Carmen del Río Bravo.- Creo que al escribirlo pensaba
sólo en la diferencia físicoquímica -ambas son reacciones redox como lo es la
vida-, fundamentalmente una cuestión de velocidad, presentarse ante el oxígeno,
la vida, que nos cambia, reaccionando lento, no dejar la combustión, sí, pero
con menos ansia, menos prisa, no pretender brillo ni luz. Vivirse sin más.
Tenía treinta y pocos -treinta y cinco como mucho- y me sentía mayor, instalada
o casi. Y mi hija ya escribía poemas de amor tremendos. Supongo que no deja de
ser un deseo. Ir renunciando al fuego, a la hoguera, a las hogueras. Dejarme
respirar, disfrutar, querer, sufrir… con calma. Ser por fin mayor, ir
consiguiendo las respuestas, o al menos no ser todas las preguntas.
BdS-. ¿Estos
poemas son arma o escudo?
CRB.- Si consiguen ser algo, por mi
parte escudo casi siempre.
CRB.- Nada, en principio. Ni a
ella: la poesía era sobre todo algo que se escapaba por su gusto al papel, a la
pantalla, entre/desde mis dedos.
Explicarme, un poco. Escribir poemas
es un modo de pensar implicándome entera, cerebro y otras vísceras, cuerpo y
manos.
Luego, una vez que los muestro,
que quien los escucha o los lee encuentre en ellos algo que ya traía dentro.
Acercarme al resto de las personas.
Y ya en libro, ahora que la
editorial ha confiado en ellos, en mí, que lleguen, que toquen, al mayor número posible de personas.
BdS.- ¿Cómo
percibes la recepción de tus poemas en los recitales o la respuesta de tus
lectores?
CRB.-Con feliz asombro. Me sigue
sorprendiendo que haya personas que lean y escuchen poesía, y aún más que desconocida
me escuchen, que me digan con palabras o expresión facial eso que tú escribes no es poesía o que les digan algo mis palabras,
que me inviten a sus espacios, sus programas de radio, sus páginas de prensa o se
sientan contadas y me lo hagan saber…
BdS.- ¿Tiene
razón Gsús Bonilla cuando dice en el prólogo que “No ardo, me
oxido…” es un ajuste de cuentas?, y si es así, ¿con quién?
CRB.-No lo siento así... Quizá en
algún poema, Religiones, japoneses, El si
de las niñas... con la sociedad y la educación que recibí(mos), con
las diferentes formas de recortarnos, de amoldarnos –y sí, a todo el mundo,
pero sobre todo a nosotras-, y con dejarnos hacer.
BdS.- La niñez, la madurez, los desencantos, los repuntes… Todo parece convertirse en cicatriz y en refuerzo, ¿colabora la poesía en este quehacer vital?
CRB.- Todo es cicatriz, mancha, arruga;
incluso la risa, la felicidad, nos dejan marca.
En cuanto al refuerzo, no creo
que el dolor nos haga más fuertes, aunque nos haga. Lo bueno que nos pasa y
tenemos sí nos refuerza, aunque sólo sea porque nos da un cálido refugio donde
volver, donde parar a recargarnos. Y supongo que la poesía, la escritura,
también la propia, forman parte de eso que acaba siendo como cuando jugábamos casa.
BdS.- ¿Cuáles
dirías que son las características de tu forma de escribir?
CRB.- No he pensado mucho sobre eso, no
siento que mi opinión sea importante, hay quienes entienden más y además tienen
la ventaja de mirarla desde fuera.
Pero desde mi lado podría decir:
Dejar ir el poema, la historia,
respetarlos. Aceptarlos en su idea y en su forma. Ser más médium que obstáculo
-si no me gustan después de escritos siempre pueden quedarse en el cajón o
perderse para siempre-. (Y por ahí, ser bastante del vómito.)
Intentar recordar -cuesta- que
las tijeras son siempre el mejor regalo para quien escribe -renunciar si hace
falta incluso a lo más bello para comunicar-.
Respetar y amar la lengua como mi
herramienta que es, tratar de encontrar la expresión, la palabra, precisas, sea
esta coño o clepsidra.
"Respetar y amar la lengua como mi herramienta que es, tratar de encontrar la expresión, la palabra, precisas, sea esta coño o clepsidra".
BdS.- ¿Qué
te gusta leer?
CRB.- Soy muy mala lectora, muy inconstante y desordenada -mi hija dice, no sin razón, que para mí todas las novelas son rayuela-. Y tengo poca –más bien original- memoria. Y manías: no me gusta leer libros gordos ni los que tienen muchos nombres extraños.
CRB.- Soy muy mala lectora, muy inconstante y desordenada -mi hija dice, no sin razón, que para mí todas las novelas son rayuela-. Y tengo poca –más bien original- memoria. Y manías: no me gusta leer libros gordos ni los que tienen muchos nombres extraños.
Leo cuentos -las historias, la
brevedad y los lenguajes-, poesía bastante, en libro, en la red, casi siempre
de a pocos poemas y si es posible en su lengua original -puedo leer en
castellano, inglés y francés gracias al dinero y el tiempo que el estado, mi
familia y yo gastamos en mi educación, y creo que es imposible traducirla,
aunque en una de mis numerosas contradicciones he traducido y traduzco a veces
un poco-, algo de teatro -antes más-, novela poca, aunque admiro el compromiso
y la voluntad de quienes las escriben, casi sólo negra -las buenas son, creo,
la novela social desde el segundo tercio del siglo pasado- o de misterio -los
crímenes y enigmas son para el descanso-. Me uní a un club de lectura para leer
al menos una novela al mes, estoy en ello.
Sigo leyendo como de niña a
ratos -vagando en ellos- diccionarios y enciclopedias.
BdS.- ¿Estás
trabajando en algún nuevo proyecto literario?
CRB.- Estoy en lo que más me cuesta: reunir, elegir, ordenar y hacer libro: uno de poesía, y en paralelo, uno de cuentos.
CRB.- Estoy en lo que más me cuesta: reunir, elegir, ordenar y hacer libro: uno de poesía, y en paralelo, uno de cuentos.
Además, seguir si es posible
presentando por ahí a “No ardo, me oxido…” –costoso y caro disfrute- y autocomprometerme
con las cosas en eterna construcción: mis blogs –el de opinión no solicitada aunque
no se lleve-, actividades con Susurros a pleno pulmón y otras… y sentarme a escribir
a diario, salga algo o no.
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