Fernando Sánchez Calvo
Me acerqué a la literatura de Juan Pardo Vidal por primera vez gracias a una colección de relatos, pequeños ensayos, pensamientos y otras brevedades que bajo el título Tus muertos y en su colección menos conocida y explotada, Cartoné, El Gaviero Ediciones publicó hace más o menos diez años. La soledad, la ruptura de la pareja, la desintegración del individuo y demás temas contemporáneos eran tratados con una chispa de poesía, otra de humor, alguna de cinismo y mucho desencanto escondido debajo de las risas. Por entonces, en Almería, en la Librería Picasso, pude escuchar cómo Juan Pardo leía con inquietante cotidianeidad un cuento-ensayo-poesía-elegía-planto magnífico: Los amigos muertos.
Diez años después, mientras navegaba en Internet por el variado catálogo de la editorial canaria Baile del Sol, me topé de nuevo con el nombre de Juan Pardo Vidal y quise leer este libro, Arquímedes está en el tejado, porque creía que me iba a encontrar algo parecido a lo que leí en su día. Y fallé, que no erré. Los escritores crecen y cambian, como cambia el protagonista de esta novela en apenas cien páginas.
Vinci, soldado romano y único superviviente en una batalla contra los griegos durante el sitio a Siracusa en el 212 ac., se hace pasar por un heleno y llega a ser nombrado mismísimo capitán de la guardia del genial Arquímedes gracias a su pericia y espíritu de supervivencia. El genio vive sus últimos años preso en su propia patria, aplicando su ciencia a la muerte del enemigo y derrochando su ingenio en la construcción de catapultas, poleas y otros instrumentos de guerra. Poco a poco Vinci (rudo, analfabeto, pragmático) y Arquímedes (austero, sabio, rendido) entablan una amistad no oficial, un “feed-back” que acerca a su vez al soldado al nieto e hija del matemático. Sin embargo, romanos por un lado y cartagineses por otro dejan poco tiempo en el fortín que es Siracusa para el amor, la amistad, el saber o la reflexión y sí muchas horas para el recelo, la guardia, la sangre y la certeza de que en cualquier momento el cuchillo clavado en la espalda, la traición, puede venir de cualquier lado.
En medio de estas circunstancias, el hombre, el individuo, nuestro protagonista, Vinci, solo, como un lobo, como un soldado romano con origen hispano y pasado esclavo y presente heleno y futuro indefinido. El hombre perdido en la guerra, en las naciones, en los miles de sitios que ha pisado y a los que no pertenece. El hombre perdido en sí mismo. ¿La única y momentánea solución?: el sexo descarnado que muchas veces se practica por desahogo y otras por venganza contra una persona, contra una nación entera o contra el propio pasado.
Novela en principio de corte histórico, los datos y las fechas dejan paso enseguida a un magnífico tratamiento de los personajes, siempre redondos, contradictorios, viscerales y a la vez deprimidos. Novela con tributo al desapego, donde el soldado que tiene por misión proteger y a la vez entregar la cabeza de Arquímedes, donde el esclavo que soñó en su día con la libertad que ya ha conseguido, es capaz de afirmar lo siguiente: «Ser feliz cansa».
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