lunes, 22 de agosto de 2011
Una novela canaria: ‘El fondo de los charcos’
Sentimientos contradictorios me asaltan tras finalizar la lectura, a ratos muy apasionante, de la tercera novela de Javier Hernández Velázqueztitulada El fondo de los charcos (1). Y escribo lo de sentimientos contradictorios porque por momentos he apreciado en esta monumental obra (casi cuatrocientas páginas estructuradas en capítulos breves y de lectura vertiginosa) un intento por escribir la que podría ser la gran novela canaria de nuestro tiempo. O la gran novela sobre la capital tinerfeña, para ser más exactos en estos tiempos confusos que vivimos.
El autor ya nos advierte de por donde irán los tiros con una cita tomada de una de las mejores novelas canarias de la década de los 70, Crónica de la nada hecha pedazos de Juan Cruz: “El mar está hecho para los muertos, y a nosotros corresponde el deber de desenterrarlos.”
Y de muertos desenterrados va El fondo de los charcos, una obra que me sabe a auténtica porque desde el principio intuyo sus intenciones: radiografiar en clave policiaca la historia de una ciudad tan desmemoriada como es Santa Cruz de Tenerife.
Ubicada en varios tiempos (los años treinta, la década de los setenta, ochenta, noventa y los actuales) es una pena no obstante que Hernández Velázquez haya renunciado a recortar el apreciable número de páginas (muchas de ellas precisamente muertas porque no hacen avanzar el relato) para que una vez finalizada, tuviera como lector una plena y gozosa sensación de haber leído un libro definitivo. Un volumen redondo que transcurre en las calles y plazas de una ciudad que conozco y a la que todavía no termino por entender.
A pesar de este inconveniente, El fondo de los charcos es buena literatura más allá de sus radiaciones negro criminales, género cuyas claves han sido muy bien utilizadas por un escritor que en la aparentemente caótica madeja que propone, tiene la pericia de resolver los nudos y cerrar las tramas paralelas en una sola con ecos no sé si épicos, pero sí trágicos y por lo tanto amargos.
El personaje protagonista, Héctor Vázquez, se mueve en un universo poblado de mujeres a las que las circunstancias han hecho duras y fatales y de hombres cuyas vidas parecen estar articuladas por hilos invisibles.
De fondo, y sonando en alta voz, se desarrolla de forma paralela los capítulos que, a mi juicio, son los mejores y más valientes del libro: la descripción pulcra de una capital de provincias que en los días previos a la Guerra Civil tiene como protagonistas a los miembros de Gaceta de arte y a un general, de nombre Francisco Franco, a punto de tomar la decisión que cambió para siempre la historia de España.
Entre los miembros de Gaceta de arte, Javier Hernández Velázquez reivindica con emoción la vida y obra de Domingo López Torres, el único del grupo (Óscar Domínguez, Eduardo Westerdhal, Domingo Pérez Minik…) que fue sacrificado por un Alzamiento nacional que poco o nada tuvo de glorioso.
Pero es que hay más, ya que los acontecimientos que castraron a una generación de españoles reverberan en el presente de un relato que conmueve y en ocasiones hace temblar. Un pasado que se hace necesario desenterrar, parece que quiere decirnos Hernández Velázquez, para recuperar la memoria de esta compleja y acomplejada capital de provincia geográficamente africana pero de latido europeo, con el fin de que aprenda a ser ella misma.
Por norma general entiendo que una novela es buena cuando me suscita preguntas y al suscitarme preguntas me hace reflexionar sobre quién soy y de dónde soy. Hernández Velázquez no responde a cuestiones tan peregrinas pero sí da la llave para que penetre en ese tubo volcánico de misterio y vuelva a planteármelas mientras paseo por un Santa Cruz de Tenerife que, gracias a esta novela, me creo como escenario literario. Como un espacio en el que todo puede ser posible pese a que la ciudad aún no haya aprendido a mirar su pasado de frente.
He disfrutado mucho con El fondo de los charcos. De hecho, la he leído en apenas unos días francamente enganchado a sus páginas. También, es verdad, cabreado en ocasiones por la insistencia del autor en, reitero, engordar con páginas prescindibles situaciones que no hacen avanzar el relato. Un relato cuya mayor pretensión es la de entretener y generar reflexión.
Al margen de las tramas y subtramas que se cruzan y descruzan y vuelven a cruzarse hasta marearte, el mejor mensaje que saco de esta novela ambiciosa es que la ciudad (la ciudad) se mire ante el espejo de la historia y aprenda a convivir con sus gloriosos y miserables cadáveres.
Javier Hernández Velázquez escribe muy bien. Pero escribe mucho mejor cuando deja de lado su potente y bien armada cinefilia para ir directo al grano.
Me consta que si corrigiese esta pasión, las próximas novelas del escritor serán obras que no van a dejar indiferente a nadie. Títulos además que tendrán que tenerse muy en cuenta en la selva urbana de la novela policiaca escrita en español que trasciende las fronteras del género.
Y es que hay mucho talento y esfuerzo en el trabajo de Hernández Velázquez. Y mucha sapiencia a la hora de manejar las claves de un género como es el negro criminal. Claves que el escritor adapta a una realidad, como es la santacrucera, con estilo. Tanto estilo que incluso juega con ellas como si se trataran de las famosas muñequitas rusas.
El fondo de los charcos es así una novela policiaca de ambiente urbano en cuyas doscientas primeras páginas apenas hay violencia que concluya en crimen. En las otras doscientas restantes sí que asistimos a una especie de cosecha roja pero sin estridencias.
Hernández Velázquez apuesta en esta obra más que por resolver la misteriosa desaparición de la imagen de El señor de las tribulaciones y de un conjunto de obras inéditas de aquel grupo de artistas e intelectuales que pensaron en los años treinta que otra Canarias podía ser posible, en darnos su visión de una urbe que no termina de cuajar, que anda como un muerto viviente y a la que se quiere conamor loco o sencillamente se la detesta.
No me resisto a reproducir un párrafo de esta novela que, entre otros, me animó a subrayarlo al sentirme identificado con él:
“Esta no parece ser mi ciudad. Reniega de sí misma todos los días. Los que quedamos fingimos que no hemos muerto, pero es mentira. Santa Cruz nos ha enterrado. Estamos vivos, sepultados, moribundos, pero vivos. Hoy la vida transcurre de otra manera, a otro ritmo. Parece que han pasado muchos años, y nadie tiene memoria. A mi generación, le queda el consuelo de coleccionar cuadros, libros y pasear por el muelle. ¡Vaya mierda! Me gustaría que hubieras visto Santa Cruz a principio de los setenta. Estaba imantada por un extraño atractivo que la hacía irresistible. Y… y… ¡ya no existe, muchacho! De aquella ciudad no queda nada. Es un ánima en pena.” (página 256).
También este otro, la descripción que hace de uno de los personajes protagonistas de la obra, ausente pero presente como fantasma de otros tiempos, que es Antonio Sonseca.
“- Fue un personaje vital en la sociedad y política tinerfeña. La generación de mi padre lo conoció en primera persona: la mía de oídas; la de mis hijos, ni siquiera sabe quién es. A partir de los años setenta, pasó a un segundo plano. Verá, cuando uno se pasa la vida rodeado de libros, durmiendo en bibliotecas, se deja influenciar por los hombres que han marcado una época.
- En el caso de Antonio Sonseca parece que su marca ha sido borrada.
- Sin embargo, permanece como punto de contacto entre el viejo mundo, empapado de mitos, y el nuevo, representado por el Santa Cruz de principios del siglo veintiuno. Nos olvidamos de un hombre al igual que ignoramos lo que éramos hasta hace unas pocas generaciones. Hemos hecho mal olvidándolo. ¿Quiere saber por qué, inspector? Porque no hemos cambiado nada en absoluto.” (página 282).
A modo de conclusión:
El fondo de los charcos, con sus defectos, ha hecho posible que yo también aprenda y entienda a nuestros muertos.
(1) El fondo de los charcos (colección serie negra Baile del sol) se pone a la venta en septiembre.
Saludos, leed, leed, malditos, desde este lado del ordenador.
http://www.elescobillon.com/2011/08/una-novela-el-fondo-de-los-charcos/
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