Publicado el Lunes 7 de noviembre de 2011, a las 10:28
Ana Pérez Cañamares en El Tren Vertical
Foto: Julio Castro
Julio Castro – laRepúblicaCultural.es
Mientras Alfonso López la presenta al inicio del evento poético ella se entretiene con una miniatura de criatura que anda jugando muy tranquila por allí, entre la gente, y llamando la atención de todo el mundo (la hija de la bailarina Lucía Marote), y Ana que prometía estar nerviosísima esta noche, realmente en ese momento se encuentra en otro mundo, el de esta niña, que seguramente es más cercano a su creación poética que el del resto de asistentes.
Cuando terminan de presentarla y se sienta a leer ante un barril de cerveza, donde ha posado sus montañas de libros de diversos autores y autoras, con señales entre las páginas, tarda un rato en descubrir que no cabe en ese hueco, en este lugar lóbrego en el que nos reunimos: “con permiso, me voy a espatarrar, porque no entro bien aquí”, dice, pero cuando le hacen hueco para que se acomode, aclara “gracias, (pero en realidad estaba más cómoda de la otra manera)”. Es parte de su continuo humor en el que mezcla los modos con las palabras, igual que hace en sus textos.
Si a Ana Pérez Cañamares le quitamos el dulce gesto de la cara, o la expresión de niña traviesa, nos queda un personaje auténtico, de esos que siempre he pensado que están al otro lado de los libros que me gustan, de la literatura o de la narrativa que tiene un interés. Cuando la leo en sus blog y demás, me parece una mujer que, con su tremenda inocencia en el modo de exponer las cosas, está más cercana al análisis profundo de la realidad que la mayoría.
Y es que la Cañamares, pertenece a esa generación de escritoras honestas que, como su compañera de letras y libros, Inma Luna, han aprendido en la vida a conquistar lo que realmente descubrieron que eran y querían ser, y lo han hecho cuando ya tenían uso de razón (bueno, si es que lo tienen).
Dice Ana que va a leer poemas más de vida, ya que ha dedicado un gran esfuerzo últimamente a las cuestiones más políticas, pero, en definitiva, no es posible disociar ambas cosas, así que todo se imbrica a lo largo de la noche… quizá el único que se sale más de la línea es el que le dedica a su pareja: “no me gusta leer poemas de amor, pero por una vez y ya que ha cargado con los libros hasta aquí…”
En un recital cargado de significado, en el que comienza con David González “el poeta que leía cuando empecé”, y seguirá con un recorrido muy diverso de hombres y, sobre todo, mujeres poetas que dan un hondo sentido de lucha a sus letras (sean de vida o de lo que sea), para continuar con otros poemas suyos. La selección incluye a Sharon Olds, Yehuda Amijai, Wislawa Szymborska, Harri Martinson, Jorge Riechman… algún@s son guías en sus lecturas y textos, pero, sobre todo, marcan un cariz en la forma y en los contenidos. No puede faltar como referencia final el reciente premio Nóbel Tomas Tranströmer.
Pero pasada la montaña de libros con marcas de esa tabla sobre el barril que está frente a ella, los papeles manuscritos y sus libros, que son la parte más esperada, cobran protagonismo. Y es que la escritora está a punto de publicar su nuevo trabajo que, ya desde el título, asegura comprometer y envolver a quienes lo lean o lo escuchen Las sumas y los restos, que parece muy apropiado en esta época de crisis en lo económico y de unión en lo social, y que seguramente traerá mucho de su traslado a lo personal. Por supuesto, la autora no deja de citar algo de su Alfabeto de cicatrices (Baile del Sol, 2010), que cuenta ya más de un año publicado, y que ya en su arranque con ese Perdonadme que ahora juegue, es ya una declaración de intenciones y de postulado ante la vida, pero que también deja enormes huecos para la duda filosófica de las intenciones, en gestos tan sencillos como: Tú pones la comida / para los gatos callejeros; / pero no sabes si son / las ratas las que dejan el plato vacío.
Un recital intenso, en el que la influencia del pasado y el presente nos deparan un nuevo trabajo de la escritora tinerfeña. Ana es como escribe, y la escritura de su poesía es como ella, así que merece la pena escucharla de primera mano, sin la intermediación de uno mismo, pero en su defecto, las páginas impresas la recogen muy bien.
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