Intentando cocinar el amor
Publicado el Martes 6 de septiembre de 2016 , a las 00:02h
Cuando Myriam decide abrir al público su restaurante no sabe ella, ni quien la lee, que el local al que llama Mi Casa, encierra una especie de aforismo en ese nombre, que supone guarda paralelismo con su propia vida. Lo que la propietaria de este local va a narrarnos es la apertura a las entrañas de su propia vida, de la Casa en la que se encuentra.
Una narración que tras la apariencia de ser un mero libro de juego con los alimentos, o con los sentimientos, trata de combinar la manera de abrirse a una cocina amarga y especiada que terminará en pastel de zanahoria y nueces. La historia se escribe en primera persona y, aunque no alcanza a la manera de un diario, sí que establece el ejercicio de la narración y de los recuerdos fragmentados. No se aproxima a su formato, salvo que entre jornada y jornada, nuestra protagonista recopilará una parte de su pasado, del que iremos descubriendo poco a poco un mundo de locuras, en el que nunca se evidencia cuál es la realidad, ni dónde se ancla la imaginación para recrear paralelismos de una vida poco clara.
La autora ha querido diseñar a un personaje que hurga en sus sentimientos, imaginando paisajes reales que se entremezclan con la realidad, obligando a sus sujetos de lectura a extraer los mundos auténticos de los imaginarios. No suele tratarse de escenas especialmente largas, pero vuelca buena parte de la proyección poética en los sentimientos de su narrativa, convirtiendo esos momentos en espacios fantásticos muy potentes.
Parece que la historia fuese como el bulbo de una planta, que encierra el conocimiento de vidas pasadas, pero que, en medio de un frío invierno, encuentra serios problemas para volver a brotar a la superficie de la tierra. Serán los compañeros de viaje quienes le permitan realizar el recorrido interior de una larga historia pasada, para que esté en condiciones de encontrar el motivo del trayecto mismo. En cierto modo estamos ante una historia que transita de lo más íntimo de la protagonista, hacia un brote del sentimiento externo que permitirá decidir su propio futuro.
La narración cuenta con una larga fase introductoria que, probablemente, hasta pasadas las primeras 50 páginas hacen divagar a su protagonista, sirviendo a modo de descriptiva de su entorno y del resto de personajes. Sin embargo, tampoco deja especialmente clara la posición de la línea argumental, que se irá definiendo hacia el final del relato.
Una historia que habla del contradictorio sentimiento de rechazo de Myriam hacia su propio hijo, que a su vez se mira desde fuera comprendiendo que tendría la necesidad de quererlo. Un suceso que se desata en tras el profundo amor del primer momento de la maternidad: “Desde su cuna transparente, Hugo me gratifica con su maravillosa sonrisa, que he olvidado mencionar. Me quedo admirándolo, pero de repente tengo la horrible sensación de que algo se ha roto. Ya no lo quiero. Miro hacia otro lado. Me concentro en la pared blanca. He debido equivocarme”.
A partir de ahí, la realidad del momento actual irá intercalando vivencias del pasado en una desordenada cronología, que nos permitirá ir construyendo causas y consecuencias en ambos sentidos de la historia. Sobre ella, sentimientos evidentes o sugeridos planean la posición de la protagonista al filo de un borde situado entre el desastre y la catarsis que le permita avanzar.
En todo ello participarán los personajes de Ben y de Vincent, el primero de ellos, especialmente, más firme en su carácter, aunque también dotado de ciertos aspectos de misticismo ascético, que nada tienen que ver con el propio núcleo del relato.
De su pasado al circo, del circo al restaurante y retorno a través de la imaginación, es la síntesis de esta historia, que sirve de sustento para el desarrollo de la situación incontrolable de una mujer frente a su propia maternidad.
Es cierto que el relato tiene la capacidad de atrapar desde el comienzo, y conducirnos a través de ese mundo casi maravilloso de Alicia y sus galletas de crecer y menguar. Sin embargo, creo que hay carencias en la profundización de los contenidos de cada tema tratado, que la parte culinaria podía haber tomado mayor relieve, pero que es muy superficial y apenas sirve de acompañamiento, al igual que la parte circense, que ocupa el segundo puesto en el recorrido de la biografía que hace la protagonista, sólo nos deja pinceladas de su realidad. Y, sin mermar el interés de la novela, creo que su autora deja enormemente desaprovechada la oportunidad de recrearnos en un mundo mucho más potente y profundo en su narrativa.
Título: Cómeme (Mangez-moi)
Autora: Agnès Desarthe
Traducción: Iballa López Hernández
Editorial: Baile del Sol (2016)
Formato: encuadernación en tapa blanda; 214 pág.
Cubierta: Pau J.
ISBN: 9788416794058
http://www.larepublicacultural.es/article11231.html
Cubierta: Pau J.
ISBN: 9788416794058
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