domingo, 30 de octubre de 2016

Entrevista a Javier Morales en La Librería de Cazarabet Indignado

Cazarabet conversa con...   Javier Morales, autor de “Trabajar cansa” (Baile del Sol)

 Un libro de Javier Morales, dentro de la colección Sitio de Fuego, de la editorial Baile de Sol:
Lo que nos dice Ernesto Calabuig para editorial Baile de Sol:
Silvia cree que ha renunciado a sus sueños juveniles y quiere dejar su empleo en una consultora. Isidro ve cómo su vida se desbarata cuando en la agencia de viajes en la que trabaja se declara un expediente de regulación de empleo. Los personajes de
 Trabajar cansa viven perplejos ante una realidad que les supera. En su segunda novela, que toma el título del conocido poema de Cesare Pavese, Morales indaga en los dos pilares que, según Freud, definen nuestra felicidad: el amor y el trabajo.
“Una vez más, Javier Morales nos ofrece un lúcido retrato de unas parejas contemporáneas asediadas por la precariedad sentimental y laboral: hombres y mujeres que tienen que vérselas con muchas otras quiebras y ataduras más allá de la asfixia de la crisis económica: el desgaste del paso del tiempo , un distanciamiento interpersonal que se agiganta, la percepción de la derrota y el abatimiento en el rostro propio y ajeno, la sensación de vivir de sueños irrealizables, la imposibilidad a ciertas edades de tomar decisiones valientes, la dificultad de mantener los ideales en un mundo hostil y bastante navajero, habitado y manejado por empresarios sin escrúpulos, traiciones del sistema laboral (expedientes de regulación, reducciones salariales…) En este tapiz de adversidad, preocupación social  y “enamoramientos  amansados por los años”,  donde aún se fantasea con otra vida posible o con recuperar la que una vez fue hermosa, escribe Morales con palabras precisas,  imágenes certeras y diálogos naturales, con pie firme en la tierra y en el mundo que nos ha tocado vivir”.
Javier Morales:
Estudió periodismo y Derecho en Madrid, donde vive actualmente. Ya ha publicado la novela Pequeñas biografías por encargo, además de los libros de relatos: La despedida, Lisboa y Ocho cuentos y medio. En la actualidad imparte clases en la Escuela de Escritores y el Taller Clara Obligado, entre otros centros. Es periodista especializado en cultura y en lo ambiental y ha colaborado, de esta manera,  con los principales medios de comunicación del país. En el tiempo presente desde hace, ya, tres años mantiene una columna sobre libros que se llama Área de descanso en El Asombrario.

Cazarabet conversa con Javier Morales:
jmo.jpg-Javier, ¿estás seguro que trabajar cansa o crees que más bien solo pensar en trabajar ya cansa?
-El título, “Trabajar cansa”, se lo he tomado prestado a Cesare Pavese. Alude un modo de trabajar que a veces es excluyente con la condición humana. Uno de los ejes mi novela es el trabajo y pensé que era una forma de rendir homenaje a un autor que fue muy importante en mi formación como escritor.
-Quizás es que no se encuentra el trabajo que a uno le gustaría…
-Claro. La novela pivota sobre dos ideas, que el amor y el trabajo son indispensables para ser feliz. Hablamos de un trabajo edificante, con el que nos sentimos realizados. Pero desgraciadamente es muy difícil de conseguir. Y menos en una sociedad en la que el veinte por ciento de la población está en paro, otros tanto tienen trabajos precarios y el resto, salvo una élite, hace lo que puede.
-El trabajo, sí como decía Freud, puede que sea uno de esos valores que sustentan a la sociedad…menos mal que nos queda el amor, ¿no?
-El amor del que hablaba Freud no es solo el amor de pareja, sino un amor más amplio, el que sentimos por nuestros familiares y amigos, un amor digamos fraternal. No creo que nadie sea feliz si no es capaz de amar.
-¿Crees que llegamos a tener claro, la mayoría de nosotros, un trabajo que nos ilusiona, por el que soñamos, que nos hace sonreír al mirar el horizonte…o ¿crees que esto se ha perdido, entre la nebulosa de la noche?
-Creo que hacemos lo que podemos. En España, tener un trabajo ya es un lujo. Pedir que ese trabajo sea digno, un lujo mayor. Y que nos guste es casi como que nos ha tocado la lotería. Pero no debemos perder nuestros sueños. Es importante, a pesar de todo, intentar luchar por lo que queremos, a sabiendas de que a veces es una batalla perdida.
-Ya hace años, muchos años que en todos los trabajos y en todos los niveles hay precariedad porque muchas veces dónde estás bien pagado falta humanidad o al contrario, pero todo está como mancilladlo. ¿Has querido hacer un retrato en esta novela  corta de la precariedad?
-En parte sí. El telón de fondo de la novela es la crisis y lo que nos ha traído a los ciudadanos. Peores trabajos y en peores condiciones. Y como dices, a veces los ambientes laborales son muy agresivos, muy competitivos, y sacan lo peor de nosotros mismos.
-Los dos personajes, los dos protagonistas ¿están como agazapados por una especie de grilletes más humanos y sociales que hasta económicos o cómo lo ves?
-Así es. Intentan escapar de su situación, laboral y emocional, pero son incapaces. En este sentido, quería que fueran un símbolo del desánimo que reina ahora entre nosotros. Aunque pretendí que hubiera también algo de luz.
javier_morales_1.jpg-Porque lo que les falta es como una inyección de felicidad o de “hay que aprovechar el momento” , aunque no se sepa cómo atrapar lo primero y rentabilizar lo segundo, ¿no?
Lo del “carpe diem” es un concepto engañoso y creo que se malinterpretado. Hay que vivir en el momento, pero no como si no hubiera un mañana. Creo que hay que apreciar y valorar lo que tenemos, en la medida de nuestras posibilidades. Hay una frase de Bolaño que me gusta mucho. Dijo algo así como que había sido feliz todos los días de su vida, al menos un ratito.
-De todas formas, pienso y creo que nunca es tarde para seguir con nuestra ilusiones, sueños… aún ante la adversidad, ¿no?; ¿cómo lo ves?
-Sin duda, lo comentaba antes. A pesar de la adversidad, hay que seguir batallando por lo que queremos ser. Nunca deberíamos renunciar a nuestros sueños. El día que lo hagamos estaremos muertos, o nos habrán vencido.
-Puede que “Trabajar canse”, pero también puede que lo que canse es “no trabajar en lo que te gusta o ilusione”, aunque esto también te deporte preocupaciones y ratos oscuros en nuestro devenir por la historia?
-El momento histórico siempre ha sido complejo para quien le ha tocado vivir esa situación. Cuando pasa el tiempo, todo se ve con más perspectiva.
-Javier, ¿cómo te está yendo con tu programa Área de Descanso de El Asombrario?. Explícanos un poco más sobre él.
-Área de Descanso es una columna sobre libros que mantengo desde hace tres años en la revista cultural El Asombrario, ligada en un principio a eldiario.es y ahora a Publico.es. Viene a ser una especie de diario de lecturas. Hablo de los libros que voy leyendo (no todos, claro) , pero buscándoles un apoyo en la realidad, en el momento.
-¿No puedes dar alguna pista sobre lo que estás trabajando en la actualidad?
-Estoy terminando un nuevo libro de relatos, pero no sé cuándo pondré el punto final. Un ensayo/reportaje y una nueva novela planean en el horizonte.



 
Trabajar cansa. Javier Morales
122 páginas
10,00 euros
Baile del Sol



Silvia cree que ha renunciado a sus sueños juveniles y quiere dejar su empleo en una consultora. Isidro ve cómo su vida se desbarata cuando en la agencia de viajes en la que trabaja se declara un expediente de regulación de empleo. Los personajes de Trabajar cansa viven perplejos ante una realidad que les supera. En su segunda novela, que toma el título del conocido poema de Cesare Pavese, Morales indaga en los dos pilares que, según Freud, definen nuestra felicidad: el amor y el trabajo.
“Una vez más, Javier Morales nos ofrece un lúcido retrato de unas parejas contemporáneas asediadas por la precariedad sentimental y laboral: hombres y mujeres que tienen que vérselas con muchas otras quiebras y ataduras más allá de la asfixia de la crisis económica: el desgaste del paso del tiempo , un distanciamiento interpersonal que se agiganta, la percepción de la derrota y el abatimiento en el rostro propio y ajeno, la sensación de vivir de sueños irrealizables, la imposibilidad a ciertas edades de tomar decisiones valientes, la dificultad de mantener los ideales en un mundo hostil y bastante navajero, habitado y manejado por empresarios sin escrúpulos, traiciones del sistema laboral (expedientes de regulación, reducciones salariales…) En este tapiz de adversidad, preocupación social  y “enamoramientos  amansados por los años”,  donde aún se fantasea con otra vida posible o con recuperar la que una vez fue hermosa, escribe Morales con palabras precisas,  imágenes certeras y diálogos naturales, con pie firme en la tierra y en el mundo que nos ha tocado vivir”
Ernesto Calabuig


Javier Morales Ortiz (Plasencia, 1968) 
Escritor y periodista. Estudió Periodismo y Derecho en Madrid, ciudad en la que reside. Ha publicado los libros de relatos La despedida, Lisboa y OCHO CUENTOS Y MEDIO (Tenerife, 2014), y las novelas Pequeñas biografías por encargo y TRABAJAR CANSA (Tenerife, 2016), obras que han tenido una buena acogida por parte de la crítica. Imparte talleres de escritura en diversos centros y el ciclo Un libro/Un cuadro en el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid. Colabora habitualmente con varios medios de comunicación y revistas literarias. Tiene una columna dominical de libros en El Asombrario.

sábado, 22 de octubre de 2016

Entrevista a Daniel María en Salamanca24horas.com

El misterio de los filiichristi de Agulo

 
CRÓNICAS ATLANTES
  • Juanca Romero Hasmen
  •  
  •  16 Octubre 2016
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Entrevista con el escritor Daniel María sobre un grupo de librepensadores que se interesaron por múltiples conocimientos, sabidurías y credos
Mística y misterio, ingredientes ambos de una de las historias más curiosas y desconcertantes de cuantas podremos escuchar. En los años 20 del siglo pasado, en Agulo, La Gomera, un grupo de intelectuales y artistas crearon un círculo o sociedad mística, una congregación de corte aparentemente cristiano en la que tuvieron cabida enseñanzas masónicas, y teosóficas, incorporando prácticas como el celibato, la meditación, la hipnosis y mediumnidad...
Algunos vestían con hábito y dormían sobre el suelo para alinearse energéticamente con la Tierra, otros plasmaron sus creencias esotéricas en novelas y a otro se le pierde la pista en el evocador Tíbet. El metódico escritor Daniel María acaba de publicar el libro ‘El misterio de los filiichristi de Agulo’, que bajo el sello editorial Baile del sol, presenta un exhaustivo trabajo de investigación verdaderamente esclarecedor.
- ¿Quiénes fueron los filiichristi?
- Fueron un grupo de amigos, todos naturales de Agulo (La Gomera), a excepción de uno de ellos, que llegaron a crear una congregación teosófico-cristiana en los años veinte del pasado siglo.
- Interesados en las letras, la filosofía, las mancias, los conocimientos orientales, teosofía, esoterismo… ¿Eran librepensadores?, ¿eran masones?
- Librepensadores que, como bien dices, se interesaron por múltiples conocimientos, sabidurías y credos. Cuatro de ellos pertenecieron a la masonería: a las Logias de Añaza (Tenerife) y Fuerza Numantina (Madrid).
- ¿La represión franquista convirtió a los filiichristi en perseguidos como también ocurrió por ejemplo con los masones?
- A cuatro de ellos, precisamente a los que pertenecieron a logias, se les procesó y condenó durante el franquismo. Uno de los filiichristi desapareció para siempre, aunque su último rastro alude al Tíbet, y los otros tres vivieron en Madrid y Tenerife. La Guerra Civil abortó de raíz el proyecto de la congregación.
- ¿De dónde proviene la creencia popular de que los integrantes de este grupo eran capaces de hablar con los muertos?
- En la investigación he seguido dos grandes líneas: la que proviene directamente de la documentación y la obra literaria y periodística de los filiichristi y la ofrecida por la memoria colectiva que se mantiene viva en Agulo, gracias a personas que los trataron íntimamente. Según los testimonios recogidos, muchas personas acudían a ellos para encontrar objetos perdidos, saber del paradero de familiares durante la guerra y la emigración y para contactar con seres de otra dimensión. Además, Pedro Bethencourt Padilla, uno de los filiichristi, explica en el prólogo de su libro La corrupción del mundo o el imperio de la magia, que seres de otro mundo lo han elegido para redactar las advertencias que ofrece en su obra, por lo que él no es el autor sino el medio del que se han servido los otros.
- ¿Vivió La Gomera de espaldas a los filiichristi?
- En gran medida, sí, porque la acción de los filiichristi se llevó a cabo de puertas para adentro, en su pueblo. No obstante, eran conocidas sus reuniones en el cementerio de Agulo y en el Garajonay. También hay testimonios de reuniones en el faro de San Sebastián, capitán de La Gomera. Parece que llegaron a establecer una pequeña célula en Vallehermoso, otro municipio del norte de La Gomera, pero debió ser un episodio muy corto porque apenas existen referencias. En Agulo eran muy conocidos, pero hay que tener en cuenta las dificultades de aquel momento para trasladarse de un pueblo a otro, lo que originó que el epicentro de su historia sea Agulo.
- Y la isla del siglo XXI, ¿sabe de ellos?
- Desde que comencé a investigar y a ofrecer charlas sobre los filiichristi, tanto en La Gomera como en Tenerife y Gran Canaria, ha aumentado el interés por este grupo místico y esotérico. En el Agulo actual están muy presentes y ojalá, poco a poco, vayan alcanzando mayor repercusión, porque su historia y sus obras la merecen.
- El actual Parque Nacional de Garajonay, y Patrimonio de la Humanidad, ¿qué relación tiene con los filiichristi?
- Los filiichristi estudiaron la posibilidad de asentarse en el Garajonay y allí crear su espacio de meditación y estudio. Este objetivo junto al de emprender acciones para alfabetizar a la población fueron los grandes proyectos que no pudieron emprender.
- ¿Este libro, que acaba de ver la luz, es sobre todo una porción de la memoria colectiva de Agulo?
- Ha sido fundamental para la investigación que la memoria colectiva de Agulo se prestara en todo momento a ofrecer sus recuerdos, anécdotas y materiales. Gracias a ellos he podido reconstruir, en la medida de lo posible, la vida y el carácter de sus protagonistas.
- ¿Has podido identificar a cada uno de sus integrantes y conocer cuáles fueron sus funciones dentro del colectivo?
- Sí. Fundamentalmente los filiichristi fueron Agustín Bethencourt Padilla, políglota, viajero y líder del grupo; su esposa Luz López y los discípulos de Agustín, el pianista y escritor Domingo Montesinos y el periodista Pascasio Trujillo. También encontramos a Pedrillo Sánchez, lutier y maestro, que experimentó la vida más asceta del grupo, y los hermanos de Agustín, los escritores Pedro y José Bethencourt Padilla, que se encontraban en Cuba y Tenerife, respectivamente, durante los años más activos de la congregación, aunque son los autores de las principales obras literarias del grupo. Habría que añadir, como un filiichristi a medias, al pintor José Aguiar.
- ¿Destacarías alguna de sus investigaciones o estudios por lo relevante del resultado?
- Destaco sobre todo la obra de Pedro Bethencourt Padilla, autor del poemario Salterio y del ensayoLa corrupción del mundo o el imperio de la magia y la obra de su hermano, José Bethencourt Padilla, autor de dos novelas clave: La efigie de cera, de corte masónico, y El salmo de la bruja, que recoge una importante labor de investigación sobre la brujería en La Gomera.
- ¿Vivían, se vestían o comían de forma diferente al “resto de mortales”?
- En la única entrevista que concedió Agustín Bethencourt Padilla, en 1927, lo deja claro. Los filiichristi deben cumplir con determinadas normas: dejarse el pelo largo, vestir hábito, no ingerir carne, pescado, alcohol ni excitantes y renunciar a las pasiones. Además, han de abrazar los sacramentos y sacrificios del bautismo, la confesión, la castidad, la pobreza y la obediencia.
- ¿Qué fue de los filiichristi?
- A partir de 1936 desaparecen como congregación. Sobreviven, entre Canarias, Madrid y Cuba, desempeñando sus profesiones: el periodismo, la docencia e incluso la medicina alternativa. En la década de los cuarenta comenzarán a ser perseguidos, interrogados y condenados. Aunque no lograron unirse de nuevo, al menos que sepamos, en los años sesenta se vivió en Agulo un segundo episodio, protagonizado por los filiichrisiti que vivían en el pueblo, donde emprendieron durante un tiempo las reuniones de antaño.
- Muchas gracias, Daniel, por tu amabilidad y felicidades por este intenso trabajo.
- Gracias infinitas a ti por el interés y el apoyo que me has brindado desde los inicios de esta investigación.

jueves, 20 de octubre de 2016

Reseña de “La casa sin ventanas” Alberto García-Teresa en ArtesHoy

Ed. Baile del sol, 2016, 116 págs. Por Mª Ángeles Maeso

27 septiembre, 2016 por 
AlbertoGarciaTeresa-porDaniOceans”Cada vez levantamos más tabiques/en la casa sin ventanas”  es el primer verso de esta casa-cárcel, quinto poemario de Alberto García-Teresa, en el que desde ese primer paso quedamos señalados como responsables en la siniestra labor de sellar los lugares de encierro.  La voz que nos lleva por el interior de esa casa es la de un “nosotros”, un sujeto consciente que sabe que su comodidad reposa sobre mullidas montañas de cadáveres, de modo que el empleo de la casa como imagen omnipresente no está al servicio de una exploración onírica ni a la expresividad de ningún asombro. Se trata más bien de la mirada gélida, casi cínica, de un sujeto colectivo suficientemente advertido que ve y no puede hacer que no sabe.  García–Teresa pone imágenes tocadas por la mirada de ese nosotros capaz de colaborar para que la gestión del deseo y de la subjetividad  pase a manos de los mercaderes;  un nosotros  entregado a un manejo de la fantasía sin condiciones; a un autoengaño capaz de ver  que la casa, con sus habitaciones y su profundidad de armarios, no es una caverna. 
Entramos en “La casa sin ventanas”, nos damos de bruces con sus habitantes que, como nosotros, saben de la naturaleza por los canarios enjaulados o por animales de pecera. Respiramos como ellos oxígeno de bombona y aire acondicionado; no hay agua corriente sino pozos; sabemos del sol por botes de autobronceado como sabemos de las caricias de catálogo, de aromas empaquetados o de música de archivos mp3. Aquí el movimiento, los viajes, son circulares y a lomos bicicletas estáticas.
La naturalización de esa voz recorre este símbolo de la casa como topografía de la intimidad en el que no queda nada del valor envolvente y protector que a este símbolo le otorgara el psicoanálisis; ninguno de esos rincones de las poéticas de Bachelard adonde ir a visitar los dioses lares de la infancia.  El sujeto “casa sin ventanas”  carece de mirada sobre sí mismo y sobre el mundo, es un zombi sin nada que le albergue, porque tampoco tiene nada que albergar. Este es un espacio repleto de espejos, donde se vive “a ras de suelo”, acunados por el sonido de los ascensores.
Este encierro está vertebrado de arriba abajo: entre la verticalidad de las órdenes y una laberíntica circularidad. Pero esa verticalidad es de falso techo: las órdenes, que vienen de arriba son acatadas por miedo a que tiemble ese piso inferior que tampoco existe.
image001Lo único cierto es que en “La casa sin ventanas,/las goteras siempre son/un problema causado/ por los de abajo”, un abajo que no es el sótano, pues ya hemos acordado que  el sótano, aquel lugar de donde emanara lo inconsciente y lo instintivo aquí no existe. Lo único imprescindible es no romper, con precisión milimétrica, el orden que rige la casa, lo que  implica recortar, por ejemplo, que las piernas  mermen  “para entrar en ella”; implica no preguntarse “qué ocurre /con la bolsa de almacenaje/del aspirador”; implica traspasar el papel del filósofo al diseñador;  implica naturalizar que los fallos de energía o la falta de agua afecten a las habitaciones del fondo;  implica decretar que quien guarde las llaves sea quien dictamine qué es la libertad.
Los censores que vigilan ese orden viven en cada pupila, no es el ojo ajeno del Gran Hermano. El sujeto que habla en estos poemas ya sabe que en la cárcel el exterior es el patio y, aún así, aspira al simulacro de “un patio con sus mangueras/con sus cuerdas de tender,/ con sus baldosas color terroso/ con su cielo bien techado” . El mismo sujeto que cuida ese orden: “no olvidamos nunca/que la ropa blanca/ se lava con la blanca/ y que la de color/ destiñe”. Este sujeto que sabe lo que sabe y que se permite la ironía y el cinismo, hacia el final del poemario, fluctúa indeciso entre un nosotros que se identifica con las víctimas: “los otros nos hacinamos” y con quien domina: “con la cuchara en la mano/ estamos más atentos/ al monopolio de los enchufes/que al reparto de los cubiertos”.  El exceso  explicativo de  algunos de estos  últimos poemas no impide el impacto incisivo de algunas de sus metáforas: “un atlas/es literatura fantástica”;  “los cirujanos/ son astronautas/ en la casa sin ventanas”
La nota esperanzadora para que esta alegoría, con la que este poeta denuncia la cosificación de las personas, para que La casa sin ventanas no llegue a ser  “hogar y templo”, reside en la consigna “asomarnos”; en el canto a lo inesperado del epílogo a cargo de J.Riechmann. Y, sobre todo, en el invisible poder que concitan los símbolos que despliega García-Teresa, no sólo para presentar una realidad negada, sino para transformarla.

martes, 18 de octubre de 2016

Reseña de MIL DOLORES PEQUEÑOS DE PABLO ESCUDERO en 1000 y un libros y reseñas

Mil dolores pequeños (Pablo Escudero)



Título: Mil dolores pequeños
Autor: Pablo Escudero
Editorial: Baile del Sol
Año: 2016
Nº de páginas: 140
ISBN: 978-84-16794-22-5


Del autor:


Pablo Escudero (Orihuela, 1984). Licenciado en Ciencias Físicas, vive en Madrid, donde se gana la vida enseñando Matemáticas a adolescentes.

Cinéfilo y lector empedernido desde la más tierna infancia según cuentan las crónicas familiares, hace años que cruzó al otro lado del espejo y se dedica a inventar historias que le permitan habitar otros mundos además de éste.



Escritor sin preferencias por la novela o el relato, le gusta alternar ambos géneros y dejar que se contaminen mutuamente. Algunas de sus narraciones han conseguido conectar con los lectores y en los últimos años su trabajo ha sido reconocido entre otros galardones en el Premio Ciudad de Alcalá de Narrativa (2011), Certamen de Creación Joven de Narrativa Injuve (2011), Certamen de Jóvenes Talentos Booket – Ámbito Cultural (2008 y 2013) y el Certamen de Relato Corto El Fungible (2013). Algunos de estos relatos premiados y otros más aparecen ahora recogidos en la colección Beber durante el embarazo (Tenerife, 2015).

Mil dolores pequeños (Tenerife, 2016) es su primera novela.


Sinopsis:

La vida nos va dibujando un camino de cicatrices en la espalda. Los mil dolores pequeños de los que habla el título de esta novela, van marcando nuestro rumbo y nuestros días. Crecemos entre rasguños y avanzamos en busca del siguiente tropezón.

El protagonista de esta novela de tono onírico debe acudir cada mañana, como un funcionario kafkiano, al Museo de la Memoria y el Olvido, donde está obligado a transcribir los recuerdos de una vida. Conectando con la poética de I remember de Joe Brainard y Je me souviens de Georges Perec, la narración avanza de manera no – lineal, caótica y trompicante, al modo en que la memoria y los sueños funcionan. Mil dolores pequeños nos traslada a la mente de un narrador incapacitado para olvidar y que, como un Sísifo posmoderno, carga con su maldición y revive constantemente los mismos momentos, algunos ni siquiera vividos directamente por él.

Este narrador y protagonista debe convivir con su memoria sin fin, mientras su padre sufre de Alzheimer. Debe sobrevivir a su maldición, que le sobrecarga el cerebro y pone en peligro su vida, poniéndolo a jugar a la ruleta rusa cada vez que vuelve a recorrer un pasaje conocido, un rostro de la infancia, una vieja canción. Y también debe asumir su condición de paria, como testigo impertinente que lo recuerda todo en un mundo empeñado en girar a la velocidad del olvido.

 Opinión:

Pablo Escudero consiguió con este libro ser uno de los cuatro finalistas del XX Certamen de Letras de la Universidad de Sevilla.

La novela consta de 68 capítulos cortos. Está escrita en primera persona.

Quizás uno de los misterios que todavía mantienen en vilo a médicos y científicos sea el funcionamiento del cerebro, y de los mecanismos de la memoria.

En la novela, nos encontramos con dos situaciones relacionadas con la memoria que son contrapuestas, muy complicadas y de difícil (por no decir imposible) resolución, unas situaciones que levantan en el lector un sentimiento de impotencia. Por un lado, un padre con Alzheimer, y por el otro, un hijo con una memoria patológicamente imparable y destructiva, hasta tal punto que su sobrecarga puede provocarle un colapso, por lo que para remediarlo debe acudir cada mañana al Museo de la Memoria y el Olvido, a escribir obligadamente sus recuerdos, cual Sísifo, que fue obligado a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y debía volver a empezar.

Sísifo

Así que nuestro protagonista, del que no conoceremos el nombre, va a ir plasmando en cada capítulo,de una manera relativamente caótica, simulando nuestros recuerdos, todo aquello que le va viniendo en mente y todas sus reflexiones, lo que nos permitirá llegar a conocerlo muy a fondo, empezando por la relación con su padre, por el que siente admiración, pero con el que siempre ha tenido una falta de entendimiento.

Nos cuenta el autor a través de estos recuerdos, capítulos costumbristas de su familia, episodios cotidianos, que creo que pueden formar parte de los propios recuerdos personales del autor, como las inundaciones de Orihuela de 1987, mezclados con otros capítulos (ya no reales) de la vida del protagonista, de su infancia, capítulos a veces dolorosos, que dan título a la novela, y que van moldeando a la persona a medida que va creciendo en la vida.

Repasaremos gracias a esos recuerdos, situaciones históricascomo la caída del muro de Berlín, la salida de Mandela de la cárcel, o la acogida de los niños afectados por el accidente de Chernobyl por parte de familias españolas, entre otras. Además nos da a conocer a escritores como Kurt Vonnegut, W.G. Sebald o el albanés Ismail Kadare.


Dicen que la memoria y el olvido son selectivos, pues esta novela no va a ser fácil de olvidar, porque es difícil encontrar tantas cosas en tan pocas páginas.

Valoración:  7/ 10 Notable


domingo, 16 de octubre de 2016

Reseña de EN EL OÍDO DEL VIENTO de Amparo Arróspide en Frutos del timpo

Amparo Arróspide, En el oído del viento, por Rafael González Serrano

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en-el-oido-del-viento
Baile del sol. 2016.
Según los datos de la solapa, el último título publicado por Amparo Arróspide, Mosaicos bajo la hiedra, data de 1991. Así es que han transcurrido veinticinco años hasta la aparición de este nuevo poemario, En el oído del viento, largo periodo que le habrá permitido una elaboración depurada –y asumible en la autoexigencia de la autora para con su obra– de los poemas contenidos en el volumen.
El libro se divide en dos partes y un “a modo de epílogo”. En el oído del viento y El mundo en fuga, son los títulos de ambas partes, habiendo un enlace –en realidad, un evidente anuncio mediante una cita expresa– que permite la transición de la primera a la segunda parte. Además, como guía orientativa sobre algunas referencias (las hay más crípticas o, al menos, personales, pero también más obvias: “pubis angelical”), añade al final la autora unas Notas.
A lo largo de los poemas encontramos una serie de temas o motivos así como diversas técnicas líricas y una variada gama de recursos. Las composiciones, por lo general largas y sin título (salvo algunas excepciones, Migraña kármica del migrante), rompen en múltiples ocasiones con los ritmos convencionales e, incluso, con la puntuación, eludiéndola y señalando la separación con mayúsculas iniciales; o, en otros casos, la manifestación expresiva adopta la forma del versículo.
La ironía y el juego con el lenguaje (“medios de incomunicación”, “anales histéricos”, “bellos de atar”), el humor asociativo (“pingües y pingüinos”, “andas y volandas”), la acumulación de términos contradictorios (“endiosaron ningunearon”, “disciplinadas obedecidas”), constituyen parte de los recursos usados por la autora en el recorrido poético a la búsqueda de una identidad no siempre conocida mas sí presentida: “¿Pero quienes somos en el oído del viento?”, cuestión respondida en los versos que señalan los instrumentos forjadores de un sentido: “los yunques y crisoles / van a contar la historia sin historia”.
Porque la voz poética insiste en preguntarse “¿quién fui yo?”, como referente quizá inútil, como el ancla de un pasado que impide remontar el vuelo, en la angustia de rememorar con insistencia lo perdido: “ay de quien rebusca aún en el corazón apagado los brazos / del ayer”; “ay… de quien cena con sus fantasmas y les da de comer en la / boca con amor”.
La lluvia –uno de los plurales símbolos utilizados– constituye una metáfora de la regeneración, del renacer, pero también de la repetición de lo mismo: “oigo llover en mí / envuelta en rostros entrevistos”, o “varios días sin llover varias noches / bajo el tacto de las ropas”. Manifiesta la autora un tono alerta, con una tensión expectante entre los registros desalentados (“sin noticias del / universo suyo”), o esperanzados (“en el hechizo de una voz permanece lo amado”), con la salida o solución de “saltar al mundo en fuga”, y de tal forma enlazar con la siguiente sección.
La segunda parte participa de las mismas figuras retóricas que la primera, acuñando a veces imágenes muy expresivas: “el encaje de unas celosías en la piel de la penumbra”, u “orinar por los espejos de la hipotenusa”. En esta sección se acentúa la ironía, sobre todo cuando se parodia el lenguaje burocrático o político, distorsionando los términos para ofrecer un remedo burlesco del mismo (“peladumbre”, “lubarrones”, “lusonjas”).
La labor de la escritura supone una búsqueda, una indagación en la realidad, una salida del laberinto de la existencia –y esto lo sabe Amparo Arróspide– pero su lucidez le lleva también a la duda, a cuestionarse la virtualidad de esa ardua tarea, a preguntarse por la validez del quehacer poético: “¿Todos los poetas no pueden… / obtener un doctorado en sinestesia…?”, para apuntar al fin si la solución no sería el silencio: “¿No pueden desdoblarse transmutarse / no pueden extrañarse balbucearse / y enmudecer al fin?” Pero hay que apostar por la palabra, jugarse en el lenguaje la opción –se materialice o no– del conocimiento, “soltando el lastre del discurso al cielo”.
Rafael González Serrano