En
Canarias, no solo desde las profundidades submarinas surge el azufre: la cosecha
negra también prosigue arrojando materiales diversos a la
superficie.Hace apenas un par de semanas se presentaba
La sombra del
minotauro, de
Antonio Lozano y ahora, cuando está en proceso de edición Si le digo, le
engaño, un
noir de Carlos
Álvarez, aparece en las librerías El fondo de los
charcos, de
Javier Hernández
Velázquez.
La de Hernández es una novela populosa no solo en
personajes, sino también en argumentos y en géneros. Transcurre, principalmente,
en tres momentos históricos diferentes y, a cada uno de ellos corresponde una
novela distinta, que se entrevera con las otras a través de un tipo de pasado
oscuro y futuro incierto llamado Héctor Vázquez, a quien seguimos por una Santa
Cruz de Tenerife espectral.
Por un lado, tenemos una novela negra perfectamente
contemporánea, en la que hay crímenes, desapariciones misteriosas, una
investigación policial y un juego de conspiraciones y verdades a medias. Por el
otro, hay una novela acerca de lo que se dio en llamar la Facción Surrealista de
Tenerife, la vanguardia histórica que fue una de las punta de lanza del arte y
la literatura de la II República Española, aglutinada en torno a Gaceta de Arte
y que fue cercenada por el Golpe de Estado de 1936. Este es, por cierto, un
filón poco explorado y muy interesante, pues estos guerrilleros culturales
organizaron, entre otras cosas, una muestra (creo que la primera en España) de
Arte Surrealista en Tenerife en la primavera de 1935: se trajeron en un barco
platanero a André y Jacqueline Breton y a Benjamin Perét y obras de Miró,
Picasso, Gris, De Chirico, Dalí y muchos otros. Por supuesto, su grupo fue
disuelto a patadas el 18 de julio: encarcelados, deportados, exiliados o
disfrazados de falangistas de última hora, sus miembros se diseminaron por medio
mundo, en el mejor de los casos, o acabaron en el fondo del mar metidos en un
saco, como el más joven de ellos, Domingo López Torres, uno de cuyos versos toma
prestado Hernández para dar título al libro.
Por último, pero dando cohesión a toda la novela, la
historia de una familia perteneciente a la burguesía santacrucera, los Sonseca,
cuyo patriarca es una especie de gozne entre los Alzados y los vanguardistas y
estará involucrado en el renacimiento cultural que prefigura la postmodernidad
en épocas de la Transición.
Así pues,
una novela negra, una novela de los primeros días de la guerra y una novela
sobre la transición. Los puntos de confluencia de estas tres historias son dos
hechos delictivos que habrán de ser investigados por Héctor Vázquez: el
asesinato de Víctor Sonseca, el nieto del patriarca de esa familia, y el robo de
El señor de las
tribulaciones, una valiosa talla que estuvo en manos de este
último.
A lo largo de esa investigación, Vázquez se
reencontrará con ese fantasma del pasado que fue el viejo Antonio Sonseca, pero
también con otros fantasmas bastante más corpóreos, como la abogada Carla
Bernal, la viuda de Víctor, o la seductora y peligrosa Cristina Weber, una
escritora y ladrona de obras de arte de ascendencia irlandesa.
Javier
Hernández Velázquez es autor de otras dos novelas, Factótum y
La identidad fragmentada, que las
vicisitudes editoriales hacen muy difíciles de conseguir hoy. Más accesible es
Los días prometidos a la
muerte, un volumen de relatos aparecido en 2010 que supone
un buen aperitivo a El
fondo de los charcos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario