Sonia San Román
ha publicado 'Anillos de Saturno', su cuarto poemario y el más personal
Sonia San Román ha publicado su cuarto poemario.
Lleva por título ‘Anillos de Saturno’. Asegura que en esta colección de poemas
hay mucho de sí misma. Apunta que ha escarbado mucho en su propia persona, que
ha profundizado en algunas zanjas abiertas. También, apunta, que existe un
mayor toque social y un juego de paradojas con el tiempo como elemento
catalizador. Escribe desde siempre, desde niña, desde que su bisabuela le
regalaba versos y está convencida de que de no hacerlo, enfermaría. Profesora
de Lengua y Literatura cree que la poesía “se ensaña fatal”./Javi Muro
S.- ¿Qué es ‘Anillos de Saturno? ¿Si abrimos sus
páginas y comenzamos a leerlo qué no vamos a encontrar?
Es mi cuarto poemario y creo que es uno de los
lugares donde más se puede encontrar de mí. En los libros anteriores había
cosas, pero creo que aquí, en ‘Anillos de Saturno’, es donde más se escarba. Ya
tenía zanjas abiertas en libros anteriores, pero aquí he seguido profundizando.
Así que nos podemos encontrar con zanjas muy personales, pero también procuro
hacer poemas en los que esa parte personal puede ser también de todos. Es
decir, que no sea sólo vomitar emociones, sino que si tú lo lees también puedas
conectar con lo que estás leyendo.
S.- ¿Es un poemario introspectivo, pero que busca
empatía con el lector?
Sí, eso es. Igual es un poco pretencioso decir que
busca lo universal, pero eso es. Es buscar en lo particular lo común. He
indagado en heridas, en aspectos, que a lo mejor sí que me causaron cierto run
run por dentro y me gusta desenmascarar qué era lo que también nos lo podía
causar a todos como sociedad, qué causaba ese run run. Así que puedes
encontrarte poemas que son muy personales, pero también otros con un mayor
toque social. Precisamente, por lo que cuento, porque en esa búsqueda a lo
mejor encuentro aspectos comunes, a lo mejor encuentro un pulso que no es sólo
mío, sino que es un latido que compartimos unos cuantos.
S.- Por un lado hablas de reflexión interior, pero
el título del poemario, de alguna manera, habla de un lugar lejano…
Me gusta jugar con las paradojas. No pensaba con
la relación con el espacio, pero sí quería jugar con dos conceptos relativos al
tiempo. Saturno, como el tiempo que nos devora, que nos acerca más a la muerte,
el tiempo lineal, con el que no podemos luchar y, por otro lado, lo circular,
ese tiempo amable, ese tiempo que tiene un toque eufemístico, el de los ciclos,
el de vuelve la primavera, el que nos hace sentirnos inmortales. De alguna
manera, había querido jugar con eso. Por otro lado, también juego con una
faceta generacional o familiar del padre que quiere devorar a los hijos pero
que finalmente es devorado. Con la idea de Saturno hago referencia a lo
generacional y también al tiempo.
S.- ¿Juego también de contradicciones?
Bueno, en el fondo me sé contradictoria; creo
todos en el fondo. La propia vida tiene esas contradicciones. El festejar los
ciclos, las estaciones, que parece que todo vuelve, que nada cambia, pero en el
fondo hay un tiempo implacable que va avanzando… Esa contradicción con la que
tenemos que vivir es la que pretendo reflejar y para hacerlo he escavado un
poquito en mí misma.
S.- Quienes han leído ‘Anillos de Saturno’ hablan
de un nuevo camino en tus poemas, de haber soltado lastre, incluso… hasta la
amputación…
Sí, se refiere a un poema que habla de ‘soltar
lastre hasta la amputación’. Habla de eso que estamos comentando, de cuando uno
intenta moverse dentro de los engranajes familiares o sociales, cuando sabe que
tiene que ocupar determinado espacio pero el anterior no sabe retirarse… pues
eso, que uno también tiene que saber soltar lastre, saber cuáles son las raíces
buenas, como con los árboles… ese soltar lastre es también, un poco, saber
avanzar.
S.- … y un nuevo camino en tu poesía…
Sí, incluso desde el aspecto técnico. Sí que es
verdad que igual mis primeros poemarios era más prosaicos y aunque sí que me gusta
el lenguaje sencillo, las palabras sencillas, está vez quizá he creado
metáforas más potentes, muchas veces oníricas, incluso alucinaciones. En este
sentido me ha influido mucho la poetisa Isabel Bono. Tiene un blog maravilloso,
‘Espuma de las noches’, en el que ella construye poemas en prosa con lo que ha
soñado la noche anterior. Ella me sugirió "coge un cuaderno, póntelo en la
mesilla, y esas imágenes del sueño apúntalas, que algunas te servirán para
poemas". En ese sentido, José Hierro, que lo he estado trabajando durante
2012 realizando una antología homenaje, tiene también apartado poético muy
interesante de alucinaciones. Me interesaba, porque a veces intentamos decir
con palabras cosas, pero a veces las palabras también nos engañan. Entonces, el
sueño con esas metáforas tan potentes es capaz de decir lo que algunas palabras
no son capaces. Son imágenes más potentes y me ha gustado trabajar con ese tipo
de imágenes.
S.- Al hilo de lo que cuentas, ¿Cuál es la
evolución que percibes entre tus primeros poemarios y ‘Anillos de Saturno’?
Para empezar, hay una diferencia vital porque yo
no soy la misma que escribí aquellos libros…no sé si por suerte o por
desgracia…, pero la evolución también está ahí. Por lo tanto, si yo, que soy el
filtro por el que pasan todas esas sensaciones, que soy la antena, el
catalizador, no soy la misma… pues difícilmente puede tener mis poemas el mismo
estilo, aunque sí que hay parte de mí parecida a la del comienzo. Hay muchas
más lecturas, vivencias nuevas, me he ido alimentando, me he ido enriqueciendo,
y he realizado una búsqueda todavía mayor. Son cincos años de trabajo y creo
que se tiene que notar.
S.- ¿Por qué escribes? ¿Cuándo comienzas a
escribir?
… creo que es una enfermedad… creo que si dejara
de hacerlo enfermaría… Lo hago por sobrevivir, porque necesito quitarme de
dentro muchas cosas. Poeta no es sólo el que escribe. Hay cineastas que son
poetas, hay fotógrafos que son verdaderos poetas, yo creo que soy simplemente
un catalizador, un filtro, una antena, que está abierta para hacer visible lo
que es prácticamente invisible y utilizo como herramienta la palabra. Soy un
filtro y cuando llegas a filtrar tanto tienes ese atasco y con ese atasco es
con el que hay que construir el poema al final. Hay que hacer poesía de esos
acumulados de realidad y cotidianidad, con esos pequeños detalles que parecen
invisibles es con los que hay que tratar de construir poemas.
S.- Igual es exagerado, pero escuchándote da la
impresión de que ese proceso creativo del que hablas tiene algo de doloroso, ¿no?
No lo sé en el caso de los demás poetas, pero en
el mío, a veces, sí. A veces, el hecho de haber construido un poema resulta una
liberación. Te sacas algo, te vacías, te abres y cuando estás abierto das mucho
de ti. Por eso, te advertía que soy muy pudorosa en las entrevistas porque los
poemarios son tan íntimos, hay mucho de mí ahí, es desnudarte.
S.- ¿Concluir, finalizar un poema, verlo
terminado, es terapéutico, es medicinal para ese dolor del que hablabas?
Sí, muchas veces sí. Otras, pasado un tiempo, no
te reconoces en el poema. En los primeros poemarios sucede así, no soy la misma
persona que hace diez años cuando escribí el primero. Ahora lo lees y dices
¡Madre mía!, como ha pasado el tiempo, ya no escribiría esto. Sí es cierto que
terminar un poema tiene mucho de liberador, no me atrevería a decir terapéutico
porque estaríamos rozando los libros de autoayuda, pero sí es liberador, como
si te extirparas ese acumulado. En el fondo, es como dicen los chinos, el ojo
sólo ve lo que busca. Tu sí que andas buscando en la realidad algún tipo de
cosas con las que conectas, por tus raíces, por tu pasado, por tus vivencias,
por tus lecturas, por tus dolores o por tus alegrías…. Andas buscando ese tipo
de cosas con las que conectas, pero sí que es verdad que buscas tanto que luego
es necesario vaciarte y que mejor cosa que vaciarte con el arte. A otros les da
por hacer guerras, invadir países…
S.- ¿… supone también un descanso?
Sí. Sí, sí, descansas, descansas.
S.- Los poetas acostumbráis a participar en
recitales en los que leéis vuestros poemas. Por un lado es la presentación de
la obra, pero también, por otro, está la exposición personal. ¿Cómo llevas ese
mostrarte?
Es complicado porque cuando la gente se entera de
que has publicado otro libro piensa que estás súper feliz, súper orgullosa de
ti misma… y yo me encuentro al contrario, tengo una sensación de vértigo, de
estar en la orilla del abismo y de decir sí, por un lado estoy feliz porque he
reunido una serie de poemas de los que me siento orgullosa, pero también me
siento muy expuesta, es muy impúdico el hecho de mostrarse tanto. Creo que en
el momento en que se produce la comunicación con el lector, en el momento en
que, por ejemplo, alguien te escribe y compruebas que la conexión poética se ha
producido, eso te produce felicidad. Compruebas que has conectado, que les has
arañado por dentro y entonces, ya ha merecido la pena. Pero sí, el exponerte,
produce un vértigo bastante importante.
S.- ¿Cómo interpretas las reacciones de los lectores
a tus poemas?
Suele ser muy agradable. Depende de quien venga
también; aduladores hay muchos. Me creo la crítica que tiene también un pelín
de negativo. Ese lector que te dice que a pesar de algunos poemas no me han
dicho nada, este, este otro y este, sí que me han gustado y me han parecido muy
potentes. Con esa crítica que me quedo, la que valora, la que me da una de cal
y otra de arena, con la que me aporta argumentos que se ve que son fruto de la
lectura. Hay es cuando digo, que bien, se ha producido la comunicación.
S.- Ese tipo de crítica es también una pista, ¿no?
Supongo que resulta muy complicado creer que alguien te diga me ha gustado tu
poemario desde el primer poema hasta el último, más teniendo en cuenta, como
dices, que ‘Anillos de Saturno’ es muy personal…
Claro. Valoras cuando compruebas que ha habido una
lectura, cuando alguien te dice me gusta más la última parte del poemario, me
parece la mejor y, sin embargo, a otro lector, le gusta más la primera parte.
Claro, cada uno somos hijos de un padre y una madre y el poemario es bastante
diverso, incluso en extensión de los poemas y temática, maternidad, lo social…
cada uno ve lo que busca…
S.- También es cierto que vivimos un momento en
que lo que tiene que ver con lo social nos llama más la atención…
Sí, nos toca más la fibra. Lo buscamos,
necesitamos encontrar compañeros de viaje en estos tiempos revueltos. Así
surgen antologías como ‘En legítima defensa’, de Bartleby, en la que también he
participado y cuya temática es totalmente social. Aborda cómo están viviendo
los poetas estos tiempos. Si eres poeta de tu tiempo tienes que reflejarlo de
alguna forma.
S.- Y llegados a ese punto, ¿Cómo están viviendo
los poetas estos tiempos?
Deberíamos meternos en el barro, pero pienso que
debemos huir de lo panfletario. Hay quien cree que el mensaje justifica ya el
poema, que vale con que el mensaje sea muy justo. Pienso que hay que saber
construir un poema, estás haciendo una obra de arte, tienes que cuidar las
expresiones. Intentar decir lo mismo, pero cuidándolo.
S.- Coincide contigo el poeta Abraham Gragera, que
pasó hace unas semanas por las Jornadas de Poesía en Castellano…
Claro, es que a veces la poesía social cuando la
oyes dices, lo comparto, pero ¿dónde está el poema? Tiene que haber un
equilibrio entre la buena construcción del poema y el mensaje, entre la forma y
el fondo. No se puede descuidar la forma; me parece imprescindible porque sino
la poesía se pierde.
S.- ¿Qué importancia le concedes a las redes
sociales como canal de expresión para la poesía, para un poeta?
Yo soy muy fan de las redes sociales. Sobre todo,
como nexo de unión con otras personas que están haciendo lo mismo que tu, te
conectan con compañeros, te conectan con lectores, es también una manera de
potenciar tu obra y promocionarla. Me parece una plataforma estupenda. He
conocido a muchísima gente que quizá no hubiera podido descubrir en una
librería porque han publicado en editoriales pequeñas o marginales que las
distribuidoras no las han hecho llegar aquí. Así he llegado a sus poemas y los
he podido leer. Las redes me parecen algo fantástico, en ese sentido.
S.- ¿Al comenzar a escribir tenías claro que tu
camino era la poesía?
Sí, sí. Sí, el camino ha sido la poesía desde
niña. Mi bisabuela es la que me metió el virus. Ella hacía versos. No sé ni
siquiera había llegado a terminar la escuela. Había nacido a finales del XIX,
pero tenía una gran capacidad para hacer versos. Cuando llegaban los cumpleaños
o cualquier celebración familiar, ella te regalaba un poema. Cuando yo tuve
edad de leer y capacidad de recitar, me utilizaba de rapsoda. Ese virus lo
tengo desde la infancia y aunque alguna vez he escrito relatos me encuentro
mucho más cómoda en la poesía. Es que no lo puedo remediar, es lo que gusta.
S.- ¿Una poeta lee sólo poesía?
No, no, leo de todo. Soy profesora de Lengua y
Literatura y tengo que leer de todo por mi trabajo, pero también por places. Sí
es cierto que leo más poesía porque también aprendo mucho. Veo las herramientas
de otros y a veces digo… yo quiero escribir así.
S.- Y como profesora de Lengua y Literatura… la
poesía siempre ha sido algo que producía cierto miedo en el colegio, en el
instituto…
Normal, se enseña falta.
S.- Igual que sucede con otras artes, ¿no sería
más adecuado en vez de iniciar el temario por los clásicos, que provocan cierto
temor, hacerlo por poetas contemporáneos e ir buscando las referencias con los
clásicos hasta hacerlos atractivos a la lectura?
Es lo que pienso. No sé quien lo dijo, pero
llevaba mucha razón: “Empezar a enseñar poesía por los clásicos es como en
matemáticas, empezar por las derivadas en vez de por las tablas de
multiplicar”. Claro, los chavales llegan asustados a la poesía. Primera vez que
ven un poema, venga a analizarlo, a encontrar las metáforas de Garcilaso o de
Góngora…. No entienden nada… es mejor empezar con poetas contemporáneos, con
imágenes más sencillas que las que se encuentran en las metáforas de los
clásicos…
S.- Eso permite luego ir hacia atrás en el tiempo,
hacia los clásicos…
Por supuesto. Es un entrenamiento. No le puedes
pedir a un chaval de quince años que aún no ha escarbado en su propia persona,
que entienda una metáfora sobre el paso del tiempo o sobre la muerte… Hay que
ofrecer un lenguaje más próximo a su tiempo, con metáforas que puedan
comprender, que trabajen su sensibilidad, que pique ese gusanillo… pero empezar
por Góngora… A mí me encanta Góngora, pero porque llevo muchas lecturas ya. No
puedes mostrar a los chavales la imagen de que el poeta es alguien que vive en el
Parnaso y escupe versos…