Imagen: Diviniti.es
A Ramón J. Breña le ha salido un libro redondo como una cazuela de barro. Es en su conjunto un guisolibro apetecible, sabroso, bien condimentado. Con pocos ingredientes (recuerdos, homenajes a lugares y personas, anécdotas) va conformando un mundo comestible en el que los personajes dan vueltas alrededor de un plato. Tienen hambre de casi todo. Aman con glotonería, cocinan como brujos- conjurando cosas-, comen a dos carrillos y beben con tanta sed atrasada que se diría que el mundo empieza en esa página.
Es este un libro para gente que le echa al guiso un puñao de tierra. Cazadores o cazados, gente que se deja desplumar, destripar y macerar bajo las sábanas, para los que abren la boca con tanta ansia que te derriten como manteca asada. Es para los brutotes ardientes que se pasan con el pimentón, para los que tiemblan de placer en los mercados, los que se arrastran como perros en el suelo para oler un hongo, una criadilla. Gente sin remilgos, salvajes de estómago, primitiva, lectora de http://gastropitecus-gloton.blogspot.com.es/.
A mí me gustan estas lecturas de, sobre, hacia, para la gastronomía. No hay cocina sin comunicación. No hay cocina sin que nadie la nombre, la explique, la recree, la invente, la transmita. Una amiga me preguntaba hace poco por el auge de los blogs. Pues eso, porque alguien la tiene que contar. Antes, al amor de la lumbre, ahora, a través de la red. Qué más da! Lo que no se comparte, no se guisa. Es como amar en solitario: consuela, apacigua, pero no llena.
A Ramón J. Breña le ha salido un libro libidinoso. Hay pringue de aceite y de sudor por todo el libro. Cuenta con detalles de recetario cada platazo de sábana y mantel. Pero, gracias a Dios, no es un recetario. Porque éstos son libros prácticos, a veces entrañables, de saga familiar, o de cocina monacal, pero llenito de instrucciones- odio que me den órdenes- y de medidas- odio medir las cosas. El libro de Ramón es una conversación en la que él me cuenta y yo le leo las vivencias de pescador-cazador-amante. Cocinero siempre para sentirse vivo y atado a algo que él entiende por vida en mayúscula.
También es Ramón un sociólogo y un amante de la antropología. ¡Qué le vamos a hacer! Hay gente rarita que lee a Harris y después es capaz de ponerse a hacer migas de chocolate, sopa de tierra, lomo de jabalí, cazuela de acelgas, una versión extremeña del garum o un cochinillo muy chino. Es un tío muy leído y algo viajado- parece-, lo que aún le da más encanto. Tiene el pelo encrescapo y es de La Vera, donde reposa la sombra de Yuste y su melancólico emperador. Le pone pasión a la escritura, arrebato. Por eso Los Dientes del Corazónson relatos cortos, apenas un fogonazo, un salteado rápido de cuatro elementos que no cansen y sean sabrosos. De vez en cuando recomienda cosas, pero no vinos:
“Si alguna vez, amigo, tienes la suerte de amar y ser amado por una cocinera o cocinero, no dejes que se vaya. Te aseguro que en sus manos tiene la cultura de lo que de verdad somos los humanos, la civilización entera concentrada. Tal vez engordes en su compañía, pero qué importa. Serás feliz como solo lo son los hombres que saben comer y amar siempre con buen apetito”
Oído Cocina!
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