retorno al pasado, a su más tierna infancia, al recuerdo del abuelo tierno y afectuoso, a aquella madre de la que no recibió “ni un gramo del afecto que buscaba” y a ese hermano del que nunca volvió a saber nada.
Un libro en el que se mezcla la más vibrante actualidad, -el proyecto de construcción del puente más largo del mundo, que unirá las costas de Djibouti y Yemen- con la historia colonial del país, -desde que franceses y británicos se disputaran la zona en 1890 hasta su independencia en 1977- , pasando por el atentado contra el barco estadounidense USS Cole o la historia de los judíos y yemenitas que fueron enviados a Israel en agosto de 1949.
Pero ni mucho menos se trata de un libro de Historia; ni siquiera de una novela histórica. Es una novela de ficción en la que destaca sobre todo la heterogeneidad en la escritura. Una difícil miscelánea muy bien conseguida en la que las reflexiones filosóficas se entremezclan con escuetas notas técnicas; las leyendas y los poemas se superponen al diario puramente descriptivo del investigador y los sentimientos se enfrentan al pensamiento práctico del protagonista. Un libro a dos voces en el que es uno de los protagonistas el que nos descubre los secretos del otro, y viceversa. Dos puntos de vista sobre el mismo tema y un misterioso escrito dirigido a Walter Benjamin que termina por unirlo –o perturbarlo- todo.
Pasaje de lágrimas, publicado por la editorial Baile del Sol en su Colección África es el último libro de Abdourahman A. Waberi, escritor de Yibuti perteneciente a la generación más joven de autores africanos y que es sin duda el gran referente en las letras de su país. “No porque yo sea genial”, dice, “sino porque Yibuti es un país pequeño, allí no hay escritores”.
Polifacético -ha escrito novela, poesía, ensayos y crítica literaria- y prolífico, Waberi publicó en 1994 su primer libro, Le pays sans ombre, una compilación de textos en los que trata sobre su país natal. Pronto llegaría Cahier nomade (1996), que obtuvo el Gran Premio de Literatura de África Negra y la novela Balbala, con la que terminó de cerrar esta especie de trilogía dedicada a Yibuti. El año pasado, Waberi coordinó el libro colectivo “Hijos del balón”, una compilación de textos surgidos al calor de la primera Copa del Mundo organizada en tierra africana, la que se celebró en Sudáfrica en 2010.
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El autor, que nació en 1965, se define como un “escritor de la fuga y la distancia”, porque lleva ya veinte años viviendo en Francia, país al que fue para estudiar Literatura inglesa y donde terminó por asentarse. Allí, durante las dos últimas décadas, ha escrito también en multitud de periódicos y revistas francesas analizando la actualidad y creación literaria de su país y del resto de África.
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