Rosa Petulia Martínez, una escritora navarra afincada en Zaragoza desde los cinco años, publica ‘Sobrevivir en Comala’ (Baile del Sol), donde rinde homenaje a Rulfo, Roberto Bolaño, Vila-Matas y Arthur Conan Doyle.
ANTÓN CASTRO. ZARAGOZA
¿Cómo se fue fraguando ‘Sobrevivir en Comala’ (Baile del Sol. Tenerife, 2011), cuál fue la idea de partida?
Desde que era niña me impresionó de forma muy viva una historia de mi familia de la que tengo varias versiones. Es la historia “semi-real” de mi bisabuelo que fue acusado de asesinar a un compañero suyo cuando trabajaban en una mina de Asturias. Parece ser que el asesino pudo haber sido su propio hermano aunque lo más probable es que fuera un accidente de los muchos que sucedían en las minas franquistas por falta de seguridad, y exceso de horas de trabajo. Entre los años 40 y 50 se estima que murieron más de 1500 mineros.
Esa historia también aparece en el libro en varios retrocesos al pasado.
Sí. Mi bisabuelo se volvió loco debido a que había sido siempre un escrupuloso cumplidor de la ley –humana y divina- y no pudo soportar que lo acusaran de un crimen que, realmente, él no cometió.
¿Qué ocurrió luego?
Cuando lo exculparon poco después y salió de la cárcel regresó a casa un tiempo –a una aldea cercana a Ribadavia de donde procedía- pero ya completamente extraviado. Su locura le hacía irse de un pueblo a otro y regresar cada tanto tiempo con una nueva identidad; cada año volvía a casa con una identidad diferente y así hasta que un día ya no regresó más. Luego encontraron su cuerpo y hoy sus cenizas están en el cementerio de Ribadavia que aparece también en la novela por la terrible inscripción que aparece en su puerta de entrada: “Sed justos o temblad”.
El relato en sí mismo es ya toda una novela o encarna una idea de lo literario.
Esta historia es especialmente representativa para mí de lo que es la literatura ya que es una historia que yo no he vivido, que me han contado, y de la que tengo varias versiones como si realmente fuera desde el inicio una historia de ficción. ‘Sobrevivir a Comala’ comienza precisamente con un “A mí me contaron” para dejar claro lo que es para mí la literatura: algo muy cercano a la Literatura oral, a la fuente de la Literatura.
Como para Juan Rulfo, que realiza una gran elaboración del lenguaje literario a partir del lenguaje oral…
Creo que para Rulfo, el gran homenajeado en la novela desde el título, la literatura es también eso, algo sencillo, que nace en las aldeas, en los rumores nocturnos de las gentes humildes, en sus historias que les hacen inmortales aún en su anonimia. Desde mi punto de vista la experiencia del escritor debe ser un viaje en busca a su propia Comala, ese lugar no habitado por seres reales sino por rumores, ecos, risas, experiencias vividas que conforman el imaginario del escritor. Una vez encontrado ese lugar hay que aprender que ya no se puede escapar de ahí y por eso la novela habla de Sobrevivir a Comala porque una vez en Comala –en la Comala particular de cada escritor: aquí París- el problema es que, como ocurre en la novela Pedro Páramo, una vez allí, pasamos a ser fantasmas como aquellos que pueblan nuestro mundo de ficción que es lo que hace decir a Juan Preciado, protagonista de Pedro Páramo “Vine a Comala porque me dijeron…”
Su novela habla de una desaparición: la del poeta Gregorio Morel, que escribe una novela secreta: ‘Sobrevivir a Comala’.
El escritor siempre está expuesto al riesgo de desaparecer completamente en su afán por ser un verdadero escritor. Decía Maurice Blanchot que uno puede escribir sin preguntarse por qué escribe o qué es ser escritor pero que si se quiere llegar hasta el final en la experiencia literaria hay que hacerse esta pregunta. ‘Sobrevivir a Comala’ es mi respuesta a esta pregunta. Surge por lo tanto como experiencia, como reflexión y como obra unida a la reflexión sobre la literatura.
¿Cómo le ha marcado Maurice Blanchot? También es un escritor muy literario. Pienso en Thomas el Oscuro.
La novela surgió a partir de mi propia búsqueda literaria acentuada en los últimos años por la elaboración de mi tesis doctoral que analizaba el difícil y oscuro pensamiento de Maurice Blanchot. Una de las cosas que aprendí de esta larga aventura con el teórico literario y pensador francés es que hay otra forma de racionalidad que la cartesiana, lo que Blanchot expresa con su famoso “Pienso, luego no existo” que aparece precisamente en la novela ‘Thomas el Oscuro’. Por eso a Blanchot, y eso es lo que más me ha enseñado, le interesan los personajes marginados y marginales, malditos si se quiere y, en cualquier caso, obligados por la Ley a guardar silencio o a desaparecer: Sade, Hölderlin, Kafka, Artaud, Lowry La Ley puede ser la propia razón, como en el caso de Hölderlin o de Artaud; puede ser el alcohol o las drogas como en los casos respectivamente de Lowry o de Michaux; puede ser la ley de la comunidad ético-política como en el caso de Sade pero, en cualquier caso, el escritor siempre está fuera de la Ley y la experiencia del escritor se convierte así en una experiencia-límite, que es una experiencia de esas de las que a veces uno no puede regresar para contarla…
Me ha llamado la atención el estilo: literario, referencial, a veces barroco... ¿Cómo lo define usted?
Es literario y, sí, a veces quizás peco de exceso de referencias literarias pero es que la novela, al ser en cierto modo un homenaje a la Literatura, me llevó a ello. En el fondo de todo lo que escribo está la poesía. Creo que la poesía es la brizna inicial que hace arder una historia, su enigma, su sentido oculto y creo que ella está muy presente en mi estilo.
El libro tiene muchas reflexiones sobre el arte de escribir, la obsesión de la escritura, la suplantación de personalidad, el plagio.
En esta novela aparecen, de hecho, mis dos obsesiones: la escritura y la locura. También está el tema del doble, del desdoblamiento de personalidad. A mí me fascina el William Wilson del relato homónimo de Poe.
Los personajes parecen desdoblarse entre: los jóvenes escritores Roberto Marcos y Xavier Reixach que rastrean al desaparecido Gregorio Morel…
Sin adelantar nada de la trama final de la novela, algo de eso ocurre en un momento dado con el personaje de Roberto Marcos, en principio un personaje secundario, pero que se irá desvelando como la clave de toda la narración. Por último, el tema del plagio hace referencia también a una idea muy postmoderna: la de que ya no hay un escritor sino que la escritura es un texto anónimo y comunitario de manera que los nuevos escritores se limitan o bien a anotar o a escribir en forma de Palimpsesto lo ya escrito o a plagiar directamente lo que han escrito otros.
Bueno, eso pudo ocurrir en la realidad, y lo cuenta en la novela, con Arthur Conan Doyle y Fletcher…
Se trata de una hipótesis de algunos biógrafos según la cual El Perro de Baskerville fue creación de un amigo de Conan Doyle: Bretram Fletcher. Para que no se descubriera el plagio la leyenda dice que Conan Doyle envenenó a su amigo con láudano y, jugando un poco más con la idea de la suplantación de la personalidad de su amigo, poco después se casaría con su mujer. Esta historia la contará Roberto Marcos a Xavier Reixach, que investiga con él la desaparición de Gregorio Morel, como una pista que debería conducirle a descifrar la verdad oculta tras dicha desaparición.
¿Cómo se fue fraguando ‘Sobrevivir en Comala’ (Baile del Sol. Tenerife, 2011), cuál fue la idea de partida?
Desde que era niña me impresionó de forma muy viva una historia de mi familia de la que tengo varias versiones. Es la historia “semi-real” de mi bisabuelo que fue acusado de asesinar a un compañero suyo cuando trabajaban en una mina de Asturias. Parece ser que el asesino pudo haber sido su propio hermano aunque lo más probable es que fuera un accidente de los muchos que sucedían en las minas franquistas por falta de seguridad, y exceso de horas de trabajo. Entre los años 40 y 50 se estima que murieron más de 1500 mineros.
Esa historia también aparece en el libro en varios retrocesos al pasado.
Sí. Mi bisabuelo se volvió loco debido a que había sido siempre un escrupuloso cumplidor de la ley –humana y divina- y no pudo soportar que lo acusaran de un crimen que, realmente, él no cometió.
¿Qué ocurrió luego?
Cuando lo exculparon poco después y salió de la cárcel regresó a casa un tiempo –a una aldea cercana a Ribadavia de donde procedía- pero ya completamente extraviado. Su locura le hacía irse de un pueblo a otro y regresar cada tanto tiempo con una nueva identidad; cada año volvía a casa con una identidad diferente y así hasta que un día ya no regresó más. Luego encontraron su cuerpo y hoy sus cenizas están en el cementerio de Ribadavia que aparece también en la novela por la terrible inscripción que aparece en su puerta de entrada: “Sed justos o temblad”.
El relato en sí mismo es ya toda una novela o encarna una idea de lo literario.
Esta historia es especialmente representativa para mí de lo que es la literatura ya que es una historia que yo no he vivido, que me han contado, y de la que tengo varias versiones como si realmente fuera desde el inicio una historia de ficción. ‘Sobrevivir a Comala’ comienza precisamente con un “A mí me contaron” para dejar claro lo que es para mí la literatura: algo muy cercano a la Literatura oral, a la fuente de la Literatura.
Como para Juan Rulfo, que realiza una gran elaboración del lenguaje literario a partir del lenguaje oral…
Creo que para Rulfo, el gran homenajeado en la novela desde el título, la literatura es también eso, algo sencillo, que nace en las aldeas, en los rumores nocturnos de las gentes humildes, en sus historias que les hacen inmortales aún en su anonimia. Desde mi punto de vista la experiencia del escritor debe ser un viaje en busca a su propia Comala, ese lugar no habitado por seres reales sino por rumores, ecos, risas, experiencias vividas que conforman el imaginario del escritor. Una vez encontrado ese lugar hay que aprender que ya no se puede escapar de ahí y por eso la novela habla de Sobrevivir a Comala porque una vez en Comala –en la Comala particular de cada escritor: aquí París- el problema es que, como ocurre en la novela Pedro Páramo, una vez allí, pasamos a ser fantasmas como aquellos que pueblan nuestro mundo de ficción que es lo que hace decir a Juan Preciado, protagonista de Pedro Páramo “Vine a Comala porque me dijeron…”
Su novela habla de una desaparición: la del poeta Gregorio Morel, que escribe una novela secreta: ‘Sobrevivir a Comala’.
El escritor siempre está expuesto al riesgo de desaparecer completamente en su afán por ser un verdadero escritor. Decía Maurice Blanchot que uno puede escribir sin preguntarse por qué escribe o qué es ser escritor pero que si se quiere llegar hasta el final en la experiencia literaria hay que hacerse esta pregunta. ‘Sobrevivir a Comala’ es mi respuesta a esta pregunta. Surge por lo tanto como experiencia, como reflexión y como obra unida a la reflexión sobre la literatura.
¿Cómo le ha marcado Maurice Blanchot? También es un escritor muy literario. Pienso en Thomas el Oscuro.
La novela surgió a partir de mi propia búsqueda literaria acentuada en los últimos años por la elaboración de mi tesis doctoral que analizaba el difícil y oscuro pensamiento de Maurice Blanchot. Una de las cosas que aprendí de esta larga aventura con el teórico literario y pensador francés es que hay otra forma de racionalidad que la cartesiana, lo que Blanchot expresa con su famoso “Pienso, luego no existo” que aparece precisamente en la novela ‘Thomas el Oscuro’. Por eso a Blanchot, y eso es lo que más me ha enseñado, le interesan los personajes marginados y marginales, malditos si se quiere y, en cualquier caso, obligados por la Ley a guardar silencio o a desaparecer: Sade, Hölderlin, Kafka, Artaud, Lowry La Ley puede ser la propia razón, como en el caso de Hölderlin o de Artaud; puede ser el alcohol o las drogas como en los casos respectivamente de Lowry o de Michaux; puede ser la ley de la comunidad ético-política como en el caso de Sade pero, en cualquier caso, el escritor siempre está fuera de la Ley y la experiencia del escritor se convierte así en una experiencia-límite, que es una experiencia de esas de las que a veces uno no puede regresar para contarla…
Me ha llamado la atención el estilo: literario, referencial, a veces barroco... ¿Cómo lo define usted?
Es literario y, sí, a veces quizás peco de exceso de referencias literarias pero es que la novela, al ser en cierto modo un homenaje a la Literatura, me llevó a ello. En el fondo de todo lo que escribo está la poesía. Creo que la poesía es la brizna inicial que hace arder una historia, su enigma, su sentido oculto y creo que ella está muy presente en mi estilo.
El libro tiene muchas reflexiones sobre el arte de escribir, la obsesión de la escritura, la suplantación de personalidad, el plagio.
En esta novela aparecen, de hecho, mis dos obsesiones: la escritura y la locura. También está el tema del doble, del desdoblamiento de personalidad. A mí me fascina el William Wilson del relato homónimo de Poe.
Los personajes parecen desdoblarse entre: los jóvenes escritores Roberto Marcos y Xavier Reixach que rastrean al desaparecido Gregorio Morel…
Sin adelantar nada de la trama final de la novela, algo de eso ocurre en un momento dado con el personaje de Roberto Marcos, en principio un personaje secundario, pero que se irá desvelando como la clave de toda la narración. Por último, el tema del plagio hace referencia también a una idea muy postmoderna: la de que ya no hay un escritor sino que la escritura es un texto anónimo y comunitario de manera que los nuevos escritores se limitan o bien a anotar o a escribir en forma de Palimpsesto lo ya escrito o a plagiar directamente lo que han escrito otros.
Bueno, eso pudo ocurrir en la realidad, y lo cuenta en la novela, con Arthur Conan Doyle y Fletcher…
Se trata de una hipótesis de algunos biógrafos según la cual El Perro de Baskerville fue creación de un amigo de Conan Doyle: Bretram Fletcher. Para que no se descubriera el plagio la leyenda dice que Conan Doyle envenenó a su amigo con láudano y, jugando un poco más con la idea de la suplantación de la personalidad de su amigo, poco después se casaría con su mujer. Esta historia la contará Roberto Marcos a Xavier Reixach, que investiga con él la desaparición de Gregorio Morel, como una pista que debería conducirle a descifrar la verdad oculta tras dicha desaparición.
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