Un
eminente biólogo español lleva diez años recorriendo diferentes rincones del
mundo con el propósito de determinar el efecto del cambio climático en los
anfibios. Las ranas, en concreto, son un termómetro preciso a la hora de medir
la calidad medioambiental de una zona geográfica, y hoy por hoy, muchas
especies de batracios han desaparecido del planeta.
Esta
investigación conduce al herpetólogo al norte de Argentina durante la estación
de verano. En su fuero interno, el viaje se le presenta como una liberación.
Abandonar por un tiempo el departamento de Biodiversidad del Museo de Ciencias
Naturales de Madrid significa olvidar por un tiempo a Libelia, su ayudante de
postdoctorado, de quien está enamorado. Una relación imposible ya que Libelia
mantiene una relación sentimental con un joven filósofo, “ese novio que tanto
se parece a Wittgestein”. Por tanto, un cambio de escenario en un país que aún
no conoce, y la toma de contacto con nuevos colegas, a nuestro biólogo se le
presenta como una oportunidad llena de incentivos.
“El
mundo es del tamaño de lo que recorres, su extensión se limita a lo que has
visto y vivido; pero no es todo lo que recorres, solo lo que recuerdas de ese
recorrido.”
Ya
en Argentina, el equipo científico seleccionado como grupo de apoyo está
integrado por Teresa, Felisberto y Arcadio, todos miembros del Centro de
Ecología Aplicada del Litoral, quienes viajarán por carretera hasta los
humedales del Gran Chaco.
Durante
los tiempos muertos, el biólogo madrileño se sumerge en la escritura. Su
cuaderno personal se llenará de confesiones en torno al amor que siente por
Libelia, como sus obsesiones sexuales con las mujeres que irá conociendo
durante esta nueva experiencia y que, sin embargo, nunca llegarán a ser
satisfechas. Sus páginas además contienen pensamientos filosóficos respecto a
un mundo que no comprende:
“El
lugar inhóspito y temeroso no es un bosque frío lleno de sombras. Tu lugar
temido es un supermercado, una gran superficie llena de largos pasillos
estrechos con estanterías repletas de alimentos y objetos infinitos.”
Gracias
a estos cuadernos también el lector aprenderá algunas características curiosas
que poseen algunas especies de ranas; las particularidades de los pueblos
aborígenes: tobas y wichis que el científico acaba de descubrir; ciertos datos históricos relevantes, así como
la descripción de los paisajes y la fauna de los lugares que explora entre el
Gran Chaco y la selva misionera de Argentina.
Su
único contacto y sostén emocional será su amigo Vogli, un biólogo experimentado como el protagonista,
pero hace algunos años abandonó la ciencia para recluirse en el mundo de la
literatura. Vogli le envía con regularidad numerosas citas literarias de
escritores de todos los siglos, desde Shakespeare, Cervantes, Leopoldo Lugones,
Bioy Casares, Juan Rulfo, Bolaño, Patricio Pron, Vila-Matas, Murakami o
Houllebecq que en sus obras dedicaron cierta atención a los batracios.
Entre
los investigadores locales y el jefe español se establece una tensa relación de
poder. Felisberto aprovechará las circunstancias para llevar de forma paralela
un negocio relacionado con drogas, mientras
Arcadio y el biólogo español mantienen una pugna silenciosa por
conquistar el cuerpo de Teresa. Siguiendo con su tónica de mala suerte con las
mujeres, una vez más, el madrileño resultará perdedor.
En
un momento dado, el grupo debe dividirse en dos. Teresa y Felisberto
permanecerán en el Gran Chaco para terminar las pruebas de tolerancia térmica
de los renacuajos seleccionados, para
más tarde, recabados los datos, devolverlos a sus charcas de origen. El
investigador jefe junto con Arcadio viajarán hasta la selva misionera y
repetirán el mismo experimento en una de las zonas más calientes del planeta.
Esta
decisión sobre el equipo en apariencia intrascendente, fruto de una venganza
personal más que por razones objetivas, influirá de alguna manera en la muerte
de Felisberto.
El autor: RICARDO REQUES (Madrid,
1967)
Nacido
en Madrid, pero reside en Córdoba desde los once años. Biólogo, editor,
divulgador científico, autor de tres libros de relatos: Fuera de lugar (2011), El
enmendador de
corazones (2011) y Piernas
fantásticas (2015), Ricardo Reques
ha dado el salto a la novela con un libro de envergadura. No solo por su
extensión (309 páginas) sino también por la originalidad del planteamiento
narrativo.
La
rana de Shakespeare es un viaje
científico y de ficción, de ahí su título, donde el escritor juega con los
códigos del lenguaje característicos del ensayo, el cuento o la crónica
histórica.
La
intención de la novela queda explicada con claridad en la voz del científico
protagonista. Este, en un momento dado, cuenta a unas de las investigadoras
quién es y a qué se dedica su amigo Vogli:
“Está
escribiendo una especie de novela construida con citas literarias sobre
anfibios, una historia en la que suceden cosas que, de un modo extraño o no
explicado, tienen relación con las citas. Es un rompecabezas, una acrobacia que
nace de sus múltiples lecturas, de las que ha ido seleccionando fragmentos de historias
en las que nombran a los anfibios. Ya tiene un título pensado: La rana de Shakespeare. (…) El hecho de
que alguien como Shakespeare dedicara varias líneas a los anfibios, justifica,
según él, una atención literaria hasta ahora reconocida”.
Y
así es, la novela está repleta de citas literarias que van influyendo en el
desarrollo de la trama principal. Con gran habilidad de estilo, gracias al
humor y la ironía, y en otros momentos,
gracias a un profundo lirismo, el autor va hilando ciertos paralelismos entre
el comportamiento de distintas especies de animales y la compleja relación que
entablan los personajes de caracteres muy distintos, donde el sexo y la lucha
soterrada de poder tienen especial protagonismo.
El
carácter del biólogo español, entregado en cuerpo a la ciencia y, en alma a la
literatura, poeta malquerido, descarnado en sus delirios, cínico depresivo,
obseso sexual, tiene bastante en común con los personajes de Houellebecq, uno
de los escritores admirados por el autor.
Sexo,
ranas y literatura son las tres pasiones que mueven los hilos de esta magnífica
novela que Vila-Matas recomienda en su blog.
“Reques
es un narrador solvente que utiliza una prosa cuidada y diáfana, y que domina
con soltura los mecanismos de la fabulación”. Diego Prado, Librújula.
“Ricardo
Reques propone una lectura intenta y amena, plagada de referencias y guiños, en
un recorrido por diversos estilos y técnicas literarias, del que el autor sale
muy bien parado y con el que, además, consigue casi siempre arrancar al lector
una sonrisa cómplice”. Javier Menéndez Llamazares, El Diario Montañés.
“Ricardo
Reques, con maestría, se mueve entre los ambiguo y lo real, lo abstracto y lo
imaginario pero, sobre todo, con su escritura evidencia gestos que obligan al
lector a convertirse en un cómplice permanente”. Pedro M. Domene. Diario Córdoba.
Yolanda Delgado
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