La vida sobre raíles
Subir a un tren para perseguir la vida, el afán de un destino diferente y el descubrimiento ilimitado. Sobre la marcha, del escritor y periodista Juanjo Barral (Oviedo, 1962), rememora entre el recuerdo y la ficción su aventura juvenil de InterRail en agosto de 1987. Este libro me da la oportunidad de cerrar un capítulo que comenzó hace veinticinco años, cuando yo hacía mis primeras incursiones periodísticas y Barral debutaba con la novela Londres. La ocasión mereció una entrevista. Y ambos quedamos unidos para siempre por la amistad y la literatura.
"Las enormes alas de la Generación Beat cubren sin disimulo la novela de Juanjo Barral y Sobre la marcha nos sienta de nuevo frente al mandamás de aquel grupo salvaje y contracultural, frente a Jack Kerouac y su novela En el camino."
Improvisación. Búsqueda. Hedonismo. Es lo que mueve a los dos protagonistas. Leo y Sal tienen veinticinco años y consiguen embarcarse antes de que su oportunidad caduque. El libro discurre por el viaje que muchos jóvenes de mi generación soñábamos olfateando la modernidad desde la barrera, atrapados como estábamos en la autopista que conecta Oviedo, Gijón y Avilés. A Leo y Sal la vida les invita a acomodarse en un vagón. Realmente no saben a dónde van. Y tampoco parece importarles. Sobre la marcha exploran, aman y se emborrachan. París, Londres, Florencia… La ruta tiene en realidad otro destino. Un destino que no es físico: “Un mes como éste puede alterarte la vida para siempre”.
Las enormes alas de la Generación Beat cubren sin disimulo la novela de Juanjo Barral y Sobre la marcha nos sienta de nuevo frente al mandamás de aquel grupo salvaje y contracultural, frente a Jack Kerouac y su novela En el camino. En ambas obras narrador y protagonista comparten nombre, incluso ciertos detalles en la construcción de los personajes de Barral parecen inspirarse en Sal Paradise y Dean Moriarty. Leo, como Dean, se deja llevar despreocupado y ardiente, mientras que Sal insiste racionalmente en la necesidad de “controlar los límites”. Canutos y dexedrina en sus mochilas. El laboratorio de cualquier “Walter White” de la época para acompañar las subidas y bajadas de otros viajes más intensos y menos reales: “La percepción campa a capricho por un territorio reinventado por la lisergia”. Sin embargo no hay confusión posible. Sobre la marcha es en realidad una historia de amistad contada con ironía y humor, a ratos triste y en ocasiones desesperada, con esa prosa cortante y afilada con la que Barral convierte los pensamientos en palabras y las palabras en literatura. Y por momentos, con una profunda carga poética. Ahí es donde se cuela el Barral poeta, el autor de los poemas de andar por casa, sencillo y cotidiano: “Dentro de mí también hace bueno”.
"Emociona Barral porque es creíble y suena a verdad. Porque resulta fácil empatizar con esa pareja de soñadores en busca de no se sabe qué."
Objetivo alcanzado si el escritor quería hallar la forma de contarlo como lo haría un chaval en la veintena, esperando a que las olas le den el primer revolcón en una playa aún sin explorar. “Conoces la belleza, pero no conoces esta belleza”, confiesa Sal mientras pasean por las calles de Amsterdam. En otro momento reconoce, al borde del síndrome de Stendhal, que los sentidos “necesitan reposo, dejar de sentir tanto, tan intensamente”.
¿Es la emoción una terminación nerviosa de la verdad o de nuestra capacidad de identificarnos con un texto bien escrito? Emociona Barral porque es creíble y suena a verdad. Porque resulta fácil empatizar con esa pareja de soñadores en busca de no se sabe qué. “Aquí estamos de nuevo, con los raíles por delante y otro destino por alcanzar”. Es una mutación casi imperceptible. Un proceso profundo, como suelen ser los cambios importantes que marcan nuestra vida. Como esa primera noche en la que ya no necesitas la luz del pasillo encendida para dormir sin amenazas.
"Entonces no había móviles ni tabletas y la estela que se le escapa al mundo por la ventanilla del tren se quedó en los ojos de aquel que mira para siempre."
En el tránsito experimentan momentos dramáticos magistralmente narrados. Lo sentimos cuando Sal regresa a casa de madrugada por una desierta calle londinense con un coche de policía respirándole en la nuca. También compartimos la angustia de verle al borde de la muerte en el infierno griego de una ola de calor. Tampoco se explicaría la transformación de Sal y Leo sin la mujeres que se cruzan en el camino. Salvo María, la yonqui de Santander, e Isabelle, la recepcionista de un hotel de París, todas aparecen de dos en dos para alimentar espejismos y acompañarles al otro lado. Tratándose de un Barral (miembro de una incombustible estirpe cultural asturiana), la música es un personaje con un gran poder de sugestión. Te ayuda a perdonar, te aloja en la nostalgia y te muestra la senda de la felicidad total. Sobre la marcha invoca a The Cure, Billy Bragg, New Order, The Smiths… Alguien me dijo que con Juanjo y sus hermanos llegaron a Oviedo los primeros discos de la banda de Morrissey. Por algo los protagonistas de esta historia, jóvenes con mochilas cargadas de química, no son “ninis” sin inquietudes. Leen a Julio Cortázar y Salman Rushdie, y se plantean preguntas sin respuesta frente a un cuadro de Rothko o el porqué de tanta miseria cuando atraviesan la antigua Yugoslavia: “De repente es como si se hubiera apagado la vida, como si Yugoslavia mirara hacia abajo, negándose a ver. (…) Aquí casi nadie ríe y pocas cosas hay que hagan gracia”. O también la sinrazón del “thatcherismo” que dejó en la estacada a millones de trabajadores.
Barral recorre con nosotros una Europa que ya no existe, estampada en un cuaderno de viaje lleno de vidas. Todavía no ha caído el telón de acero. El muro de Berlín sigue en pie. No ha estallado la guerra de los Balcanes y Felipe González gobierna en España. Entonces no había móviles ni tabletas y la estela que se le escapa al mundo por la ventanilla del tren se quedó en los ojos de aquel que mira para siempre.
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Autor: Juanjo Barral. Título: Sobre la marcha. Editorial: Baile del Sol
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