Ha transcurrido suficiente tiempo desde que en agosto del año 1726 partiera desde Santa Cruz de Tenerife el navío ´Nuestra Señora de la Encina´, noblemente sediento de tierra
AGUSTÍN DÍAZ-PACHECO A bordo, las veinte primeras familias que habitaron la nave. Tres años después, otra humanidad, compuesta por treinta familias canarias, contemplaba, a babor y estribor del impetuoso navío ´San Martín´, la imaginaría línea del sueño. Sendos barcos surcaron aguas y quizá capearon alguna que otra tormenta.
Entre 1726 y 1729, las plateadas esquirlas líquidas del océano, salpicarían el curtido rostro de hombres y mujeres. Serían las fundadoras de Montevideo, ciudad más allá de la jungla, y las pupilas se afanaban en aproximarse y acariciar el monte visto. Luego, las huellas de ininterrumpidas voluntades entregarían el testigo de un incesante viaje que en la actualidad se consolida en Canelones, semilla vuelta fruto en 1878 por 1.095 canarios procedentes de Montevideo. Cerca de trescientos años después, en noviembre del 2010, un navío con arboladura de buenos propósitos y grafiado velamen encontraría su mejor intención en forma de libro.
Era éste ´Entre Orientales y Atlantes. Antología de relatos uruguayo-canaria´ (Ediciones Baile del Sol, 205 páginas, Tenerife, 2010). Desde marzo del año 2008, un apretón de manos desde cada orilla dio simbólico gesto a una empresa llamada: narrar la vida. Las dos manos estrechadas –gracias al profesor y escritor Jorge Majfud-, correspondían a Esmoris Barrios y Díaz Pacheco. Nada fácil la tarea, de ahí su atractivo, y la meta, por lejana que fuera, era bien alcanzable desde el yunque de la tenacidad. Veinte los escritores, canarios y uruguayos en pie de igualdad, quienes hicieron todo lo posible por cultivar una paciencia hecha esmerado estilo. Los briosos navegantes formaban el siguiente rol: Claudia Amengual, Leonardo Cabrera, Sergio Capurro, Gabriel Cruz Barreto, Eduardo Delgado Montelongo, Agustín Díaz Pacheco, Gustavo Esmoris, Hugo Fontana, José Manuel Hernández, Javier Hernández Velázquez, Ángeles Jurado Quintana, Antonio Lozano, Jorge Majfud, Lauro Marauda, Carlos Montero, Luis Marcelo Pérez, Víctor Ramírez, José Rivero Vivas, Juan Royo Iranzo y Nedy Varela, aproximaban líneas.
Tal libro parece no haber sido avistado, en desacuerdo con la realidad que palpita y observa. Bien diferente nave a ´Nuestra Señora de la Encina´ y ´San Martín´, no ha sucumbido pese a la tormenta del siempre pretencioso silencio volcado sobre el libro-nave. (Ya sabemos que la neocensura posee singular bandera.) Cada uno a su manera y con reconocida diferencia histórica, los veinte escritores han relevado a Horacio Quiroga, Felisberto Hernández, Juan Carlos Onetti, Benito Pérez Galdós, Luis y Agustín Millares Cubas, Alonso Quesada, Isaac de Vega, Antonio Bermejo o Luis Alemany, concediéndosele el beneficio del comienzo a quienes confiaron en la ruta, igualmente artizado por quienes le prosiguen.
Entre 1726 y 1729, las plateadas esquirlas líquidas del océano, salpicarían el curtido rostro de hombres y mujeres. Serían las fundadoras de Montevideo, ciudad más allá de la jungla, y las pupilas se afanaban en aproximarse y acariciar el monte visto. Luego, las huellas de ininterrumpidas voluntades entregarían el testigo de un incesante viaje que en la actualidad se consolida en Canelones, semilla vuelta fruto en 1878 por 1.095 canarios procedentes de Montevideo. Cerca de trescientos años después, en noviembre del 2010, un navío con arboladura de buenos propósitos y grafiado velamen encontraría su mejor intención en forma de libro.
Era éste ´Entre Orientales y Atlantes. Antología de relatos uruguayo-canaria´ (Ediciones Baile del Sol, 205 páginas, Tenerife, 2010). Desde marzo del año 2008, un apretón de manos desde cada orilla dio simbólico gesto a una empresa llamada: narrar la vida. Las dos manos estrechadas –gracias al profesor y escritor Jorge Majfud-, correspondían a Esmoris Barrios y Díaz Pacheco. Nada fácil la tarea, de ahí su atractivo, y la meta, por lejana que fuera, era bien alcanzable desde el yunque de la tenacidad. Veinte los escritores, canarios y uruguayos en pie de igualdad, quienes hicieron todo lo posible por cultivar una paciencia hecha esmerado estilo. Los briosos navegantes formaban el siguiente rol: Claudia Amengual, Leonardo Cabrera, Sergio Capurro, Gabriel Cruz Barreto, Eduardo Delgado Montelongo, Agustín Díaz Pacheco, Gustavo Esmoris, Hugo Fontana, José Manuel Hernández, Javier Hernández Velázquez, Ángeles Jurado Quintana, Antonio Lozano, Jorge Majfud, Lauro Marauda, Carlos Montero, Luis Marcelo Pérez, Víctor Ramírez, José Rivero Vivas, Juan Royo Iranzo y Nedy Varela, aproximaban líneas.
Tal libro parece no haber sido avistado, en desacuerdo con la realidad que palpita y observa. Bien diferente nave a ´Nuestra Señora de la Encina´ y ´San Martín´, no ha sucumbido pese a la tormenta del siempre pretencioso silencio volcado sobre el libro-nave. (Ya sabemos que la neocensura posee singular bandera.) Cada uno a su manera y con reconocida diferencia histórica, los veinte escritores han relevado a Horacio Quiroga, Felisberto Hernández, Juan Carlos Onetti, Benito Pérez Galdós, Luis y Agustín Millares Cubas, Alonso Quesada, Isaac de Vega, Antonio Bermejo o Luis Alemany, concediéndosele el beneficio del comienzo a quienes confiaron en la ruta, igualmente artizado por quienes le prosiguen.
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