jueves, 25 de agosto de 2011
Entrevista con El Hadj Amadou Ndoye
EL HADJI AMADOU NDOYE / PROFESOR DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLA EN LA FACULTAD DE LETRAS DE LA UNIVERSIDAD DE DAKAR
“LOS INTELECTUALES AFRICANOS NOS INSPIRAMOS EN LATINOAMÉRICA PARA
SUPERARNOS”
El Hadji Amadou Ndoye. (Senegal, 1947) es profesor de español en la Universidad Anta Diop de Dakar (Senegal) y un estudioso de la literatura canaria, en especial de la producida durante los años setenta y que dio resultado al ensayo Estudios sobre narrativa canaria (Tenerife, 1998) y a una segunda edición ampliada en 2006. EL PERSEGUIDOR mantuvo una charla con Ndoye, primer premio MUMES a la labor intercultural, en la que habló mucho de literatura. Pero no solo de la que se escribe desde el archipiélago sino también la que se genera en África y en Hispanoamérica, continente éste, apunta el profesor, cuya influencia está siendo muy notable en los narradores africanos.
EDUARDO GARCÍA ROJAS\El Perseguidor/Diario de Avisos 13/08/2011
- Usted es un gran conocedor de la literatura canaria. ¿Qué le llevó, sin embargo, a estudiarla en profundidad?
- Entre 1966 a 1967 y mientras estaba en la Universidad de Dakar, tuvimos a un lector canario, Juan Manuel González, que junto al director del departamento, puesto que ocupaba un francés, nos animó a traducir del español al francés poemas de escritores canarios como Pedro Lezcano, Pedro García Cabrera, Pedro Perdomo Acedo y así fue como tuve acceso a la poesía canaria por primera vez. Más tarde tuve la oportunidad de viajar en 1985 a Tenerife, invitado por un encuentro Canarias-África organizado por la Caja
de Ahorros, y en el que me tocó hablar de literatura española y me regalaron una serie de libros que tras ojearlos me hizo entender que hubo una narrativa canaria de los años 70 entre cuyos autores estaban, entre otros, Juan Cruz, Alberto Omar y Fernando Delgado, y como estaba buscando tema para la tesis de doctorado, pensé, he encontrado un filón porque esa literatura no se conocía en los países del África francófona y me puse a estudiar textos de Luis León Barreto, Juan-Manuel García Ramos, Víctor Ramírez, todos los autores de los setenta en Canarias, desde la dictadura a la dictablanda y la Transición. También lo que vino después, en los ochenta, lo que contribuyó a que entendiera a Canarias porque me obligó a
remontar a su pasado literario. Es decir, Viera y Clavijo, Cairasco de Figueroa, casi todo lo que se escribió en el siglo XVI hasta los setenta.
- Como estudioso de la literatura canaria de los 70 ¿qué claves y elementos comunes encontró entre los escritores que formaron parte de este movimiento?
- En primer lugar, ellos vivieron un período difícil en el que no había libertades. Algunos, de hecho, resultaron víctimas del sistema como Juan José Armas Marcelo, a quien despidieron de su trabajo, y Alberto Omar, a quien le retiraron el pasaporte porque escribía un teatro que no iba acorde con el que se quería imponer en
aquellos años. Los escritores que forman parte del 70 en Canarias son así testigos de un período histórico pero al mismo tiempo son un grupo de soñadores porque viven de lejos los efectos del mayo del 68 y lo adaptan al archipiélago. Se inspiraron, además, en la narrativa Latinoamérica, pero traducida un poco al contexto canario. Este movimiento de los 70 comenzó como una piña. Se veían y hablaban. Unos trabajaban en periódicos de Tenerife y otros de Gran Canaria y se apoyaban. Les unía un sentimiento de dar las claves de las Canarias de aquel entonces a través de la escritura y conocer la realidad de las islas a través de la palabra. Se aglutinaron entre 1970 a 1974 aunque a partir de 1974 como explica Víctor Ramírez, cada uno fue buscando un poco su sombra. Unos se fueron a Madrid y otros se quedaron. Y el movimiento ya no tuvo coherencia. Hay que destacar que si bien al principio no hubo manifiesto en un sentido concreto, se editó un libro Aislada órbita, que trata un poco de lo que ellos proponían. Creo que lo importante es que si alguien quiere entender algo de lo setenta en Canarias, entre las herramientas con la que puede contar es la de consultar esta narrativa.
- ¿Y qué conclusiones saca usted de la narrativa canaria de los 70?
- Pues que trabajaron mucho el experimento, con el lenguaje. Alguien como Víctor Ramírez llega incluso a arreglárselas para que su estilo refleje realmente lo que son los canarios, su manera de hablar. Creo que hicieron este esfuerzo y quizá aún hay algo que indagar en ese sentido para ver algunas de las cosas que los caracteriza como movimiento.
- ¿Qué autores destacaría?
- Más que autores textos de Víctor Ramírez, la novela Los puercos de Circe de Luis Alemany y Crónica de la nada hecha pedazos de Juan Cruz y más tarde un libro de Armas Marcelo, Los dioses de sí mismos, porque resume un poco todo esto. La novela arranca en los setenta y llega a los ochenta, y describe los sueños y los desengaños de esa generación que soñó con conquistar el mundo y que la Transición no
consiguió colmar sus esperanzas.
- Pasemos ahora a hablar ahora de su país, Senegal.
-Senegal se encuentra en una situación compleja como la de otros tantos países de África. Somos productores de materias primas y continuamos comprando productos manufacturados. Además, la
mayoría de las economías de los países africanos las definen y las controlan las Instituciones Internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y se nos está aplicando un ajuste estructural que consiste en disminuir el número de empleados públicos con el cierre de empresas hasta el día de ayer públicas. Están surgiendo, sin embargo, voces que son disidentes, y entre esas voces destacaría a colectivos de jóvenes raperos que con sus canciones están despertando afortunadamente conciencias.
- Esta situación repercutirá en la literatura senegalesa. Pese a todo, ¿en que estado de salud se encuentra?
- Ahora mismo se produce una literatura muy interesante en la que destacaría en especial el protagonismo que están asumiendo las escritoras.
- ¿Y aún se mantiene el debate de escribir en la lengua del colonizador o en las maternas?
- Sí, aún continúa este debate aunque a la hora de la verdad cada uno escoge la que desea, si bien es verdad que la mayoría apuesta por el francés. Boubacar Boris Diop ha roto esta tendencia al publicar hace dos años una novela en wolof, pero cada uno de los escritores senegaleses escoge la mejor herramienta idiomática
que tiene para transmitir lo que piensa.
- ¿Cuál es su posición en este debate?
- Creo que lo que el escritor expresa es su propio yo pero por causas históricas los hay que han decidido no escribir en el idioma materno que dominan perfectamente aunque no tanto cuando deben de escribirlo. Boubacar sabe hablarlo y escribirlo muy bien, así que él sí puede producir en ambos idiomas --wolof y francés-- pero hasta ahora solo ha escrito en wolof una novela. Hay que tener en cuenta que Senegal es un país multicultural, multiétnico, multilingüe, y que contamos con una literatura que también está escrita en árabe.
- ¿En qué claves se mueve la nueva literatura senegalesa?
- Refleja mucho las dificultades del momento, los problemas de la globalización mientras continuamos creyendo en el pasado. Porque países como el mío son complejos en la medida en que confluyen varias edades históricas al mismo tiempo. Muchos de entre nosotros damos cobijo en realidad a todas esas edades históricas que luchan, pelean, se abrazan, se rechazan y no siempre se implican. Y aunque estemos en los tiempos del ordenador mucho de lo que pensamos y almacenamos los senegaleses viene del período de
nuestros antepasados. Somos gente compleja aunque tratemos de ajustarnos a los tiempos modernos porque mucho de lo que nos ha constituido como persona es un legado del pasado.
- ¿Esa relación con el pasado se reproduce también en otras literaturas africanas?
- Todos los países africanos tienen este problema. Viven a la vez en el pasado y en el presente. Esto se ve también en los países del norte de África.
- La literatura africana está plagada de grandes nombres pero aún continúa siendo ninguneada por premios literarios internacionales como el Nobel.
- África cuenta con algunos premios nobeles de literatura y si no contamos con más es porque aún carecemos de la infraestructura que promocione lo nuestro. Países que sí reúnen las infraestructuras necesarias como Nigeria, Egipto y Sudáfrica cuentan con autores que han recibido el Nobel. Lo primordial, a mi juicio, es que necesitamos dar a conocer a nuestros escritores en el propio continente y más tarde en otros sitios pero sin fortaleza histórica no es tarea fácil proyectar lo nuestro para que llegue a donde debe llegar.
- Imagino que también debe ser un problema de educación.
- Efectivamente es un problema porque así es imposible contar con gente preparada, también de lectores que conecten con sus historias.
- ¿Qué escritores de Senegal y también de otras partes del continente recomendaría a ese lector que quiere iniciarse en literatura africana?
- Ya he citado a uno, Boubacar pero también recomendaría a Fatou Diome, una escritora que reside en Francia y en cuyo trabajo conviven dos visiones: Francia y Senegal. A mi me parece muy interesante de Diome su El vientre del Atlántico porque trata temas muy serios con fina ironía y sentido del humor. A nivel africano, destacaría a Nadine Gordimer por ese mundo complejo que encuentras en cada una de sus novelas, y el egipcio Naguib Mahfuz para tener una idea de la literatura que se escribe en el norte de África.
- Usted es también un gran especialista en literatura sudamericana. ¿Ha encontrado puntos de contacto con la literatura africana?
- Los escritores de El Congo, los del centro del continente africano, han leído todos a los autores hispanoamericanos. Los han asimilado y admiran. Si vas a Paraguay, observas que el guaraní y el español son lenguas que conviven y que marcaron, entre otros, a escritores como José María Arguedas, que se crió en quechua aunque tuvo que escribir en español. Estas circunstancias hace que resulten tan interesante a los escritores africanos, porque los sudamericanos emplean dos idiomas, tienen dos idiomas en su cabeza como pasa con nosotros. Algo parecido le ocurre al guatemalteco Miguel Ángel Asturias, así que los africanos estudiamos cómo pudieron los latinoamericanos resolver sus contradicciones. Cómo han creado sus obras literarias fusionando culturas tan distintas. Pero los puntos de contacto no quedan solo aquí, porque hay que
tener en cuenta que muchos de esos países se encuentran en una situación económica difícil, igual que muchos países de África, cuyo futuro continúa siendo lastrado por dictaduras militares. En cierto sentido, nos une también esa dependencia histórica así como el imaginario, que tanto en África como en América Latina muestra una realidad fantástica. Los africanos solemos decir que cuando leemos a un escritor latinoamericano nos sentimos identificados con su relato No se ha producido aún un fenómeno a la inversa porque desconocen la literatura africana, literatura a cuyos autores les parece fascinante cómo los latinoamericanos se han reapropiado de la lengua española para hacerla suya. Sin duda alguna, Latinoamérica es para nosotros una fuente de reflexión para aprender a superarnos.
- No cita a autores digamos canónicos de la literatura latinoamericana en su respuesta.
- Eso escritores influyen pero en otro aspecto. En los que he citado hay una convivencia del idioma, una cosmovisión, una filosofía que a los africanos nos resulta muy atractiva. Los escritores hispanoamericanos
considerados canónicos no tienen ese tipo de problemas aunque nos gusta su modo de escribir, las pautas, el experimentalismo, como mezclan lo imaginario con los real que nos influye mucho porque la realidad en África es así, tiene mucho mito y nuestros escritores se apoyan en este acervo cultural ancestral para producir
literatura como los latinoamericanos. Autores que toman en cuenta su propio entorno pese a que escriban en español.
- Se olvida usted de Brasil.
- Brasil ha tenido mucha importancia para los países africanos lusófonos como son Angola, Mozambique, Cabo Verde, Santo Tomé y Puerto Príncipe. La fundadora de la literatura mozambiqueña, Noémia de Sousa, leyó mucho al brasileño Jorge Amado así como a otros autores del nordeste de Brasil y eso se nota en su manera de escribir, en cómo refleja a los pobres y humildes en sus obras.
- Antes mencionaba a Fatoue Diome y destacaba de su literatura la ironía y el humor que impregna las páginas de su obra. ¿Los escritores africanos están recurriendo a la risa para combatir la realidad en la que se
encuentran?
- Hay mucho de eso porque nuestra realidad es muy dura y el efecto de la crisis demoledor porque no contamos con las herramientas que nos permitan acertar en nuestra economía. Por ello, numerosos
escritores africanos para afrontar esa realidad la describen con ironía y humorismo quizá porque es la única manera de superarla. Sobre todo porque cuando vives en sociedades bastantes comunitarias --nuestras
familias continúan siendo muy extensas, una herencia que hemos recibido del pasado-- cualquiera se puede acercar para plantearte sus problemas y no siempre tienes los recursos adecuados para resolverlos. Así que los escritores escriben sobre estos temas en clave de humor para tratar con habilidad y mucha gracia las desgracias que nos rodean.
- ¿Y cuál es la actitud de los escritores frente al poder?
- El poder, como en cualquier parte, intenta seducir a los escritores y a los intelectuales pero ahí siguen los que no se casan con nadie porque han asumido un papel de mosca cojonera.
- Uno de los grandes debates de la literatura africana es el que gira en torno a su extenso y rico carácter oral.Hasta que punto dependen los escritores senegaleses de las historias transmitidas por generación a través de la voz.
- La oralidad es algo muy fuerte no solo en Senegal sino en otras sociedades africanas pero al mismo tiempo hay que señalar que los escritores que han mamado de esa oralidad quieren ahora transformarla en algo escrito. Por eso coexisten ambas tendencias. La oralidad tiene su sabor y la oralidad, al mismo tiempo, se ha convertido en una especie de gigantesco y rico granero en el que los escritores van sacando historias para nutrir a sus textos. Por eso, reitero, que la literatura oral y la escrita coexisten en paz.
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