martes, 17 de mayo de 2016

Bailando con Esther Zorozúa: "Me gustaría que la novela tuviera la fuerza suficiente para provocar una catarsis en los lectores".



      Baile del Sol.- ¿Cómo surge la idea de la historia que relata Marcas de agua?

Esther Zorrozúa.- El mundo de los sueños me ha interesado siempre. Pienso que existe una especie de eslabón mágico, inexplicable, entre ese nivel inasible y el de la vigilia. De la misma forma que realidad y ficción están íntimamente ligados por un vínculo que nadie acierta a explicar con precisión. El misterio de la literatura es, para mí, muy cercano al misterio de los sueños. Puede resultar muy árido y teórico explicar el hecho literario, pero soñar es algo que todos hacemos, así que me pareció una fórmula mucho más asequible y plástica de presentar una reflexión de por sí bastante conceptual.
         
      BdS.- Abordas en la novela un tema muy duro: el acoso escolar y su, en este caso, terrible consecuencia, ¿cómo te has identificado con la protagonista?

EZ.- Trabajo como docente; no con niños tan pequeños, sino con bachilleres. Me ha tocado asistir a muchos conatos de acoso, aunque, por suerte, en mi centro hemos podido pararlos a tiempo. De todas formas, se trata de un hecho omnipresente en las aulas, que me preocupa, me hace sentir responsable y activa todos mis sensores para atajarlo en cuanto asoma. Tal vez eso ha desarrollado en mí una empatía que me predispone a ponerme en el lugar de quien lo sufre. También soy madre. Así que, mezclando todos los ingredientes en la coctelera, éste ha sido el resultado.

 BdS.- Se trata de una novela en la que los sueños cobran gran relevancia ¿cuál es el cometido de este discurrir paralelo?

EZ.- Completar la percepción de la realidad-real, que siempre es parcial e insuficiente, con ese otro mundo, mucho más rico en contenidos y matices, aunque no lleguemos a entenderlo del todo. En los sueños desaparecen las fronteras de tiempo y espacio. Eso permite una libertad que nunca podemos alcanzar cuando estamos despiertos, porque nuestra propia naturaleza nos constriñe. La literatura cumple una función similar: nos da alas. Es lo que he querido proponer. El debate está abierto.

BdS.- También se habla de la pérdida, de la asunción de la pérdida, de cómo sobrevivir a ella, y de algunas inesperadas tablas de salvación que se encuentran en el camino…

EZ.- Con una edad en la mochila, quien más, quien menos, todos hemos sufrido pérdidas irreparables. En esa tesitura, solo caben dos opciones: dejarse vencer por el dolor o levantarse y continuar. Sin olvidar, pero sin amargura. Yo apuesto por esto último. Como efecto bengala, he elegido el dolor que yo considero extremo: la pérdida de un hijo en circunstancias trágicas.
En cuanto a las tablas de salvación, confieso que mis preferencias son muy personales y que entenderé a quien no las comparta.


BdS.- Hay otros muchos temas que aparecen de modo tangencial en la novela pero que ayudan a construir un espacio y un tiempo de modo muy enriquecedor, como autora, ¿cuáles de estos temas destacarías?

EZ.- Sí, los temas se multiplican y se entrelazan como en la propia vida. Están presentes las relaciones familiares no siempre fáciles, las relaciones humanas en general, las distintas formas y niveles de afectividad, el cruce de culturas, la sombra de guerras pasadas y actuales, la metaliteratura, la presencia puntual de lo esotérico…




BdS. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura de Marcas de agua?

EZ.- Difícil y liberador, de forma alterna. Me he mantenido muy pegada a Ingrid en todo momento. Cuando ella no podía soportarlo más, yo también sacaba la cabeza por encima del agua para respirar. Y ahí surgía siempre un sueño, que actuaba como lenitivo, como balón de oxígeno. Creo que conseguí deshacerme de una de mis obsesiones, esos demonios interiores que dicen que acompañan a todo escritor.
El proceso duró unos dos años, teniendo en cuenta que no puedo dedicarme a escribir a tiempo completo.
         
BdS.- ¿Qué te gustaría que experimentaran las personas que lean esta novela?

EZ.- Me gustaría que la novela tuviera la fuerza suficiente para provocar una catarsis en los lectores, que sus emociones corrieran en paralelo a las de los personajes, que sufrieran con ellos para terminar liberándose. Y, por supuesto, que dejara la suficiente huella como para seguir leyendo lo que ya he publicado y lo que me queda por escribir: que me sigan la pista.


"Me estoy peleando con una novela contra la censura, pero la catarata de acontecimientos diarios, la “ley mordaza” y otros detalles, me la desactualizan constantemente".


BdS.- ¿Qué te gusta leer?

EZ.- Soy bastante ecléctica en mis lecturas. Siempre tengo muchos títulos pendientes. En narrativa, sigo con interés a John Banville, Coetzee, Tabucchi, Paul Auster… y hace poco he descubierto a Mircea Cartarescu. Más cerca, soy bastante adicta a Menéndez Salmón, Manuel Rivas, J.J. Millás y Rafael Reig. No puedo desengancharme de los cuentos de Benedetti, siempre vuelvo a Julio Cortázar y, si he desayunado bien, a Borges. Pero nunca olvido a Chejov. Leo ensayo de forma desordenada, desde Thomas de Quincey, pasando por Octavio Paz, hasta Alba Rico. Y me pierdo entre los versos de Luis Gacía Montero, Ángel González o García Lorca. No me gusta “leer” teatro. Se puede decir que leo bastante…

BdS.- ¿En qué proyecto literario trabajas actualmente?

EZ.- Me estoy peleando con una novela contra la censura, pero la catarata de acontecimientos diarios, la “ley mordaza” y otros detalles, me la desactualizan constantemente, así que siempre me encuentro volviendo a empezar, como en el mito de Sísifo.

Me dan bastantes satisfacciones los microrrelatos acompañados de imágenes. Tengo una carpeta con más de 150, que no deja de engordar.


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