Vamba Sherif en su estudio. © Gea Schenk www.geaschenk.nl
Conozco a Vamba Sherif (Liberia, 1973) porque ambos pertenecemos a la misma editorial holandesa Uitgeverij de Geus.Coincidimos una vez en un seminario sobre escritores afincados en los Países Bajos que escriben en su “idioma adoptado”.Ninguno de los dos somos de aquí y, sin embargo, los dos hemos terminado publicando aquí. Desde entonces tenemos contacto de vez en cuando para hablar de nuestra escritura creativa. La última vez fue en 2013, cuando salió mi libro infantil con la protagonista biracial “Lola” inspirada en mi propia hija. Vamba escribió una reseña sobre esta historia, ya que sus hijos también son biraciales y entendía la realidad a la que me refería en mi libro.
He querido acercarte a este escritor porque hace poco ha salido la traducción al español de una novela suya: Vínculos secretos. Y bueno, sobre todo porque admiro el modo en el que Vamba trabajó para que su sueño de escritor se hiciera realidad. Creo que su historia te puede inspirar para tu escritura creativa.
Vamba salió de Liberia hace más de 20 años, y tras pasar por Kuwait donde su padre ejercía como profesor universitario, aterrizó en un centro de refugiados en los Países Bajos a causa de la Guerra del Golfo.
¿Cómo empezó tu deseo de escribir?
La verdad es que empecé a escribir de puro aburrimiento. En el centro de refugiados de Brabante no había nada interesante que hacer. Estudiaba holandés y me había matriculado en Derecho, pero seguía sin saber cómo escapar de esa existencia sin sentido.
Había pasado por mucho y sentía la necesidad de expresarme. No me lo podía guardar dentro. Empecé con cartas a mis familiares. Para cuando me di cuenta, estaba creando una historia sobre mi país de procedencia, Liberia. Tampoco pensaba mucho en ese momento sobre qué significaba ser escritor ni la escritura creativa. Yo sólo sentía una fuerte necesidad de componer algo con sentido. Por las noches, me encerraba en mi cuarto y me ponía manos a la obra. Comenzó a ser lo único que me motivaba a vagar por el día hasta que llegara la noche.
La verdad es que, ahora que lo pienso, escribía con una inocencia apabullante. Nunca he conseguido recuperar esa naturalidad de mi primera historia. Creo que cuanto más creces como escritor, más difícil se te hace escribir. Cada vez eres más consciente y esa consciencia te lo pone muy complicado.
¿Y el salto a la publicación?
Cuando terminé esta historia de la que te hablo, la leí entera. ¿Sabes? En ese momento me pareció que era una historia muy buena. Pensé: Jo, pues me ha quedado bastante bien. Ahora me río, claro. El caso es que acababa de leer a Kader Abdolah, el escritor iraní que también empezó escribiendo en un centro de refugiados holandés, y me fijé en qué editorial le había publicado.
Ahí empezó todo. Me di cuenta de que estaba coqueteando con la idea de ser publicado y que me emocionaba sólo de pensarlo. Así que metí mi historia en un sobre y se la envié a Uitgeverij de Geus.
Eso sí, no se lo dije a nadie. Si la editorial me rechazaba, al menos no tendría que avergonzarme ante nadie. Ya sabes, las cosas cobran significado a partir del momento que las compartes. Así que yo me guardé el atrevimiento para mí solito.
La editorial me llamó pocos días después. Fui a visitarles y me ofrecieron un adelanto para trabajar en mi primera novela La tierra de los padres. De vuelta a casa, con el contrato en la mano, me di cuenta de que ellos creían en mí, pero aún faltaba que yo aprendiera a creer en mí mismo. Me habían pagado por una novela que aún tenía que escribir. Me costó mucho trabajo, pero aprendí a creer en mí mismo. Creo que es fundamental para todo aquel que quiera publicar.
¿Cuál es tu práctica diaria?
Me levanto a las 7 de la mañana para empezar a escribir lo antes posible. Me dedico a ello hasta las 12 del mediodía. Aunque si tengo un buen día, puede que se alargue hasta las 14 00. Tras la pausa del almuerzo, intento ver algo que no me haga pensar demasiado: una película o incluso una comedia en la televisión.
Por la noche es cuando me dedico a leer. Leo sin parar. Para mí leer el trabajo de otros escritores es el mejor modo de aprender. Me voy fijando en cómo cada escritor ha tratado con una determinada situación y cómo ha hecho que le salga bien. Al final es ahí donde nos pasamos la mayor parte del tiempo los escritores. Intentando solucionar los problemas que nosotros mismos nos creamos en nuestra escritura creativa.
Antes solía enfadarme un montón cuando no conseguía darle la forma que quería a una determinada escena. Terminaba hirviendo en rabia y frustración. Ahora ya he aprendido a relativizarlo. Cuando me encuentro en un momento así, me digo “hoy no lo he conseguido, vale, pero mañana será otro día”. Y me dedico a cocinar o a algo que disfruto.
¿Tus miedos y sueños como escritor?
Mi mayor miedo es perder la estabilidad emocional. La necesito para poder concentrarme en mi escritura creativa. Soy una persona sensible y noto que a menudo un estímulo externo me afecta mucho.
En estos meses, por ejemplo, si recibía noticias de algún miembro de mi familia en relación con el ébola desde Liberia, ya me quedaba tocado para todo el día y no ponía una letra sobre papel.
Siempre vivo con ese miedo: el miedo a que algo me desestabilice y no pueda concentrarme en hacer lo que más disfruto haciendo.
Mi sueño es convertirme en un mejor escritor con cada libro que escribo. Mejorar el arte de mi escritura creativa. Tener cada vez más espacio para profundizar más en mi memoria.
¿Qué 3 consejos les darías a mis escritoras y seguidoras de este blog de escritura creativa?
Primero, escribe.
Escribe, escribe sin parar. Y sobre todo no te compares con alguien que haya publicado ya. Tú a lo tuyo. Cada trayectoria es diferente y eso se refleja en nuestras historias.
Segundo, sé sincera.
No te quedes contenta con la primera versión. Dedica tanto tiempo a pulir y bruñir como le has dedicado a escribir. Así verás el camino.
Tercero, profundiza dentro de ti.
No tengas miedo de herir los sentimientos de tu abuela porque quizás leerá el libro algún día, ni de aquellos a los que amas. No temas al modo en el que tú ves el mundo.