ALFONSO COST.
Quién no recuerda aquella sensación de sorpresa y sana impotencia que los lectores prematuros (permítaseme la expresión) experimentábamos cuando caía en nuestras manos un libro que nos abría la conciencia a grandiosos e inimaginables mundos.
No hablo de libros de ciencia ficción, ni de literatura de viajes, ni de sesudos y bien argumentados ensayos. Hablo de aquellas novelas que de forma inesperada nos precipitaban en un torbellino de conocimientos nuevos, enriqueciendo nuestro aún corto bagaje e incluso, a veces, llevándonos tan al límite de la emoción que nos privába por momentos de la propia capacidad de respirar.
Precisamente entre lo mucho que hay que agradecer al escritor Ricardo Reques por escribir una novela como La Rana de Shakespeare (Ed. Baile del Sol, 2018), sin duda está el habernos devuelto aquel raro hechizo haciéndonos sentir durante la lectura dulcemente confusos. Sí, y lo hace porque el singular escritor, naturalista, y editor, Ricardo Reques, emplea en ésta, su primera novela, toda su solvencia literaria adquirida durante años en las cocinas del relato corto, para pergeñar esta historia preñada de minuciosas acotaciones científicas y detalladas descripciones de escenarios que son transitados por personajes construidos con abundante riqueza descriptiva y fina agudeza sicológica.
Con un armazón lineal, claro, y sin subterfugios, no exento de una considerable carga poética, Reques narra desde la extradiegética un viaje por el Gran Chaco, en el norte de Argentina, donde el protagonista, un reconocido e introvertido herpetólogo de nombre omitido, inicia una aventura que encuentra justificación en la posibilidad de que los anfibios de todo el planeta puedan estar en peligro de extinción por culpa del cambio climático.
Acompañado por varios científicos locales, el protagonista, enamorado en secreto de Libelia, una postdoctoral de Madrid adscrita a su proyecto de investigación, inicia la larga singladura física e intelectual que le llevará a los lugares más alejados e inhóspitos de la región y de su propia mente:
«El mundo es del tamaño de lo que recorres, su extensión se limita a lo que has visto y vivido. Nada más. Pero no es todo lo que recorres, solo lo que recuerdas de ese recorrido (pag.21)»
Sus inclinaciones, obsesivas a veces, tanto hacia los batracios como hacia sus compañeras femeninas, son los dos ejes sobre los que pivota la naturaleza del protagonista. Sus frustrados deseos carnales, tan perversos y tan inocentes a la vez, construyen célula a célula al antihéroe, a la sombra —quizás «a la luz»— de Vogli, un alter ego literario, que se entretiene desde la lejanía en ilustrar, vía SMS, a nuestro personaje con citas narrativas en las que las ranas, los sapos, y demás criaturas anfibias, tienen una presencia más o menos acertada. Aunque la voz del protagonista es la más audible, la sensación de coralidad asimétrica no es ajena a la narración ya que los personajes periféricos son los que poseen los resortes que hacen girar la acción en uno u otro sentido una vez reinterpretados por la febril percepción del protagonista. Así iremos asimilando las personalidades de la sensual Teresa, de Alcadio, de Felisberto, de Yaci… o incluso del novio de Libelia (que tanto se parece a Wittgenstein).
La novela, en suma, tan plagada de humedales verdes como de referencias literarias a autores como Bolaño, Vila Matas, Quiroga, Joyce, Coetzee, Dickinson… incluido, cómo no, el propio Shakespeare, es un canto bifronte a la Naturaleza y a la Literatura al que el lector ha de enfrentarse como en un ejercicio experimental de permeabilidad controlada. Lejos de la novela considerada de evasión, La rana de Shakespeare reclama un espacio propio, quizás endémico, en el que invadir al viajero libre de prejuicios hasta convertirlo en un lector serio y exigente, tal vez como cuando éramos niños y nos decíamos tras una intensa lectura: «Hoy el mundo se ha estirado para hacerse un poco más grande (pag. 21)».
Ricardo Reques es Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de Córdoba, crítico literario, escritor y editor. Posee más de medio centenar de publicaciones entre textos científicos y literarios. De este segundo ámbito cabe destacar sus obras Fuera de Lugar (ed. DePapel, 2011), El Enmendador de corazones (ed. Alhulia, 2011), Piernas fantásticas (ed. Adeshoras, 2015), La Isla de Nosedonde (ed. Libro de Arena, 2017). Además sus relatos han sido incluidos en la colección Andanzas del Círculo Cultural Faroni (Tusquet Editores, 2001), o en Diodati, la cuna del monstruo (ed. Adeshoras, 2016) entre otras.
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