jueves, 27 de noviembre de 2014

Mi vida con Potlach: entrevista a Inma Luna


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“Mi vida con Potlach” es una de las sorpresas editoriales de los últimos meses. Se trata de una novela que se aleja rotundamente de la mediocridad habitual gracias a la profesionalidad de su autora y la falta de aspiraciones engoladas: difícilmente dejará indiferente a los lectores de buen criterio literario. Su autora, Inma Luna (Madrid, 1966), es periodista y antropóloga. Antes había publicado una gran cantidad de producción literaria, siendo esta su primera novela. Acaba de reeditar su primer poemario, “Divina”, también con Baile del Sol, y otro de sus poemarios más recientes es “Cosas extrañas que sin embargo ocurren”, a cargo de la editorial Cangrejo Pistolero (2013). Atendiendo a su producción en prosa, existe un libro de relatos titulado “Las mujeres no tienen que machacar con ajos su corazón en el mortero” (Baile del Sol, 2008).


Esta entrevista surge por la gran calidad de la novela que tenemos entre manos: “Mi vida con Potlach”. Después de leerla, estábamos deseando conocer a Inma y preguntarle acerca de un buen puñado de cuestiones. Su predisposición para concertar una cita y realizar la entrevista fue inmediata, y comprobamos en persona que su amabilidad es tan grande como la sonrisa que luce en todas sus fotografías. Nos citó en un local absolutamente encantador, y tras un té de nombre evocador y la mejor música de fondo, esto fue lo que nos contó:

“Mi vida con Potlach”, el proceso

Pregunta: En primer lugar, hasta ahora conocíamos su trayectoria literaria a través de sus relatos publicados, pero principalmente por su poesía, que además nos parece muy íntima, muy femenina y muy personal (que se aleja un tanto de la poesía narrativa)… ¿cómo surge ese salto a la novela, qué sucede?

Respuesta: Aparte de poesía, siempre he escrito también relatos: para mí, la diferencia esencial entre escribir poesía y narrativa está sobre todo en lo que hay de ficción en cada cosa. En la poesía no hay nada de ficción, es decir, todo lo que pongo sobre el papel es lo que realmente pienso, lo que siento. Quizá no todo lo experimento, pero sí es mi visión del mundo. Ahí no hay nada ficticio, no hay ningún personaje creado. Para eso me habían venido muy bien los relatos, había conocido muchos personajes muy interesantes.

P: No ha caído en la trampa del poeta que de pronto irrumpe en la narrativa escribiendo prosa lírica o incluyendo poemas entre los capítulos… ¡y queremos darle la enhorabuena por ello! ¿Cómo ha sido la experiencia escribiendo narrativa?

R: Yo tenía una idea en la cabeza: quería contar cómo a veces, aunque nos cerremos a las sorpresas que la vida nos depara, la vida se empeña en irnos cambiando ese trayecto: cómo era casi inevitable que la vida fuese cambiando el camino que tú has elegido. Pero no sabía con qué historia iba a explicar esto. Entonces, como no tenía experiencia en novela, al principio empecé a redactar esquemas, a pensar por capítulos, a hacer la dinámica que puedes encontrar en cualquier taller de cómo escribir una novela. Bueno, pues fui incapaz de funcionar así. Entonces, empecé a escribir de una manera más intuitiva, y en ese otro comienzo surgió Luis, el protagonista de la novela, que en principio yo no sabía ni siquiera si iba a ser un hombre, no lo tenía nada claro.
Pero de repente aparece esta voz y me resulta muy potente. Entonces me dejé llevar absolutamente. Y de verdad que ha sido un personaje agradecidísimo porque me ha contado muchas cosas. Ha habido mucha parte mágica, porque realmente me dejaba llevar. Tenía todas las facetas que yo necesitaba para contar esta historia: esa cierta paranoia, esos problemas que tiene, cómo intenta que su vida se convierta en una cuadrícula para salvarse del dolor… que en realidad es por lo que yo creo que a veces nos volvemos un poco inmóviles, porque creemos que cualquier paso que demos puede hacernos daño. Si no tuviésemos miedo al dolor seríamos mucho más osados. Necesité un trabajo de constancia, que es lo que requiere esto por contra de la poesía, (que para mí no requiere ningún esfuerzo).
Mi vida con Potlach
P: ¿Cómo describiría la experiencia al darle voz a un protagonista masculino?

R: Ha sido muy, muy, muy interesante porque en cada tesitura que Luis se encuentra yo tengo que pensar como él, y tengo que entender por qué él piensa así, por qué se relaciona de esa manera con las mujeres, qué le ha pasado para tener esos prejuicios cada vez que se enfrenta a una relación, qué miedos le atenazan y por qué… y ver esto desde un punto de vista masculino, cuando yo además he hecho una literatura muy femenina. Ponerme en la piel de Luis ha sido un ejercicio precioso, porque me ha servido a mí también de mucho. Ponerte en lugar del otro pero no de una manera paternalista. Y la verdad es que los lectores hombres me han dicho que le veían bastante real, que era un hombre sensible pero que no parecía algo impostado.

P: ¿Por qué le interesaba meterse en la piel de un personaje con problemas mentales? ¿Hay un por qué?

R: ¡Eso también fue cosa suya! (Risas). En principio tampoco tenía pensado que tuviese ningún problema mental. Me venía muy bien ese punto de inflexión en un momento de su vida, cómo él empieza con esa crisis brutal que tiene, para que se replantearse qué hacer. Ese aspecto es muy útil para indagar en esa mente, en su forma de ver la vida, y también para ver cómo se enfrenta a otra visión con la que él no está familiarizado, y sobre todo, cómo se da cuenta de que tiene sentimientos que desconocía: intentar ayudar a gente que no conoce, que le ayuden a él…

P: ¿En qué proyectos literarios está trabajando actualmente?

R: Estoy trabajando en otra novela, pero igual, con paso lento porque me cuesta, y además casi no corrijo, con lo cual cada página esta destilada absolutamente: tardo muchísimo en escribirla porque no me gusta lo superfluo en nada, ni en la poesía ni tampoco en la novela. No quiero contar cosas que no sean imprescindibles, por eso voy corrigiendo a la vez que escribo, el proceso es lento. Estoy escribiendo una novela que creo que tiene muy poco que ver con ésta tanto en el tono como en los personajes; quería en principio que fuese un poco más ligera porque ésta es un poco densa en algunas partes, pero… ¡no me está saliendo tampoco tan ligera como me gustaría! (Risas). También estoy haciendo un poemario que sacaré para el mes de julio con una editorial de Huelva que se llama Crecida.

Feminismo en la literatura

P: Actualmente existen movimientos de carácter feminista, de igualdad de géneros, tanto a nivel político y social como, concretamente, literario. Por ejemplo, se está presentando por muchas ciudades el documental “Se dice poeta” de Sofía Castañón, que reivindica la igualdad de la presencia femenina en todos los ámbitos de la industria de la literatura, y en el que participan escritoras de tu círculo y/o generación. ¿Se siente identificada con estos movimientos? ¿Ha tenido que luchar con más fuerza en alguna ocasión dentro del ámbito literario por ser mujer?

R: Yo he tenido mucha suerte: cuando he querido publicar, he publicado. He escrito mucho de siempre, pero no he querido publicar hasta muy tarde porque todo lo que había escrito no me parecía digno de ser publicado. El primer poemario lo presenté a un concurso y gané la publicación, del que ahora ha salido la segunda edición (“Nada para cenar”). A partir de ahí casi todo me lo han ido pidiendo las editoriales.
Ahora bien: ¿qué le pasa a una escritora?, ¿qué le pasa a una mujer en general? Lo mismo, la misma dinámica que podemos experimentar en cualquier otro campo pasa en la literatura. Casi siempre somos un grupo aparte. No hay todavía un campo abierto de hombres y mujeres en nada: están los hombres, que ocupan la parte genérica de cualquier cosa (del arte, de la literatura…), la parte masculina es la que puede interesar a todo el mundo, siempre nos encontramos con esa barrera.
Me preguntan: ¿tú escribes para mujeres? ¡Pues no, nunca en mi vida he escrito para mujeres! ¿Escribo como mujer? Pues claro, escribo como mujer como pinto como mujer, como aprieto un tornillo como mujer… todo lo que hago en mi vida lo hago como una mujer, y además no reniego de eso para nada. Y lo que siento y experimento no me planteo si es femenino, es que es mío y sale de mí. Pero es que creo que ningún hombre se plantea si lo que hace es masculino. El problema que veo es que todo lo masculino es genérico, como ocurre con el lenguaje, y luego está lo femenino, que casi siempre son intereses que sólo corresponden a una parte de la sociedad. Parece que lo femenino no interesa en general, con ese choque te encuentras siempre. Tenemos que tener una alarma constante.
Por ejemplo, yo noto que me invitan mucho a festivales, a recitales. Pero a mesas redondas me invitan a muy pocas, esas casi siempre son de hombres… ¡salvo que hablen de literatura femenina! Entonces sí me llaman. Estoy segura de que quien lo organiza ni siquiera se acuerda. Tenemos que estar alerta. A veces no sabría decir si es discriminación… que sí que lo es… a lo mejor no voluntaria, pero existe, y se percibe.
Mi trabajo no sólo va destinado a las mujeres: hablo de la vida, que nos interesa a todos, y hablo de la maternidad porque me parece una experiencia relevante, pero no sólo para las mujeres. Este tema sólo se utiliza a nivel universal cuando interesa, es decir, cuando se trata de comprar cosas: si te interesa que los padres tengan en cuenta que tienen que comprar. En general parece que la maternidad es una cosa de la mujer, tanto para bien como para mal. Si quien diese a luz fuese un hombre, ¿te imaginas?, ¡tendría todos los privilegios del mundo! Y la maternidad no es una debilidad: es lo que hace que el mundo siga. El hecho de que ahora esté de moda hablar de algunos temas feministas me parece maravilloso.
Oigo a muchas mujeres más jóvenes que yo: “Soy feminista, pero no radical”. ¡Pero es que tienes que ser radical hasta el máximo… radicalísima! Nos las cuelan, hay miles de cosas que no eres consciente que estás haciendo o te estás tragando en la tele y esto no tiene que ser así. Tenemos que ser muy radicales, claro que sí: muy radicales pero no en el sentido de ataque, es una cuestión de defensa.

Inma Luna

Cuestiones sociales, literarias y más

P: ¿A nivel global, qué opinión le merece el panorama literario actual de este país?

R: No estoy muy al tanto, pero lo que veo es que hay corrientes subterráneas, gente haciendo cosas que me parecen interesantes. De la literatura española contemporánea no me gusta casi nada. Hay excepciones, pero en general lo que llega a las librerías y lo que aparece en Babelia me parece malo, o por lo menos a mí no me interesa. Coordino un club de lectura y hemos leído cosas muy buenas y otras que te preguntas cómo se pueden publicar y vender durante tanto tiempo. Leímos “La alegría es un té contigo” de Mamen Sánchez… no puede estar peor escrito. Pero es que el último de Julia Navarro (que también lo leímos porque iba a venir a la librería) me pareció nefasto.
En poesía hay cosas que me encantan, y muchas son mujeres. Me encanta lo que están haciendo Ana Pérez Cañamares, Sofía Castañón, Sonia San Román… hay gente que está haciendo un trabajo muy bueno. Pero, ¿cómo está el panorama? Como todo, difícil, la cultura está en declive absolutamente. Luego hay grupúsculos semi mafiosos haciendo cosas de las que no participo, me muevo en ambientes mucho más gratificantes. La gente que he conocido en el campo de la literatura ha sido muy generosa conmigo.
Cuando me preguntan: “¿Vives de la poesía?”, digo: “Sí, vivo de la poesía porque es lo que me da la vida”. Recitar para la gente me encanta, porque hay un punto de conexión preciosa, es como un paso más del libro.

P: ¿Cuáles son sus principales referentes literarios?

R: Mi diosa es Clarice Lispector, es la escritora que más me gusta y más difícil me parece, pero siempre que la leo pienso: “Yo quiero hacer esto, quiero escribir con esta depuración”. Ella era una mujer que pensaba tanto en la literatura, que todo lo que ha escrito sobre literatura, yo lo firmaría. Es como si leyera lo que pienso, me encanta. Aparte, hay libros sueltos… me gusta volver a los libros de Juan Rulfo, “Pedro Páramo” y “El llano en llamas”, que son dos libros deliciosos; Yasunari Kawabata también me gusta mucho; algunas cosas de Gioconda Belli me parecen muy interesantes, las manos comerciales, quizá. En poesía me gustan Jaime Sabines, Laya…

P: Una de las grandes cualidades que ennoblecen a algunos de los personajes principales de esta novela, es su generosidad sin fisuras, ¿cree que es una de las grandes taras de la sociedad, la falta de empatía y de generosidad entre las personas?

R: Creo que no está perdido, que hay gente muy generosa, lo que pasa es que no sabemos mucho de ella. Esa gente no llega a los medios de comunicación, se ve mucho más la suciedad que nos rodea, que en esa no hay ninguna empatía, efectivamente.
El otro día fui a una Caixa, tienen un cuaderno con los pisos que venden, lo cogí y estaba lleno de dramas: cada piso de esos se lo han quitado a una familia y lo venden por una miseria. Es tan triste ver eso… ¡que te lo ofrezca una entidad que está ganando millones y millones, y tenga ahí esa exhibición del dolor! Es terrible, es horroroso. Se lo dijimos al director, “Estos son los pisos que quitáis a la gente”. Claro, no saben qué decir porque no pueden justificar eso.
Pero entre esa gente que han echado de los pisos estoy segura de que a su alrededor hay gente generosa que les está ayudando a sobrevivir, porque si no, ¡estarían las calles llenas! Así, hay una red de gente que está ayudando a los que estos están destruyendo. Ayer oía que la gente sigue aguantando gracias a la economía sumergida… mentira, siguen aguantando gracias a las familias, de las pensiones de los ancianos, de los 500 euros de la pensión, esa persona, sus hijos y sus nietos. Si eso no es empatía y generosidad… Esa gentuza nos está robando y además quiere hacernos creer que la culpa es nuestra. Viendo estos agujeros, ¿cómo pueden decir que es inviable la renta básica de Podemos? ¡Suma, suma todo lo que has robado!

P: Esta novela nos transmite un gran mensaje de aliento, de la superación a pesar de las dificultades… ¿cuál es el mensaje principal que desea transmitir a los lectores?

R: Sobre todo me encantaría que pudiese ayudarnos a estar más abiertos a la vida. Aunque tiene momentos tristes, es esperanzadora. La sociedad está construida sobre unos cánones equivocados. Es un sistema que a veces se olvida de la persona, sólo mira lo superficial.
En la maternidad y la corresponsabilidad, ¿quién decide que una historia de una noche implique ya a dos personas de por vida? Es un tema muy interesante que va en paralelo a la novela. También estoy de acuerdo en lo que tú dices, es una novela de superación, y de descubrimiento. También de sentimientos. No hemos hablado de Potlach, pero no vamos a desvelar quién es… es un personaje que Luis no sabía que le iba a hacer tanta falta, y en realidad la novela es todo el tiempo que comparte con ese personaje, y cómo va formando parte de sí mismo. También es una novela de descubrimiento en ese sentido: cómo él descubre cómo pueden ser las mujeres, (no la que él tenía en su cabeza), cómo puede ser la gente, y cómo puede ser él mismo.
Todo le va haciendo a comprenderse a sí mismo para enfrentarse de otra manera al mundo. Creo que es una buena fórmula para todos: conocernos, entendernos, perdonarnos lo que nos tenemos que perdonar y tener esa visión un poco más relajada y optimista frente a lo que nos rodea.

Para saber más de Inma Luna, mantiene un blog de literatura y aquí encontramos una relación de su bibliografía.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

John Williams: Stoner

Williams, John: Stoner. Baile del Sol, Tenerife, 2010 (edición original de 1965). Colección "Narrativa" 121. 240 páginas. Traducción de Antonio Díez Fernández.

Pues sí, me ha cautivado. Me ha dejado de piedra. Es buenísimo. No encuentro palabras. Me regalaron este libro hace un par de meses y no me sentía con ánimos de leerlo. Sin embargo, aprovechando un viaje, lo empecé y no pude parar de leer hasta terminarlo. ¿De qué va este libro? Pues va de la vida de un hombre normal y corriente, de un hombre que sueña con vivir tranquilo, con montar una familia, trabajar y ser feliz. Así, sin más.

"William Stoner entró como estudiante en la Universidad de Missouri en el año 1910, a la edad de diecinueve años. Ocho años más tarde, en pleno auge de la Primera Guerra Mundial, recibió el título de Doctorado en Filosofía y aceptó una plaza de profesor en la misma universidad, donde enseñó hasta su muerte en 1956. Nunca ascendió más allá del grado de profesor asistente y unos pocos estudiantes le recordaban vagamente después de haber ido a sus clases. Cuando murió, sus colegas donaron en su memoria un manuscrito medieval a la biblioteca de la Universidad".


Así comienza esta novela de John Williams (1922-1994), su tercera novela, escrita en el año 1965. Y tiene mucho de autobiográfico, como veremos a continuación. Williams nació y se crió en el noreste de Texas. Después de desempeñar varios empleos en periódicos y emisoras de radio, se enroló en el ejército en 1942 (en la novela, Stoner no se enrolará para continuar su carrera como profesor universitario). Varios años después de la Segunda Guerra Mundial fue a la Universidad de Denver, donde obtuvo su licenciatura en 1949 y su máster en 1950. Durante este período publicó su primera novela, Nothing but the Night (1948), y su primera colección de poemas, The Broken Landscape (1949). En otoño de 1950 Williams fue a la Universidad de Missouri, donde ejerció como profesor y obtuvo el doctorado en 1954. La segunda novela en publicarse fue Butcher's Crossing (1960). Su segundo libro de poemas, The Necessary Lie se publicó en 1965 (igual que Stoner). En este año, Williams se convirtió en editor de la revista literaria University of Denver Quaterly hasta 1970. Su última obra publicada, Augustus, fue ganadora del National Book Award de ficción en 1973. Tras jubilarse de la Universidad de Denver en 1986, se trasladó con su mujer a Fayetteville, Arkansas, hasta su muerte el 3 de marzo de 1994. Una quinta novela, The Sleep of Reason, quedó inacabada.

Sobre esta novela he leído varias críticas, una de ellas, por ejemplo, en el blog de mi amigo y compañero David Pérez Vega (Desde la ciudad sin cines). Este destaca el comentario que hizo en el ABC Cultural Rodrigo Fresán, el cual decía: Stoner es una obra maestra. Y punto”. “Repitan y tomen nota en sus cuadernos: Stoner… es… una… obra… maestra…”. Pero, ¿tiene razón? Desde mi punto de vista, sí. ¿Por qué? Pues porque es muy difícil escribir sobre la vida cotidiana, sobre una persona normal, que le pasan cosas normales, que quiere vivir feliz con su trabajo, su familia... La novela es muy lineal, no pasan grandes cosas (a la gente normal no le suelen pasar grandes cosas reseñables en novelas o en películas), no hay una trama policial, no hay giros de última hora, no hay acción que te cautive... Stoner es un tipo normal que fue a la Universidad de Missouri a estudiar Agricultura (para poder ayudar mejor a su padre, que era agricultor) y, cuando estudiaba su segundo curso, se dio de bruces con la literatura en una clase que le cautivó y le hizo cambiar de idea. A partir de ese momento se dedicó a la literatura, a su enseñanza, etc.

Por la vida de Stoner, como telón de fondo, se suceden los acontecimientos históricos más relevantes: Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial... Digamos que lo normal en su momento. Nada destacable. Tanto es así, que llegas a identificarte con él, con su historia, sus intereses... con sus valores y convicciones, con sus alegrías y sus penas, con sus aciertos y sus errores. Con su búsqueda de amor por encima de todo. ¿No estamos en este mundo para ser felices?
"Abrió el libro y, cuando lo hizo, se volvió algo ajeno. Dejó que sus dedos hojearan las páginas y sintió un hormigueo, como si estuviesen vivas. El hormigueo recorrió sus dedos y recorrió su carne y sus huesos. Fue perfectamente consciente y aguardó hasta que le poseyó, hasta que la vieja excitación parecida al terror se le fijó donde estaba. La luz del sol, entrando por la ventana, resplandecía sobre la página y no podía ver lo que allí había escrito.
Los dedos perdieron fuerza y el libro que sostenían se deslizó despacio y luego bruscamente sobre su cuerpo inmóvil, cayendo en el silencio de la habitación".
Al final, cuando terminas la novela, algo de ti sientes que se muere con Stoner. Qué delicadeza, qué suavidad, qué paz... Cuando llegue mi muerte, a mí también me gustaría morirme así, con un libro como el de Stoner en mis manos. Que lo disfrutes. Hasta la próxima.

viernes, 21 de noviembre de 2014

STONER


- ¿Has leído Stoner? ¿Sí? ¿Me lo recomiendas?
- Sí, es buenísimo. Léelo, por favor, ya verás, te va a encantar.
- ¿Seguro? No sé, ¿de qué va?
- Pues, mmm, transcurre en la primera mitad del siglo XX, en EEUU, y es la historia de un hijo de granjeros muy humildes que va a la universidad y se convierte en profesor. Y, bueno, la verdad es que es eso, principalmente. Y le pasan muchas cosas. Se casa, tiene una hija. Cuenta su relación con la literatura, el amor por los libros, su honestidad a prueba de todo, y también podría ser un libro de denuncia, porque describe muy bien los tejemanejes políticos y corruptos dentro del profesorado, el favoritismo y los chanchullos. Pero en realidad no lo es. También habla de las guerras mundiales vistas por los que no quisieron alistarse, y hay una historia de amor espléndida y un poco triste. Y...
- Vale, me lo llevo, aunque...
- En realidad, fíjate, es un libro casi sin argumento. Es simplemente la historia de un hombre que va a la universidad y se convierte en profesor, es la anti-épica perfecta. 
- ¿Me estás vendiendo un libro sin argumento y sin épica?
- ¡Sí! Pero lo lees y te envuelve, te atrapa y te lleva por donde menos te lo esperas. Es duro y frío, y Stoner es de una contención emocional absoluta, pero te emociona. Y no me preguntes cómo, que no tengo ni idea. Al terminarlo, no sabes muy bien qué te ha contado. La historia, de tan sencilla, parece que se te escapa de las manos. Pero no. Permanece. Y no se te olvida. 
- Bueno, ya te contaré. 
- Vendrás a por uno para regalar, ya lo verás.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Ana Pérez Cañamares dice verdad y lo hace con voz propia

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Por Deborah Antón

Ana Pérez Cañamares es una consagrada y respetada. Si aclaramos que no somos muy dados a colocar etiquetas fáciles, ¿qué podemos decir de su poesía, que habla por sí misma? Si lo que se necesita para considerar a una escritora como consagrada es su verdad y su voz, diremos que, entre “ególatras de museo y obelisco”, Ana Pérez Cañamares dice verdad, y lo hace con voz propia; una voz clara y potente, distinguida a su manera. Su poesía nos habla de cosas que realmente nos importan, sobre personas y situaciones “de carne y sangre”, sobre todo lo que nos incumbe: amor, trabajo, justicia, enfermedad, comunicación, familia, amistad, autoestima, tiempo. Nos lo relata de una manera que resulta palpable, inmediata; con imágenes cotidianas y aun así poderosas e imaginativas, “porque los poemas que los árboles dictan / están escritos en un idioma exótico / que no entendemos los que vamos / a recluirnos en nuestras casas”.
La autora comienza este con una disculpa: “Perdonadme que ahora juegue: / el dolor fue una institutriz severa”. El dolor enaltece –sólo si se sublima– y marca un recorrido de heridas, de experiencias, de enseñanzas. Alfabeto de cicatrices trata de relativizar las palabras con las palabras. Ellas son nuestro legado, nuestra democracia. “Si es de dignidad de lo que hablamos: // la justicia de las palabras / –la belleza de la exactitud– / aún nos pertenece”. En este recorrido suyo, vital, no perdemos de vista lo importante, no dejamos que el día a día acabe con nosotros: “llegas a casa, abres una cerveza y otra / bebes y bebes hasta que vuelve a ti / la sobriedad”. No nos dejamos deslumbrar por lo accesorio, por esos nuevos mitos del asfalto, a pesar de que “hay días en que parece / que cualquier objeto / recién comprado / va a tener el poder / de cambiarlo todo”. Y, a pesar de ello, nos llegamos a desesperar alguna vez, porque todos libramos una batalla personal y privada, y todos hemos conocido esas “tardes en que el teléfono no suena / y parece que todos los amigos han muerto / o están lejos o demasiado ocupados / en sobrevivir”. Todo el mundo siente alguna vez que la independencia que tanto nos cuesta construir “se requebraja cuando la tristeza da un golpe de estado”.
Este es el mundo en el que tenemos que vivir, y en el que todos mantenemos una lucha. Hay multitud de vivencias y de opciones. Todos estamos solos. Por eso a veces necesitamos personas que nos ofrezcan una guía, un poco de su luz. Si tenemos en cuenta todo lo anterior, Ana Pérez Cañamares es una profeta, y Alfabeto de cicatrices es su credo.

http://letrasenvena.com/2014/alfabeto-de-cicatrices-de-ana-perez-canamares

miércoles, 19 de noviembre de 2014

AMADOU NDOYE África más allá del tópico

AMADOU NDOYE
África más allá del tópico
Ed. Baile del Sol. 2014

            A veces bromeábamos con Amadou diciéndole que más que un estudioso ensayista, era la gran promesa de un novelista espectacular. El se reía, sonreía y decía: ¡eso no puede ser muchacho! Pero ninguno le creíamos porque su habilidad para enlazar y capitular relatos inverosímiles era la prueba irrefutable de que era un homo narrator.
-         ¿Cómo está Olga, cómo está Mariano, cómo está Pepín? – sonaba su voz inconfundible al teléfono.
            Al día siguiente ya estábamos comiendo los sabrosos manises tostados y macerando las hojas para hacer el bissap. Eran los cacahuetes con un sabor único, como los que vendía en cucuruchos el manisero de la canción. Con el mismo aroma de las canciones acubanadas y paternas de timbre inconfundible y el recuerdo de unas manos arrollando cucuruchos para con el pico divertir nuestros más alejados recuerdos de inviernos, laureles y charcos en la niñez de nuestros barrios.
-         ¿Cómo estáis los caballeros? Nos despertaba en aquellos días mágicos en su casa de la gran Medina, acercándose a la ventana del patio, mientras la nurse de sus hijos todavía pequeños, nos acercaba el desayuno.
            Y es que los sincronismos de la vida nos llevaron a coincidir con él en una entrevista radiofónica a principios de los ochenta. El era un perfecto desconocido y nosotros unos músicos atrevidos que compartimos la mesa del estudio, sin pensar que años más tarde nuestros caminos se encontrarían.
            Hasta tal punto esto fue así que he tenido la enorme suerte de presentar sus tres libros publicados por la emprendedora editorial Baile del Sol. Los  comentarios han sido unánimes, nuestro hombre en África nos ha ido desentrañando lo que una visión extraviada y llena de tópicos instalada en nuestra aculturación había propiciado.
            Se necesitan clarificar muchas cosas, casi deconstruir como cita el prologuista de esta obra, y por ello una de las afirmaciones más reiteradas por Amadou Ndoye ha sido habitualmente la contenida en esta frase: el pasado africano de Canarias es mileranio, mientras que el pasado europeo de las islas sólo es centenario.  Y esto viene a colación en ese común pasado de esclavitud remota, colonialismo y aculturación en que Amadou Ndoye ha sido y continúa siendo un referente para la dicha deconstrucción de una identidad sumida exactamente igual que la africana, en el tipismo y en toda clase de tópicos padecidos por el hombre insular.
            Es de esperar y desear que los libros de Ndoye ocupen de forma definitiva el lugar que les corresponde en nuestro acervo cultural y si hace falta repetirlo habrá que hacerlo. Por su profundidad intelectual, por su calidad literaria expresada con acierto total en una lengua que además no es la suya materna, precisamente.
            De los variados ensayos que contiene este libro y para dejar intacta la curiosidad del futuro lector me centraré en tres de ellos: La presencia del bolero en Senegal, tema etnomusicológico que desarrolla con verdadera maestría antropológica, Las creencias africanas a ambos lados del Atlántico que recorre el tema del espiritismo y la magia en Canarias y África, y también Esas voces de narradoras y narradores senegaleses tan lejanas y tan cercanas.
            Comienzo por el tema musicológico porque éste es como dije al principio el que me llevó a entablar una relación epistolar con Amadou que se continuaría más tarde en diversos viajes al país africano en visitas a clubes de jazz, escuela de artes, aprendizaje de la kora y conocimiento de afamados músicos del continente como Papa Seck, Pap Niang, Baba Maal, Les Freres Guissé o Youssou N´dour. Y es que fue tal la insistencia por mi parte en este tema que a nuestro autor no le quedó otro remedio que escribir un artículo para el primer número de la revista El Vigía bajo el rótulo La Música africana. Él había escrito un texto de título Jazz y Literatura que había presentado y leído en Madrid y en Francia, pero que era largo como una tesis y nosotros necesitábamos algo más fresco y acorde al impacto de la música africana de aquellos momentos de finales de los ochenta cuando los sones de la salsa parecían menguar y la música étnica aflorar. Uno de los primeros nombres que aparece en este capítulo IV de África más allá de los tópicos es el de Johnny Pacheco, con quien precisamente tuve ocasión de departir largo y tendido en el camerino de la Plaza de toros en Santa Cruz de Tenerife durante el gran festival de salsa auspiciado por la tabaquera Coronas. Había regresado entonces de Senegal hacía pocas semanas y charlé con Johnny precisamente  de ello, de Papa Seck y su flauta travesera, de los ancestros isleños del propio Pacheco y hasta de los super equipos de sonido de ahora y sus conciertos multitudinarios en Nueva York con la cuarto parte de vatios.
   
         Johnny Pacheco, dice Amadou “es el dominicano más conocido en mi país” y en el bolero siempre ha sido decisiva la impronta africana, recogen los estudiosos cubanos de este género. Buenaventura Ferrer hace alusión a este género como datado en 1708: bailes en La Habana que se abrían con el minué y seguían con la contradanza, zapateos, congos, boleros y guarachas. Amadou se mueve asimismo en el terreno de la oralidad, busca informantes y nos habla del Senegal años 20 con cuatro ayuntamientos y cada uno con su orquesta. La capital era Saint Louis y los colonizadores desembarcan ahí todo lo que venía de Francia: el son, el tango, el vals, la rumba y el beguine. El bolero de Ravel data de 1928 y en los 20 y 30 grupos caribeños pasaban por Francia y grupos franceses recalaban en Saint Louis. Nos relata así que en 1930 se unen las orquestas de Goree y Dakar bautizadas como La Lira africana. Es una época donde se conoce a Matamoros, Piñero, Mª. Teresa Vera de Cuba y las llamadas batucadas que llegan de Brasil gracias a emigrantes caboverdianos.
            En los cincuenta nos cita a Abelardo Barroso, el caruso cubano y así nos confirma que muchas vocaciones de hispanistas nacieron, porque africanos del oeste escucharon a boleristas, guaracheros y charangueros. Los africanos se adueñaron plenamente del bolero, el cha cha chá y la rumba a finales de los cincuenta y así hasta los 70 con la orquesta Baobab, la Number one y locales como La estrella polar, El molino rojo, el Miami, donde diera sus primeros pasos Youssou N´dour que cantaba salsa antes de ser una estrella del mbalax.
            A partir de esas fechas la racha nacionalista se traduce en instrumentos, vestidos, baile tradicional y los sonidos del Caribe dejarán paso a ritmos nacionales y étnicos. Magnífica exposición diríamos donde la perspectiva difusionista es clave, pero también el funcionalismo y evolucionismo etnomusicológico, para concluir con unas frases memorables cuando dice que para entender el dolor y el amor no es preciso ser latinoamericano, basta ser humano simplemente y que africanos y afrodescendientes saben mucho del dolor...“hemos tenido que desplegar tesoros de un amor inoxidable para sobrevivir a congojas y desazones en un mundo en que nos ha tocado a menudo luchar con armas desiguales”. O esta otra de Art Blakey “nuestra música es un reto permanente a todas las humillaciones e injusticias que hemos tenido que aguantar desde hace generaciones”. Para concluir con una cita de Fabio Betancort: “la confluencia musical supone pliegues y repliegues etnomusicales, préstamos, puntos de encuentro de tradiciones musicales existentes, hibridismos, tentativas aleatorias, desplazamientos sonoros y hasta fusiones de géneros y estilos“.
            Con todo esto concluye Ndoye: Quien se entera de que sonidos negros se colaron en el flamenco y el tango no se extrañará de que el bolero, como el son, la guaracha o el mambo hayan vuelto a casa para ser acogidos con brazos y corazones sorprendidos y abiertos.
            En el capítulo II encuentra Amadou el entronque de la magia en ese triángulo del que reiteradamente nos habló y no sólo en el terreno musical como es obvio, entre África, Cuba y Canarias. Y lo halla en lo mágico de la obra tan conocida de Luis León Barreto: Los espiritistas de Telde: “el médium por excelencia en la obra es Juan Camacho, es el enlace entre los espíritus y la futura víctima, Ariadna. Es el nexo entre razas, culturas, sistemas religiosos, espacios y tiempos. Vincula a Canarias y Cuba, ya que se traslada del archipiélago a las Antillas a principios del siglo XX y recibe una iniciación por adeptos lucumíes y congos en la isla caribeña”. Si el lector precisa una clarificación mayor, ésta se encuentra en la página 96 donde Amadou hace responder al narrador a su pregunta ¿Cómo entender la persistencia de ciertas creencias y actitudes? El narrador sume a su lector, nos dice, en las aguas de la historia canaria, descubriendo de paso elementos de los condicionamientos socioétnicos y socioculturales de la isla, que se tenía tendencia a olvidar, ritos de magua de conversos berberiscos, negros de Cabo Verde y Guinea, danza del pámpano roto, ritos de adivinas y de iniciados del Corán y fe judía de los expulsados. En la página 97 encontramos esto: “Del África del Norte son oriundos los guanches, primeros habitantes del archipiélago, que dejaron su impronta en las distintas superficies y subsuelos de las islas. A ellos se unieron europeos y africanos negros. Esos llegaron con su cosmovisión y aportaron su contribución cultural a la construcción de la idiosincrasia pese al modo en que se ha escrito la historia hasta la fecha.”
            En el capítulo V nos advierte el autor que van a desfilar en la antología de narradores y narradoras que nos presenta varios períodos de la historia de Senegal, desde la independencia y antes hasta el principio del siglo XXI. La historia, nos dice, está en los personajes, los acontecimientos sean estos ficticios o reales y también en los silencios.
            Lo que fue perder la hacienda, la autonomía de milenios y explicarlo con palabras sencillas aparece en Los tambores de la memoria. Las matanzas y trabajos forzados y el compartir con los blancos solidarios se perciben con claridad en Excelencia, sus esposas. Lo que supone que un poder se vaya y otro aparezca dando lugar al cuestionamiento de la situación y su continuismo se ve con claridad en El cubo de basura. Y ese desorden económico según Amadou quien mejor lo ilustra es la novela Xala. La aceptación del multipartidismo a raíz del mayo 68 senegalés se ilustra en El vientre del Atlántico. El puro cuidado de las apariencias en Bueno como el pan. El collar de paja es otra buena novela a juicio de Amadou que desvela una crítica a la poligamia y varios aspectos de la tradición, el sitio reservado a las mujeres. La huelga de los battu o El juego del mar, son otras obras cuyo análisis detallado encontrará el lector en estas páginas. Ndoye concluye enumerando los obstáculos que le quedan por superar a la narrativa senegalesa. Un escaso número de lectores, la flaqueza del poder adquisitivo, el idioma y la difícil distribución de las obras. Cheickh Aliou Ndao, Ousmane Sembene y Boris Diop tienen la convicción de que su identidad remite al vacío al escribir en otra lengua; algunos de ellos han decidido escribir en wolof, idioma materno mientras que Ousmane Sembene, llevó sus novelas al cine para acceder al público menos culto.
            Sólo me resta felicitar a la editorial Baile del Sol por poner a nuestro alcance esta obra y a su prologuista Antonio Lozano por haberme introducido en estos ensayos de una manera tan adecuada, con datos y citas como esta, contestando a un desafortunado discurso de Sarkozy en Dakar: que mientras su país (Francia) y el resto de Europa, se sumían en el siglo XIII en la sombría Edad Media, en las orillas del Níger florecía un Imperio, el fundado por Sundiata Keita, que gozaba de una ley magna, llamada de Kurukanfuga, considerada por muchos como la primera constitución de la historia, que consagraba la libertad, la solidaridad y la tolerancia como ejes sociales fundamentales y que, entre otras cosas, afirmaba que “las mujeres, además de a sus tareas cotidianas, deben ser asociadas a todos nuestros gobiernos”  o esta otra: “Tombuctú, una ciudad que disponía en el siglo XV de una universidad que albergaba a más de veinticinco mil alumnos de varios países, y por cuyas calles transitaban sabios de todas las disciplinas, humanísticas o científicas, que componían el saber de aquella época”, que nos posicionan del lado de un futuro  compartido y solidario.

© Roberto Cabrera


viernes, 14 de noviembre de 2014

Karmelo C. Iribarren “La piel de la vida”

Karmelo C. Iribarren “La piel de la vida” (Baile del Sol 2013)

Karmelo C. Iribarren “La piel de la vida” (Baile del Sol 2013)

Hablar de Karmelo C. Iribarren va a resultar harto complicado si tomamos la premisa de que es un poeta que admiro, lo admiro muchísimo. Esta admiración por el donostiarra no es pasajera, es algo que se ha ido fraguando con el paso de los años, la profunda y concienzuda lectura de sus obras y sobre todo por esa capacidad de asombro que no deja de producirme con cada nuevo poemario que decide lanzar al aire.
Me gusta Karmelo por su poesía, la cual ha sido etiquetada de realismo sucio y minimalista, cosa que honestamente me da igual, me refiero a las etiquetas. Me gusta porque es humilde, sencilla, de la calle (sin caer en la pesadez que a estas alturas me produce el exceso de la poesía reivindicativa) y porque habla de él, sí de él, sin caer en el egocentrismo. No destacan sus poemas por ser recargados, por abusar del almíbar o por la presencia de figuras literarias. Iribarren sabe cómo debe hablarnos, usa el canal de comunicación de tal modo que incluso los no partidarios de la poesía se sentirán identificados en algún momento con alguno de los pasajes que nos narra, y digo bien cuando digo “nos narra”, su vida `vivida o malvivida´ según palabras deAbelardo Linares. Pero ojo, independientemente de que figuras de la literatura norteamericana sobrevuelen su cabeza, como CarverShepard Fante, ha logrado tener una fuerza propia que a día de hoy pocos poetas vivos, creo, pueden alardear de poseer.
Entrando en materia y dejando de lado la admiración/respeto que me produce este señor, quiero hablar de su último libro editado con Baile del Sol bajo el título “La piel de la vida”.
Se trata de un pequeño volumen de unas 60 páginas, que si uno dispone de tres cuartos de hora será capaz de leerlo de una sentada. Sin embargo hay un magnetismo especial que me impide dejar quieto este libro en los estantes de mi casa más de una semana. Sus poemas son como esas canciones melancólicas que a todos, sin excepción, se nos pegan en algún momento de la vida y nos acompañan el resto del trayecto. Canciones que de vez en cuando, y sin saber muy bien el motivo, nos gusta rescatar. Algo similar sucede, me sucede, con muchos versos de Karmelo, y estos últimos no son una excepción.
La estructura de “La piel de la vida” es sencilla. Tres partes, sin título, solo numeradas. El primer grupo de poemas son escenas cotidianas de su día a día, del día a día de cualquiera que él tiene la capacidad de transformar en algo sencillamente especial. Es una primera capa de su vida, de la vida de todos, nuestro día a día. Al ser todo contado desde la primera persona nos hace partícipes directos pero sin caer en el egocentrismo, algo ya mencionado más arriba. Como muestra un par de botones.

CREPUSCULAR
Tengo 53 años
y estoy aquí
mirando por la ventana
eso que sucede ahí fuera,
en el mundo,
como llevo haciéndolo
desde no recuerdo cuándo,
desde siempre.
Pero algo ha cambiado:
ya apenas tengo ganas
de moverme.

IMPOSIBLE BALANCE
Me levanté
a beber un vaso de agua.
                         Y allí,
a las tres de la madrugada,
con la vista clavada en el suelo
y el sonido de la nevera
como música de fondo,
sólo Dios sabrá por qué,
decidí hacer balance de mi vida.
Tuve suerte: el sueño
llegó enseguida.

Se hace evidente, cuando uno lee estos versos, el profundo poso de melancolía que todo lo envuelve, cosa que sigue sucediendo en la segunda parte bastante más corta en cuanto al número de poemas. Aquí se centra en el amor. Por supuesto nadie pondrá en duda que el amor es otra capa fundamental en la piel de la vida de todas las personas, entendiendo el amor en cualquiera de sus acepciones, sin embargo Iribarren nos habla de su propio concepto de amor como si fuesen tristes baladas otoñales.

PERDONA A ESTE LADRÓN
A veces
mi alma se acerca
hasta tu sueño,
y allí
-cuando no le ve nadie-
separa un poco
las pestañas
y te mira.
No soporta que te vayas
demasiado lejos,
ni dormida. 

ASÍ
Como el machetero
en la selva,
tu sonrisa
en mi tristeza. 

Llegamos al final y lo hacemos con dos únicos poemas. La tercera capa de su vida es el balance que él mismo hace de su recorrido literario con el paso de los años. Se cuestiona si todo lo aprendido, si todo sobre lo que ha trabajado en algún momento llegará a tener algún valor o no, si trascenderá.
GLORIA EFÍMERA
Ayer me vi
en una monumental
“Historia de la literatura española”.
Aparecía en una nota
al pie,
minúscula,
en cursiva,
como atravesando la página…
Tendré que mirar mañana,
-me dije-,
lo mismo ya no estoy.

No sé si me creerán cuando les digo que realmente me ha costado vomitar todo esto sin dejarme llevar en exceso por la admiración, y por supuesto lo que aún creo menos es en la posibilidad de que me haya acercado con profundidad a la poética de Karmelo C. Iribarren. Aún así sentía la necesidad, la imperante necesidad, de que este señor sea conocido y leído por más gente. Lo merece.

Ángel Muñoz Rodríguez

jueves, 13 de noviembre de 2014

Cabotaje

portada de Cabotajepor Esteban Gutiérrez Gómez

Autora: Marisol Torres Galán
Ed. Baile del Sol
Nº páginas: 124

/Antes de comentar este libro de relatos de Marisol Torres Galán lo primero que tengo que decir es que es amiga mía. Pero es que, además, tenemos una complicidad especial porque miramos la vida y la literatura de la misma manera. Eso hace que nuestra amistad trascienda más allá. A veces, juntos, hacemos magia.
Así que, dicho esto, no me extraña que sienta la pulsión de muchos de estos relatos en mis dedos. Algunos ya los conocía, su ritmo medido y sus ganas de transmitir sensaciones mientras se cuenta una historia. Trabaja tanto la forma como el contenido, dejándose llevar por la emoción que siente cuando escribe. Es imposible no sentir ese deseo de llegar al lector.
Me ha gustado la evolución y la estructura de las historias de «Cabotaje», que transita desde los primeros recuerdos de la infancia hasta la pérdida de los mismos recuerdos en la vejez. También he visto el hilvanado que Marisol Torres Galán ha ideado para darles continuidad. Un hilado nata forzado, natural, que no llama la atención. No deja ver las costuras de su escritura, el trabajo que hay detrás. Eso también lo agradezco, porque últimamente me estoy encontrando con autores que prefieren imponer su voz narrativa a la voz de los personajes, haciendo que el lector se fije más en ellos como autores que en la historia que cuentan.
En muchos de los relatos aparece el dúplice de Marisol Torres Galán. Se llama Amanda y le gusta amar y ser amada (bien amada, debería decir). Es entonces cuando la reconozco mejor. En esos relatos llenos de erotismo, sensuales, todo fluye y se vuelve líquido y apetecible. Domina las situaciones, las estaciones del camino al éxtasis, los puntos «ges» que erizan el vello y llevan a la extenuación. Amanda, la hechicera del deseo, la diosa de la felicidad, está muy presente en el libro.
La sorpresa llega al final de «Cabotaje», cuando reconozco en uno de los relatos una historia que me hace estremecer y comparto con Marisol Torres el sabor agridulce de la vida. Les cuento: el personaje principal es un señor maduro pero no anciano, enfermo de Alzheimer. La enfermedad progresa lenta e inexorablemente, pero todavía puede reconocer una imagen, a su familia, un sabor. El personaje acude cada tarde a su cita con la lectura frente a la chimenea. Del montón de libros que hay sobre la mesilla elige uno. Es una novela corta que acaba de leer hora y media después, justo antes de cenar. La familia le pregunta por el libro, si le ha gustado, de qué va, y él les cuenta algo de la narración que le ha llamado la atención, apenas un apunte, una pincelada. La tarde siguiente, frente a la chimenea y después de mirar la portada, elige el mismo libro para leer. No, no lo he leído antes, responde a la pregunta obligada, y les cuenta algo nuevo del libro que se ha quedado marcado por un momento en su memoria. Al día siguiente, y al otro, y al otro. Cada tarde coge de la mesilla el mismo libro que no, no lo he leído antes, y del que detalla una nueva anécdota ante el titilar compasivo de todos los ojos y el asombro por el poder que otorga encontrar la novedad cada día en el mismo libro.
La vida, la vida no nos dejará de sorprender. Y de eso debe tratar saber vivir, de estar dispuestos siempre para el asombro.
Pues bien, esta historia está basada en la realidad. El libro que el personaje maduro pero no anciano lee cada tarde es mi novela «La enfermedad del lado izquierdo» y el protagonista desmemoriado de este relato es el padre de Marisol Torres Galán.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Entrevista con Fernando Palazuelos sobre su nueva novela FUNÁMBULOS CIEGOS

¿Cómo definirías esta novela?

Es una fábula. Trata de poner en palabras algo que es imposible de comprender. El autismo es un universo paralelo, una dimensión que está muy relacionada, simbólicamente, con ese otro ámbito del otro lado del espejo que son la literatura y otras modalidades artísticas. No me refiero a los autores, sino al cosmos de lo imaginario, a esa otra realidad. Para penetrar en los misterios cifrados del mundo quizá sólo es útil la mirada sensible y el poder mágico de una metáfora.

¿Cuál es el argumento?

Un psicopedagogo se traslada a un pueblo del sur para trabajar con niños autistas. A través de su diario vemos su modo de entender esa misión, pero descubrimos también que en su vida hay una clara senda de reconstrucción. Ése es el segundo tema del libro: el afán de superación de alguien que sabe que nadie es perfecto.
 
Una vez más se cumple una premisa ya firme en tu carrera literaria; tu gran apertura temática y de estilos. Escribes novela, relatos, poesía y teatro, incluso has realizado las ilustraciones de tus libros de narraciones breves. ¿Cuál es la razón de plantearte así la creación?

Evito el camino trillado. Cada proyecto ha de atraerme y cautivarme por completo. No comienzo a escribir de lo que sé y domino, sino de aquello que en principio desconozco. Indago, profundizo y comparto. Es el proceso lo que me enriquece. Reflexiono sobre un tema, y por ello busco el camino adecuado para cada libro o cada obra teatral, un sendero único, distinto de las vías usadas en otras obras.

¿No es arriesgado trabajar así?

Claro. Pero ahí reside mi satisfacción. Cada proyecto es un nuevo desafío. Invito al lector a que se sitúe a mi lado y se pregunte cuestiones hondas, asuntos que nos conciernen como seres humanos. Trabajo mucho los textos para dejar páginas lo más pulidas y sensatas posible.

¿Por qué ese interés por siete niños autistas?

En el humilde barrio de viviendas sociales en el que crecí, en un entorno de unos pocos portales había siete muchachos con retraso mental o con síndrome de Down. Desde niño sentí simpatía y lástima por este tipo de personas. Eran niños grandes, seres inocentes y vulnerables. También había dos hermanos que estuvieron en mi clase, dos niños que nacieron con una malformación congénita y apenas podían caminar. Para sostenerse de pie tenían que llevar unos aparatosos hierros atados a las piernas con correas. Crecí con una honda pena por personas que por algún designio del azar sufrían cierto tipo de tara. Era cuestión de tiempo que en algún momento decidiera escribir sobre seres tan especiales.

Has confesado que el proceso de creación de este libro ha sido muy largo.

Sí. Es cierto. Escribí una de mis novelas en seis meses, otras en año y medio. En este caso lo delicado del tema me ha hecho invertir doce años. Evidentemente he dejado reposar el texto larguísimas temporadas, preparando obras de teatro y libros muy distintos. De cuando en cuando retomaba el proyecto y de nuevo lo dejaba reposar, para conseguir distancia y objetividad. En cierto momento llegó a ser finalista en dos certámenes literarios. En lugar de tomar eso como un signo desfavorable, lo tomé por el lado optimista. Hay esencia, pensé; tengo la oportunidad de pulir y mejorar el texto para lograr lo que pretendo. Kurt Vonnegut escribió más de dos mil folios para al final elegir las doscientas páginas que consideró definitivas para su magnífica novela Matadero Cinco. En mi caso necesitaba pulir lo más posible para que el libro fuera una visión realista, pero cargada de ternura y sensibilidad.

Algunos críticos han señalado que tus libros ahondan de un modo muy emotivo en la esencia humana. ¿Qué hay de eso en Funámbulos ciegos?

Quizás sea el libro más tierno que haya escrito hasta ahora. El gran problema era el peligro de caer en la ñoñería. Mi plan era crear una historia realista y conmovedora, aun sin que ofreciera soluciones a un asunto que no tiene explicación. El lector ha de sacar sus propias conclusiones. Con sus sentimientos y emociones remata la esencia del libro. El lector es inteligente. No sólo permite que las metáforas y el lenguaje de los silencios penetren en su cerebro, sino que se siente encendido por dentro cuando descubre sentimientos y empatía.


¿Hay en el libro algún otro elemento narrativo que destacarías?

Por supuesto hay muchos temas que subyacen: la duda respecto a la existencia o no del destino, la fe o el escepticismo, la paternidad, la dedicación de un psicopedagogo, la necesidad del ser humano de buscar explicaciones tangibles para hechos que no puede comprender... Y claro, también hay un secreto, la particular mochila del protagonista, cuya personalidad vamos conociendo poco a poco.

No es un libro para desgajar datos clínicos. Se intuye que la pretensión de la novela es ofrecer una visión tierna, casi poética, de una realidad muy difícil. No obstante, hay algunas anécdotas muy interesantes, por ejemplo la de una niña que nunca ha hablado.

Sí, la página que lleva por título La voz de Ana. Quizá a algún lector le parezca una osada licencia de la imaginación, algo increíble o al menos muy poco probable en el mundo real. Pero precisamente ese pasaje está inspirado en un hecho verídico experimentado por el terapeuta Bruno Bettelheim.

Una última pregunta. ¿La portada es obra tuya?


Sí, suelo diseñarlas yo. Es un capricho personal, y en esta ocasión reconozco que no ha sido nada fácil. Recuerdo la leyenda china del artista al que el emperador le encargó pintar un cangrejo, el mejor cangrejo jamás pintado. De vez en cuando el mandatario le preguntaba por el trabajo, pero el artista le daba largas. Diez años dedicó a pensar cómo realizar el encargo, trabajo que finalmente realizó de un solo trazo, en un gesto o impulso medido. Si el proceso de maduración del libro ha sido largo, también lo ha sido éste: he tardado esos mismos doce años en lograr condensar en una imagen la esencia del libro. De vez en cuando pensaba en ello. Y al final, cuando la visualicé mentalmente, la confeccioné en unas dos horas. Ha merecido la pena esperar. A mí me parece sugerente y sutil, emotiva pero a la vez con un informal toque de simpatía.