Baile del Sol.- ¿Cómo
surge la idea de la historia que relata Marcas de agua?
Esther Zorrozúa.- El mundo de los sueños me ha interesado siempre. Pienso que
existe una especie de eslabón mágico, inexplicable, entre ese nivel inasible y
el de la vigilia. De la misma forma que realidad y ficción están íntimamente
ligados por un vínculo que nadie acierta a explicar con precisión. El misterio
de la literatura es, para mí, muy cercano al misterio de los sueños. Puede
resultar muy árido y teórico explicar el hecho literario, pero soñar es algo
que todos hacemos, así que me pareció una fórmula mucho más asequible y
plástica de presentar una reflexión de por sí bastante conceptual.
BdS.- Abordas
en la novela un tema muy duro: el acoso escolar y su, en este caso, terrible
consecuencia, ¿cómo te has identificado con la protagonista?
EZ.- Trabajo como docente; no con niños tan pequeños, sino con
bachilleres. Me ha tocado asistir a muchos conatos de acoso, aunque, por
suerte, en mi centro hemos podido pararlos a tiempo. De todas formas, se trata
de un hecho omnipresente en las aulas, que me preocupa, me hace sentir
responsable y activa todos mis sensores para atajarlo en cuanto asoma. Tal vez
eso ha desarrollado en mí una empatía que me predispone a ponerme en el lugar
de quien lo sufre. También soy madre. Así que, mezclando todos los ingredientes
en la coctelera, éste ha sido el resultado.
BdS.- Se trata
de una novela en la que los sueños cobran gran relevancia ¿cuál es el cometido
de este discurrir paralelo?
EZ.- Completar la percepción de la realidad-real, que siempre es
parcial e insuficiente, con ese otro mundo, mucho más rico en contenidos y
matices, aunque no lleguemos a entenderlo del todo. En los sueños desaparecen
las fronteras de tiempo y espacio. Eso permite una libertad que nunca podemos
alcanzar cuando estamos despiertos, porque nuestra propia naturaleza nos
constriñe. La literatura cumple una función similar: nos da alas. Es lo que he
querido proponer. El debate está abierto.
BdS.- También
se habla de la pérdida, de la asunción de la pérdida, de cómo sobrevivir a
ella, y de algunas inesperadas tablas de salvación que se encuentran en el
camino…
EZ.- Con una edad en la mochila, quien más, quien menos, todos
hemos sufrido pérdidas irreparables. En esa tesitura, solo caben dos opciones:
dejarse vencer por el dolor o levantarse y continuar. Sin olvidar, pero sin
amargura. Yo apuesto por esto último. Como efecto bengala, he elegido el dolor
que yo considero extremo: la pérdida de un hijo en circunstancias trágicas.
En cuanto a las tablas de salvación, confieso que mis
preferencias son muy personales y que entenderé a quien no las comparta.
BdS.- Hay otros
muchos temas que aparecen de modo tangencial en la novela pero que ayudan a
construir un espacio y un tiempo de modo muy enriquecedor, como autora, ¿cuáles
de estos temas destacarías?
EZ.- Sí, los temas se multiplican y se entrelazan como en la
propia vida. Están presentes las relaciones familiares no siempre fáciles, las
relaciones humanas en general, las distintas formas y niveles de afectividad,
el cruce de culturas, la sombra de guerras pasadas y actuales, la
metaliteratura, la presencia puntual de lo esotérico…
BdS. ¿Cómo ha
sido el proceso de escritura de Marcas de agua?
EZ.- Difícil y liberador, de forma alterna. Me he mantenido muy
pegada a Ingrid en todo momento. Cuando ella no podía soportarlo más, yo
también sacaba la cabeza por encima del agua para respirar. Y ahí surgía
siempre un sueño, que actuaba como lenitivo, como balón de oxígeno. Creo que
conseguí deshacerme de una de mis obsesiones, esos demonios interiores que
dicen que acompañan a todo escritor.
El proceso duró unos dos años, teniendo en cuenta que no
puedo dedicarme a escribir a tiempo completo.
BdS.- ¿Qué te
gustaría que experimentaran las personas que lean esta novela?
EZ.- Me gustaría que la novela tuviera la fuerza suficiente para
provocar una catarsis en los lectores, que sus emociones corrieran en paralelo
a las de los personajes, que sufrieran con ellos para terminar liberándose. Y,
por supuesto, que dejara la suficiente huella como para seguir leyendo lo que
ya he publicado y lo que me queda por escribir: que me sigan la pista.
"Me estoy peleando con una novela contra la censura, pero la catarata de acontecimientos diarios, la “ley mordaza” y otros detalles, me la desactualizan constantemente".
BdS.- ¿Qué te
gusta leer?
EZ.- Soy bastante ecléctica en mis lecturas. Siempre tengo muchos
títulos pendientes. En narrativa, sigo con interés a John Banville, Coetzee,
Tabucchi, Paul Auster… y hace poco he descubierto a Mircea Cartarescu. Más
cerca, soy bastante adicta a Menéndez Salmón, Manuel Rivas, J.J. Millás y
Rafael Reig. No puedo desengancharme de los cuentos de Benedetti, siempre
vuelvo a Julio Cortázar y, si he desayunado bien, a Borges. Pero nunca olvido a
Chejov. Leo ensayo de forma desordenada, desde Thomas de Quincey, pasando por
Octavio Paz, hasta Alba Rico. Y me pierdo entre los versos de Luis Gacía
Montero, Ángel González o García Lorca. No me gusta “leer” teatro. Se puede decir
que leo bastante…
EZ.- Me estoy peleando con una novela contra la censura, pero la
catarata de acontecimientos diarios, la “ley mordaza” y otros detalles, me la
desactualizan constantemente, así que siempre me encuentro volviendo a empezar,
como en el mito de Sísifo.
Me dan bastantes satisfacciones los microrrelatos
acompañados de imágenes. Tengo una carpeta con más de 150, que no deja de
engordar.
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