HAY QUE COGER AIRE EN LO AJENO
El invernadero es una historia
contemporánea. De cosas que les pasan a la gente de ahora. Un escritor viaja a
Berlín tras las huellas de un científico con el que compartió la juventud y
encuentra a una misteriosa joven uruguaya que huye de algo. El tema de fondo de
la novela es el individuo en constante movimiento, la reflexión sobre la
identidad, la incertidumbre moral y la necesidad de salir y coger aire en lo
ajeno. La narración se ramifica a medida que cada personaje nos lleva a otro.
Podríamos decir que se trata de una novela de personajes secundarios cuyas
trayectorias vitales se entrecruzan durante un instante y luego se pierden. Una
obra sobre el transitar en el mundo de hoy, escrita en el tono inmediato y
urgente de la primera persona, con una prosa transparente, de frases cortas y
lectura rápida.
¿Qué quería
contar cuando empezó a escribir El invernadero?
No estaba muy
seguro de lo que quería contar.
Algo
tendría en la cabeza
Empecé a
escribir sin un verdadero plan, esa es la verdad. Sin una historia definida.
Sin una arquitectura. Pero lo cierto es que siempre ha sido así, en todas mis
novelas anteriores. Supongo que no sé escribir de otro modo. Solo tenía el
principio, la voz del narrador.
¿Qué voz
era esa?
La voz de
alguien que se aleja de su ciudad, de su país, de su zona de seguridad,
básicamente eso. Para mí, lo más importante al comenzar cada nueva novela es
encontrar esa voz del narrador, el tono en el que habla. Encontrarlo y
mantenerlo. Es como cuando empiezas un poema: solo tienes un verso, un
comienzo, pero en ese verso inicial está el germen o el motor de todo lo que va
a venir después.
O sea, que
no sabía la historia que al final acabaría saliéndole.
Exacto. Para
eso me pongo a escribir, creo. En realidad no sé para qué me pongo a escribir,
pero me gusta pensar que es para eso: para descubrir esa historia, para ver qué
encuentro y a dónde llego. Es como una búsqueda, como un viaje.
De hecho,
¿no podría decirse que El invernadero es precisamente la historia de
una búsqueda?
Bueno, sí. Me
parece que eso describe bastante bien la espina dorsal de la novela. En el
origen hay una búsqueda. Es la historia de un hombre que necesita aunque solo
sea temporalmente salir de su rutina, de su entorno, de lo que se supone que
conforma su mundo. La excusa es que va a buscar a un viejo amigo, o lo que
queda de él. La historia es una historia contemporánea de cierta intriga y está
ambientada en el Berlín actual.
O sea, que
no hay elfos
Es cierto,
siempre suelo decir eso: no hay elfos. Ni zombies. Ni crímenes de psicópatas.
Es una pena. Yo mismo lo lamento a veces, pero soy incapaz de hacer ese tipo de
literatura fantástica tan en boga hoy en día.
¿Por qué en
Berlín?
Me atraían dos
cosas de Berlín: por una parte, el hecho de que es un lugar que conozco solo
muy superficialmente, y por otra, el frío. La novela dura lo que dura el
invierno. Me interesaba que ese fuera el fondo. Me interesaba que fuera una
novela de invierno porque creía que eso le iba a venir bien tanto al ritmo de
la historia como a mi estilo narrativo. Quería que la novela funcionara como
una nevada: contenida y pausada en sus aspectos formales, pero en la que poco a
poco se va acumulando una sensación de peso y extrañeza.
¿Pero, por
qué situar la historia en un lugar
que no conoce bien?
Lo bueno de
eso es que así te remites a lo esencial. Cuando conoces demasiado bien un
lugar, pierdes la capacidad de "verlo" con ojos nuevos. Berlín se ha
convertido en una especie de símbolo europeo, es un nudo, una confluencia de
ideas, memoria y emociones colectivas muy diversas. Me interesaba eso. Y el
hecho de que había estado recientemente en el Prenzlauer Berg, la zona en la
que ocurren los hechos.
Abre el
libro con una cita de Max Frisch
Sí. Hay tres o
cuatro momentos de la novela en los que se pueden encontrar pequeños homenajes
a la obra del gran Max Frisch. En particular a Montauk, una novela
breve, escrita en 1975, que me resulta especialmente honesta y que me parece
que incluso para su autor tuvo que resultar en aquella época un hallazgo
sorprendente.
La cita
dice: “Un anhelo de gente nueva para quienes uno mismo sería también
desconocido”.
Claro. De
hecho, la novela iba a titularse Gente nueva. “Hay que coger aire en lo
ajeno”, esta frase aparece en la novela, creo. Y en gran medida, en un sentido
profundo, va de eso: de la necesidad de salir de lo propio, de lo identitario y
mezclarse con lo ajeno, con lo diferente.
Entonces, ¿por qué se titula El
invernadero?
Me gustó la palabra. Me gustó cómo sonaba, lo que sugiere:
la atmósfera cerrada. Hay un invernadero que alberga a un personaje especial
para la trama. Por otro lado, la novela (como ya he dicho antes), dura lo que
dura un invierno; empieza poco antes de navidad y acaba a finales de marzo. Es
como un tiempo entre paréntesis.
Creo recordar que en alguna parte usted ha dicho que busca
la claridad y que huye de toda retórica.
Bueno, sí. Supongo que no siempre ha sido así. A
ciertas edades uno tiende a ponerse enfático. Es natural. Pero acabas
aburriéndote de eso. La solemnidad suele ser un poco pesada y yo quería hacer
una novela que fuera todo lo contrario a pesada. Luego, además, hay una cosa
que inevitablemente ocurre: la vida te acaba enseñando a no tomarte demasiado
en serio. En esta novela he tratado de huir del exceso de literatura. Para mí
lo más importante es encontrar el tono: un tono creíble. Y
mantenerlo hasta el final.
¿A qué se
refiere cuando habla del tono?
Al tono de la
voz, ya sabes. “La voz es el alma”, decía Aristóteles. Para un escritor, el
tono de voz lo es todo. Escucha a ese tipo que te habla: en su tono de voz
puedes percibir de inmediato si te habla con respeto o no. Si te trata como a
una persona inteligente o te trata de imbécil. O te habla como a un niño. Si
pretende asustarte, sorpren-derte, contarte una bobada inverosímil. Por otra
parte, en la mayoría de los casos el lector se da
cuenta con bastante rapidez si un libro está escrito para él o no lo está.
Siempre escribe todas sus
novelas en primera persona, ¿por qué?
Tiene algo que
ver con lo anterior, creo. Quizá no acaben de ser perfectas novelas. El yo en
la narrativa es cosa del siglo XX y pretende ser una aproximación a la
apariencia de verdad. Se supone que el narrador que habla en primera persona no
inventa, cuenta lo que ve. Más que contar un cuento parece que esté dando un
testimonio, no solo de lo que le rodea sino también de sí mismo: de sus propias experiencias y
reflexiones. De hecho, la mayor parte del material de esta novela esta sacado
de historias reales de gente más o menos cercana a mí. Lo que pasa es que al
final todo es ficción. Adoptas unas posición, un punto de vista y un tono de
voz, y acto seguido eliges los detalles que prefieres destacar. Al final se
trata de hacer una obra que tenga alma o algo así. Como una melodía. Quieres que tenga algo tuyo.
Diga algo
de la novela que pueda animar a los posibles lectores.
No sé, es una
novela sencilla: mejor no intentar decir cosas demasiado ambiciosas sobre ella.
Creo que se lee con facilidad y eso ya es algo. Se puede leer en un fin de
semana. Por otro lado, como decía, trata del mundo real y de las cosas que les
están pasando o pueden pasarles a las personas de hoy en día. Es una historia
compuesta de muchas pequeñas historias cruzadas.
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