domingo, 25 de mayo de 2014
La poeta Sonia San Román posa con su nuevo libro. «La idea primera sí que surge del instinto pero cada poema tiene una reflexión muy grande»
Se dio a conocer literariamente en el 2004 con el cuaderno de poesía ‘De tripas, corazón’, una breve colección de poemas frescos, directos y crudos que cuatro años después se convirtieron en el libro ‘Planeta de poliuretano’. Ahora publica su cuarto libro de poesía, ‘Anillos de Saturno’ (Baile del Sol –Tenerife–, 2014), que presentó ayer en la librería La Plaquette. Sonia San Román Olmos (Logroño, 1976), licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de La Rioja, continúa con su línea poética clara, de ajuste de cuentas con la propia existencia, pero en la que ahora se añade un matiz elemental: la maternidad. «Dejar de ser hija/a golpe de machete/para poder ser madre», escribe en uno de sus poemas. –Lo primero que llama la atención del libro es una destacada concepción maternal en su temática. ¿Es así, esto ha empujado a la escritura de poemas? –En buena parte del libro, así es. No solo porque me interesara hablar de maternidad como hecho concreto sino porque quería indagar en el cambio de perspectiva con respecto al mundo y a uno mismo que este hecho nos supone a los seres humanos. –El primer verso: «Querer ser el reflejo invertido del padre». ¿Cambia su mentalidad al ser madre? –Ya lo creo. En la base, una sigue siendo la misma pero cambian las prioridades, aumentan los miedos, afloran los instintos... –El título, ‘Anillos de Saturno’, ¿debemos entender que hace referencia a la mitología, al mito de que Saturno devoró a sus hijos? ¿Por qué ha elegido esta referencia? –Porque la figura de Saturno contiene dos conceptos que he trabajado mucho en el libro y que me interesaban especialmente: el paterno, el de la generación en el poder que intenta que la nueva no ocupe su lugar y el del paso del tiempo lineal que nos acerca hacia la muerte. Con los anillos he querido darle el contrapunto. Reflejar el paso del tiempo amable, el de los ciclos, el que nos hace creer que siempre estaremos aquí de alguna forma porque todo se perpetúa o porque todo vuelve. Y, con ambos elementos juntos (el cíclico y el lineal), crear tensión y armonía al mismo tiempo. –Tampoco rompe con su línea poética anterior, aún hay mucho ajuste de cuentas, ¿no? –Quizás la continuidad que se percibe con respecto a los libros anteriores no sea ya por una necesidad de ajustar cuentas sino más porque siento que esa es mi voz y que me siento cómoda escribiendo desde ahí. Aún así he trabajado en líneas muy diferentes a las de libros anteriores, como en la búsqueda de metáforas dentro de lo onírico que luego he ensamblado con elementos más cotidianos. –Y, por supuesto, amor, pero un amor instintivo, cercano a lo salvaje. ¿Es así? –La maternidad te afila los instintos y te conecta con tu parte más animal. El amor, como instinto primario, no se libra de ese afilado. De hecho se convierte en el motor, en la solución, en la única salida. Pero no solo hablo de amor hacia los hijos propios o hacia la familia de uno, sino de un amor más difícil, el que va dirigido hacia los otros, el que nos reconcilia con el mundo. –Todo el libro parece escrito bajo el instinto entre humano, maternal, animal... –La idea primera sí que surge del instinto pero cada poema tiene una dosis de reflexión y de trabajo muy grande en la que procuro que las palabras no le quiten fuerza ni emoción.
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