Humus
No entres tan deprisa en esa noche oscura es el título de un libro del escritor portugués António Lobo Antunes, pero bien podría funcionar como advertencia para el que quiera adentrarse en Necrosfera, la novela del desaparecido César Martín Ortiz publicada hace unos meses por la editorial Baile del Sol.
De entrada, porque no conviene correr si uno quiere disfrutar de verdad de Necrosfera. Y lo digo por experiencia, porque yo mismo, ansioso por devorar el libro, me metí demasiado deprisa en él cuando lo conseguí, allá por febrero, en Centrifugados, y no tardé en perderme, con lo que enseguida me di cuenta de que exigía tiempo y otro tipo de lectura. Primero, por la propia prosa del autor, cocinada más al modo tradicional que al de la comida rápida, y, segundo, porque la arquitectura de Necrosfera, integrada por trece textos tan heterogéneos que bien podrían funcionar como relatos independientes, es compleja, sin una línea narrativa clara ni unidireccional, sostenida, más bien, por líneas de fuerza, que reclama, como señala Gonzalo Hidalgo Bayal en el texto de la contraportada, “una lectura exigente y radical”, o, lo que es lo mismo, el tiempo y la atención debidos para integrar elementos tan dispares como un mundo hecho a semejanza de las películas de Harold Lloyd, la invención del necrófono o los restos arqueológicos de una sociedad secreta, secular, opuesta a la Iglesia, y que pareció rendir un inquietante culto a la muerte.
Pero el título de Lobo Antunes no sirve como advertencia al lector sólo por esa alusión inicial a la calma, sino también por la idea final de noche oscura, pues Necrosfera tiene mucho de relato crepuscular. El más crepuscular, sin duda, pues está narrado desde un tiempo en el que nuestra especie, la de los homo sapiens, prácticamente se ha extinguido de la Tierra, en un escenario de devastación que recuerda a cierto cine apocalíptico y desde una perspectiva, la de las Personas o la de los Escientes, que contempla nuestros últimos estertores con la fría curiosidad de un entomólogo. En cualquier caso, esa idea de oscuridad es, después de todo, relativa, pues aunque el de Necrosfera sea un tiempo tenebroso, lo es únicamente para la raza humana, pues nada en el libro sugiere que lo sea también para la Tierra, para el Universo o para el propio autor, que parece tener un concepto muy negativo de nuestra especie, a la que retrata como estúpida y miope (ciegas hormigas, podríamos decir remedando a Ramiro Pinilla, aunque también se me viene a la cabeza el título de un célebre tema de Siniestro Total), incapaz de no dejarse llevar, por su instinto fatal, hacia la destrucción.
Necrosfera es, en resumen, una apasionante anatomía del humus, de cómo llega a formarse la “inmóvil capa de muertos situada entre la esfera de las piedras y la esfera de la vida”, el relato del fin de una odisea, la nuestra, una pequeña joya narrativa en la que César Martín Ortiz nos asoma a un futuro inaudito, aunque posible, en el que nos habremos convertido, como especie -por emplear de nuevo una cita, esta vez del célebre soneto de Góngora-, “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”, un libro que, en definitiva, no deberían dejar de leer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario