lunes, 22 de septiembre de 2014

Tan lejos de Dios, Roxana Popelka

Baile del Sol, Tenerife, 2004. 110 pp. 9,36 € 

Miguel Baquero 

Roxana Popelka (Gijón, 1966) hace literatura con las cosas pequeñas. Con los objetos, las palabras, los sentimientos que suele manejar la gente común, por lo general desechables y desde luego muy alejados de esas grandes sensaciones que, se supone, mueven cuentos y novelas. Para la asturiana, la vida, como titula uno de sus cuentos, «se compone y se descompone con pasmosa facilidad». La felicidad o la desgracia, la fortuna o la desesperación dependen de cosas muy pequeñas que, normalmente, están en manos de otros: del padre que se marcha, de repente, sin más explicaciones, y deja sola a la familia; del tipo que miente por instinto; incluso del bebé inocente que no para de llorar. En los cuentos de Popelka —que aspiran, como los buenos libros, no tanto, o no sólo, a entretener como a verter una visión sobre la vida—, los personajes, como quizás todos nosotros, carecen de una personalidad firme y rocosa, de un arraigo a la manera de los caracteres novelísticos antiguos: si nos podemos mirar en ellos no es con admiración, sino sintiéndonos iguales en su torpeza, en su desorientación, en sus dudas… Tipos que condicionan su vida, dando un giro busco a sus estudios, en función de un arranque emocional, de una discusión, o sencillamente de la posibilidad de aprovechar una beca en un país lejano, aunque no les interese demasiado el país ni la carrera. Gente como en “Una señora bien” o “Vuelo directo”, que ha llegado a lo que desde lejos puede verse como una cúspide, pero que en el fondo de sí presienten, saben, que la vida les ha llevado hasta allí como podría haberles llevado a cualquier otro sitio, al lado opuesto incluso. Aquel desorientado del colegio —pero no más que cualquiera de nosotros— convertido, de pronto, a los ojos de todos, en un triunfador; o aquella mujer bien acomodada a la que le gustaría sentir las miserias y el dolor, pero la firmeza sentimental al fin, de un artista...
«Así que a partir de ahora podía ocurrir cualquier cosa…»
Esta frase, tan sencilla, es la que marca el borde del barranco en el que parecen desarrollarse los cuentos de Popelka, siempre al filo de que, como en el famoso principio, el aletear de una mariposa en Brasil, un hecho por completo ajeno e incontrolable, lo desmorone todo, por más firme que parezca. Sucesos nimios como una mujer, o un hombre, con quien de pronto se encuentra la pareja; incluso algo tan cotidiano como una charla con la persona que tienes al lado, tu hijo o tu hija, que se supone dependen de ti pero que de pronto te muestran algo que siempre has ignorado.
Es formidable el breve cuento “El escultor”, la mujer que se desespera ante las dificultades para aprender de ese hijo que siempre ha soñado sería más inteligente que ella. Uno de los mejores cuentos que he leído desde hace tiempo. Un gran valor de los cuentos de Popelka es que en ellos la vida se pinta de manera tan difusa —como al fin y al cabo es—, sin que exista en ella una posición precisa en la que aposentarse, que incluso la postura ante un mismo hecho varía sin causa aparente. Y allí donde puede admirarse —“Presentación”— la entereza de una joven y el desprecio que siente hacia su padre, que las abandonó a su madre y a ella, en el siguiente cuento, “Tan lejos de Dios” parecida postura nos parece ruin y despreciable cuando, gratuitamente, una protagonista parecida le jode la vida al padre que se marchó de casa; en sólo diez páginas, el lector ha empatizado con el personaje supuestamente odioso y mira con desprecio a quien en principio debía admirar.
Ese cambio de punto de vista, de verdadera maestría literaria, prueba última de que en la vida no hay nada cierto y todos estamos tan lejos de Dios como de cualquier tipo de verdad inamovible, hace de este libro de Roxana Popelka un pequeño volumen digno de ser buscado por las bibliotecas, y encontrar luego un hueco para leerlo. Un libro en apariencia pequeño, como las sencillas cosas de las que se habla en él, pero con muy grandes destellos de calidad.

sábado, 20 de septiembre de 2014

EL ALBAÑIL QUE LE ESCRIBÍA VERSOS A LA POLICÍA ANTIDISTURBIOS

Publicado por: Diásporas Revista  jueves, septiembre 18, 2014 / 


Gsús Bonilla (Don Benito, Badajoz, 1971) es poeta, ilustrador y albañil libertario en paro. Su obra “Ovejas esquiladas que temblaban de frío” (2010) le convirtió en finalista del Premio Nacional de Poesía. Desde hace algunos meses, defiende su sexto cuaderno de poemas, Comida para perros (Baile del sol, 2014), una obra de prosa poética dedicada a la policía antidisturbios y a las víctimas de las protestas.


Gsús Bonilla, según Santos Perandones (todos los derechos reservados).

-Diásporas. ¿Cuántas veces le han confundido a usted con el otro “Jesús Bonilla”?
-Gsús Bonilla. Más de una, pero nunca por el físico (risas).

-Diásporas. Usted es Gsús con ‘g”, poeta y albañil. Porque es usted paleta, ¿no es cierto?
-Gsús Bonilla. En realidad, desde 2011, estoy en el paro. Pasé varios años sin cobrar un euro, en una especie de limbo legal provocado por un conflicto laboral. Los gerifaltes de la empresa se fugaron y nosotros dejamos de percibir nuestro salario, pero no podíamos cobrar ningún subsidio ni buscar empleo porque oficialmente, estábamos todavía trabajando. Y así hasta el año pasado… con mi pareja, con mi niña y como todo hijo de vecino, con mi hipoteca. Ahora vivo gracias a los 800 pavos que me da el Estado.

-Diásporas. Terrible…
-Gsús Bonilla. Sí, exacto, terrible. Puede imaginarse toda la impotencia y todo el odio que he sentido.

-Diásporas. ¿Odio?
-Gsús Bonilla. Sí, odio. Eso he dicho. Odio hacia un sistema que es capaz de devorar y de arrojar a la cuneta a seres humanos como usted o como yo.

-Diásporas. No nos ven.
-Gsús Bonilla. ¿Quiénes?

-Diásporas. Quienes nos gobiernan. No nos ven.
-Gsús Bonilla. No. No tienen ni idea de lo que está pasando. Tampoco quieren saberlo.

-Diásporas. Ahora defiende usted un libro de prosa poética: Comida para perros. Los perros de los que habla visten con uniforme y carecen de su proverbial nobleza… Quizá es que la perdieron de camino a alguna “mani”.
-Gsús Bonilla. En la mayoría de ocasiones, la figura del perro se utiliza en poesía como sinónimo de clemencia, compasión, lástima o perdón. Pero sucede que en mi libro se transfigura en rencor y resentimiento… Es un libro escrito desde la angustia y la ansiedad de las atmósferas que genera el poder para producir miedo.

-Diásporas. ¿De qué estamos hablando?
-Gsús Bonilla. Hablamos de violencia policial y social. Hablamos de personas como tú y como yo que hacen uso de un uniforme para tomarse la justicia por su mano y dejar a un pobre desgraciado tullido en el suelo. Dicen que ejercer la violencia contra niños y mayores es su deber; que dispensar a los desposeídos el mismo trato que a los criminales es su deber. Claro está, a uno le entran dudas. De esas dudas habla mi último libro. Yo soy poeta, y por lo tanto me expreso a través del ejercicio poético. Me gustaría pensar que mucha gente y muchos nadies como yo se pueden sentir reflejados en mis versos.

-Diásporas. Se diría que usted cree en el poder transformador de la poesía, que ésta, definitivamente, es un arma cargada de presente y de energía social.
-Gsús Bonilla. Le seré sincero, no. No creo que la poesía vaya a jugar un papel importante en todo este proceso de cambio. Hay mucha gente comprometida y con un discurso muy crítico, pero carecemos de influencia social. Lo que sí pienso es que las cosas pueden irse transformando poco a poco, y no de un día para otro. Yo mismo era un desclasado sin ideología metido hasta las cachas en un sistema absurdo: mi chica, mi juerguita y el centro comercial. Ahora, como casi todos, me pregunto qué he estado haciendo durante todos estos años.

-Diásporas. ¿Y le ha traído a ustes muchos problemas dedicarle un libro a la policía?
-Gsús Bonilla. No. Lo que sí he recibido son críticas. Alguna gente me ha insinuado que a protestar se va a las manis.

-Diásporas. ¿A qué gente se refiere?
-Gsús Bonilla. A otros poetas. Véase, por ejemplo, los del entorno de la poesía de la experiencia. Y que quede claro que no me refiero a una crítica personal. Simplemente, hay un grupo de poetas que no acaban de entender que utilicemos los versos para denunciar qué está pasando en este país gobernado por tarados y sociópatas. Personalmente, me siento muy orgulloso de que se considere mi trabajo “poesía social” y de hacer uso de mi voz para arremeter contra el sistema.

-Diásporas. Y no es usted el único… medio centenar de poetas ha organizado un encuentro en Madrid, a principios del próximo mes, en el nombre de la desobediencia*. Si no me equivoco, también usted forma parte de ese encuentro.-Gsús Bonilla. Sí… así es. Son cincuenta, como dice. Algunos de ellos conocidos y otros, menos. Falcó, Antonio Orihuela, Francisca Aguirre, Laura Casielles, Ana Pérez Cañamares, Miguel Ángel Muñoz Sanjuan… Todos tenemos claro quién es el enemigo.


 Para acceder a más información sobre el encuentro madrileño de poetas VOCES del EXTREMO 8


Fragmento de un poema, de Comida para perros.

[1. Los perros policía]

3.

correrán tras la plomada, devorarán la pancarta
tras la punzada del frío, tras un dolor cualquiera

por los presos políticos, por los encarcelados comunes, por
cualquiera que garabatee con negro las paredes blancas del
palacio

que seáis atentos-exijo- con todos y cada uno de mis
familiares
invitarles a abandonar la habitación del llanto no es el mejor
de los festejos

tu perro confunde a sus vecinos, ladra a la tercera edad; a la
vecina de enfrente, a su hijo parapléjico
mordisquea los tobillos a la infancia[...]

Gsús Bonilla, de Comida para perros (Baile del sol, 2014).



© Diásporas / Público 2014

http://www.diasporas.es/2014/09/el-paleta-que-escribia-versos-a-la-policia.html

viernes, 19 de septiembre de 2014

Un canto a la cotidianidad


Javier Morales (Plasencia, 1968) / Fuente: Escritura Creativa
Javier Morales (Plasencia, 1968) / Fuente:Escritura Creativa
Sentir la necesidad de escribir cuando se está de vacaciones puede ser algo problemático. Significa que ni en tus días libres eres capaz de estarte quieto o, lo que es peor, que tienes el trabajo por martirio. Mi caso particular es bastante más sencillo y la conclusión es tajante. La necesidad es algo más que una contingencia, qué demonios, es la única forma posible de escribir. Pero como yo no tengo que explicarles nada dado que ustedes me entienden, habrá que seguir delegando en los escritores la responsabilidad de iluminar los postigos de nuestras sombras.
El libro del que quiero hablarles hoy pertenece a un género narrativo que permite puntuales posibilidades expresivas que usualmente la novela no alcanza dada su extensión. No me tiren piedras, existen excepciones. Me estoy refiriendo al cuento como forma concisa que trata de representar una realidad acotada por la acción y el tiempo, no tanto por sus personajes. Javier Morales no es nuevo en este terreno, ya había publicado La despedida (2008) y Lisboa (2011), además de la novela Pequeñas biografías por encargo (Huerga y Fierro, 2013). Su última criatura se llama Ocho cuentos y medio (Baile del Sol, 2014) e incorpora un relato de Gonzalo Calcedo a modo de epílogo. La honestidad me dice que a este libro no le sobra la firma de Calcedo, pero tampoco la necesita. Ocho relatos y medio se sirve de una prosa llana, horizontal, adusta en el mejor sentido de la palabra. Pulsa teclas atrancadas en nuestra realidad como la pérdida de la inocencia, los esbozos de la inmigración, la prostitución laboral encubierta y la búsqueda del sentido de la vida hasta llegar a la soledad aterradora o el brillante conato de una microfobia doméstica.
Las apenas cien páginas de este librito puede confundirnos, pero se trata de un proyecto ambicioso. Javier pretende sondear la naturalidad del común de los mortales desde la sencillez más noble, la compleja, la que a fuerza de valerse de un vocabulario cotidiano y unas vidas corrientes en grado sumo, acaba por volcar su acento en la quietud de sus acciones, en la inmovilidad de su carácter. De ahí que la hondura de los relatos no recale en otro lugar que la palabra desnuda y la historia despojada de un ornato que es innecesario.
La labor de Javier es tejer pormenorizadamente una retahíla de sucesos que, descontextualizados de la estructura narrativa que ofrece esta escritura, perderían toda su gravedad. Por esto creo que el acierto es doble, primero por no haberse dejado llevar por la mano incierta de la lírica, y después, gracias a ello, haber sabido revalorizar la cotidianidad desde lo anodino. Confeso admirador de Chéjov, la huella del maestro ruso se hace notar en cada uno de los relatos, pero poco nos importa la influencia, eso sigue siendo cosa de culturetas que no saben qué decir y académicos embarrados en una Literatura Comparada que jamás llegará a concluir en nada. Una nada de la que precisamente se componen estas historias, por tanto no hay lugar para la especulación cuentista -tenía muchas ganas de decirlo- sino para el goce puro de la narración desvestida de trascendentalidad. Ocho cuentos y medio tiene la pretensión simbólica de que el medio cuento que falta para componer el número entero de nueve (¿Dante agazapado?) sea cosa del lector. Desconozco si personalmente he logrado armar ese pedacito de historia tambaleante, pero este libro de Javier Morales es como una carretera de historias bajo un horizonte bañado de trigales multicolores, extensa aunque reducida parcela de una llanura que despunta a lo lejos de nuestra mirada en la distancia. Desde esa altura, la que permite observar el paisaje desde el camino, aparecen los suaves amarillos tostados por el tiempo, los poderosos verdes que anuncian una forma de exuberancia, y se mezclan con el azul de un cielo que amenaza tormenta o el ocre baldío de la tierra posado en las cunetas. Es curioso que Morales no simpatice con las historias comprometidas y sin embargo haya dado a luz esta hermosa criatura apegada a la realidad, tan misteriosa y tan previsible, tan cotidiana.
Mario S. Arsenal

miércoles, 17 de septiembre de 2014

EL HOMBRE AJENO

DAVID PÉREZ VEGA. EL HOMBRE AJENO
(Baile del Sol, Tenerife, 2014)
por PEDRO PUJANTE
      Esta es la primera novela que leo de Pérez Vega. Conozco al autor por encuentros fortuitos en las barriadas y espacios de las redes sociales, porque tiene un magnífico blog que recomiendo (Desde la ciudad sin cines) y porque en él descubro libros a través de sus exhaustivas e interesantes reseñas, crónicas de lectura que ahondan y van más allá de unas simples notas acerca de un libro o de su autor.

Vayamos al libro. En El hombre ajeno, Pérez Vega nos cuenta la historia de Juan Linares, un joven doctorando que prepara su tesis sobre el salvadoreño Héctor Meier Peláez, guerrillero y poeta, personaje controvertido y no muy conocido cuya sombra oscila entre lo mítico y lo ignoto.

En la vida personal de Juan se suceden los típicos problemas e incidentes generacionales de cualquier muchacho de nuestro tiempo: una familia normal, un hermano inadaptado que parece arrastrar un pasado de drogas, las relaciones sociales habituales, parejas, trabajos precarios, estudios. En estas coordenadas biográficas, y a través de una prosa objetiva y equilibrada, el narrador nos abre una ventana que mira a la sociedad actual, realiza un dibujo preciso de nuestra España, con sus problemas más acuciantes: inmigración, precariedad laboral, dificultades para conciliar trabajo y estudios, por citar los más destacados. Pero además, a través del protagonista principal y sus reflexiones literarias, podemos asistir a una interesante discusión sobre literatura, que, creo yo, podría ser la zona más acertada y suculenta de todo el libro.

La novela, de hecho, está dividida en tres partes. La primera y la tercera se ocupan de la narración, de los avatares de Juan. En la parte intermedia, titulada “Interludio. Vida de Héctor Meier Peláez”, ha insertado Pérez Vega muy hábil y apropiadamente un inciso de medio centenar de páginas en el que se nos da cuenta de la vida y obra, de las hazañas, avatares y pintorescas aventuras que aureolan al casi mítico escritor Héctor Meier. Un revolucionario, poeta vocacional, piloto de aviones y líder guerrillero. Autor de culto, que fue perseguido por su homosexualidad y cuya obra, ahora, Juan trata de recomponer en su tesis doctoral, gracias a una minuciosa investigación y ayudado por el primo del poeta.




Juan, además de sufrir las levedades de su vida cotidiana (estudios, trabajo, una relación que no acaba de cuajar, familia), es acosado por la lacerante sombra de un pasado infantil luctuoso que creía ya olvidado. Pero que un día, el encuentro casual con un antiguo compañero de colegio con el que vivió el aciago incidente, lo revive en su memoria; y con él se abren las heridas de la insidiosa culpa.

Al final nos asediarán algunos interrogantes: ¿son los recuerdos reales o simplemente lo que creemos que recordamos? ¿Es fiable nuestra memoria? ¿Qué de nuestra personalidad debemos a un recuerdo falso?

Es El hombre ajeno un ejercicio literario de gran calidad, no solo por su ajustada composición y estructura; también por el uso de una prosa absolutamente calibrada que acierta a construir un argumento interesante, ambiguo y variado. Y que nos hace reflexionar sobre asuntos como la culpa, la fiabilidad de la memoria y la fragilidad de los recuerdos.

Pérez Vega no se detiene en atajos, sino que opta por la línea recta y consigue, con creces, su objetivo: contar una historia, valiéndose del lenguaje con pericia, sobriedad y sin recaer en florituras innecesarias. Si bien es cierto que no se aventura en experimentalismos ni en juegos estridentes, también hay que aclarar que esta novela no los precisa. En ese sentido, hay que decir que el lenguaje está en perfecta sintonía con la trama: una historia de personas sencillas, cercanas y creíbles que tratan de sobrevivir a sus abismos cotidianos.

martes, 16 de septiembre de 2014

Baile del Sol participa en la Asamblea Internacional de Editores Independientes en Sudáfrica

La editora de Baile del Sol, Ángeles Alonso, ha viajado hasta Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, para participar en la Asamblea Internacional de Editores Independientes, un encuentro profesional e intercultural inédito, que se celebrará entre los días 17 y 22 de septiembre, organizado por la Alianza Internacional de Editores Independientes.
logo_es_accCreada en 2002, la Alianza Internacional de Editores Independientes es una asociación sin ánimo de lucro, que se ocupa de una red compuesta por 85 editoriales y 9 colectivos de editores provenientes de 45 países, que se dividen en seis redes lingüísticas (anglófona, francófona, arabófona, hispanohablante, lusófona, persa). La Alianza organiza encuentros internacionales y lleva a cabo acciones de defensa a favor de la independencia editorial. Además, brinda su respaldo a proyectos editoriales internacionales bajo la forma de una ayuda a la traducción o a la coedición. Además, la Alianza contribuye a la promoción y la difusión de las producciones desde el Sur y hacia el Norte e intenta, de alguna forma, invertir el sentido único de los flujos comerciales. De esta forma, la Alianza participa en mejorar las posibilidades de acceso a obras e ideas y a la defensa y promoción de la bibliodiversidad.
Ángeles Alonso considera que esta Asamblea “es una oportunidad para reflexionar ampliamente sobre la responsabilidad de las editoriales independientes en la bibliodiversidad y la difusión del libro y la literatura, así como sobre la trascendencia de las líneas de actuación de las administraciones públicas en este mismo sentido. Precisamente Baile del Sol participa en un taller en el que trabajaremos sobre estos aspectos, los de las políticas públicas en lo que se refiere al libro”.
Realizado bajo el patrocinio de la UNESCO, el encuentro alternará sesiones plenarias abiertas al público con talleres temáticos; editoras y editores reunidos en Ciudad del Cabo propondrán recomendaciones y herramientas concretas a favor de la bibliodiversidad dirigidas a los poderes públicos, instituciones y grupos de profesionales. Tras un programa intenso y variado, que se puede consultar en la web de la Alianza, la Declaración de la Asamblea que se desprenda de estos días será validada por los editores presentes en Ciudad del Cabo y después se enviará el texto a la prensa, a los poderes públicos, a las asociaciones profesionales, así como a otras las organizaciones internacionales interesadas.

jueves, 11 de septiembre de 2014

“Stoner”, de John Williams

Stoner de John Williams cuenta la historia de un hombre sencillo, un profesor universitario hijo de campesinos, desde su ingreso como estudiante en la universidad de Misuri allá por  la segunda década del XX  hasta los años 50. Y con estas pocas palabras, muy parecidas a las del primer párrafo del libro, podríamos resumir esta historia.  Porque quien abra las páginas deStoner no encontrará ni grandes dramas, ni excitantes aventuras, ni tramas complicadas con giros inesperados, sólo el discurrir de los días durante  esas décadas donde se alternan la calma y algún que otro momento  de cierto frenesí, nunca excesivo.
Y sin embargo, es esta una novela que atrapa al lector aunque ello suene demasiado a frase hecha. Porque es un retrato de una humanidad aplastante, en el que se le otorga la misma importancia a los grandes momentos de la vida  como la muerte de seres queridos, el matrimonio, la guerra, que a las pequeñas anécdotas y hechos del día a día, a esa cotidianeidad donde reside  también el motor de avance de la vida.
John Williams ha creado un personaje lleno de dignidad, que se enfrenta a los reveses de la vida a veces con energía y otras con cierta resignación, al fin y al cabo como hacemos todos, que posee momentos de absoluta inocencia infantil  y otros en los que  un maduro ímpetu invade sus actos. Vemos como la pasión por la literatura se convierte en el eje de  su vida, vemos como es consciente de su particular derrota a la hora de compartir esa pasión. Puede que esa sea la razón del  magnetismo de la novela, que nos sintamos identificados con el protagonista porque comprendemos y perdonamos sus errores, que son los nuestros, porque nos alegramos con sus nimias victorias  que también son las nuestras, que compartimos su forma de enamorarse porque es como lo hacemos la mayor parte de las veces.
La habilidad narradora de Williams, esa facilidad para que el lector quiera conocer todo lo que le va a suceder al profesor Stoner aún sabiendo que no será nada grandioso, es admirable. Lo fácil quizás sería contar cuando hay mucho que contar.
A todo ello se suma una descripción minuciosa del mundo universitario, ese microclima de departamentos, cátedras, planes de estudio, rencores, amistades que suponemos fue en el que vivió inmerso el propio autor durante sus muchos años como docente universitario.
John Williams, nacido en Texas en 1922, publicó varias novelas  y varios libros de poesía a lo largo de su vida.  Con August,  su última novela publicada en 1973 ganó el National Book Award de ficción. Stoner fue publicada por primera vez 1965. La obra fue reeditada en la década del 2000 y supuso el descubrimiento para el gran público de este  autor ahora imprescindible. En España su publicación fue la editorial independiente Baile del Sol (diciembre, 2010) la responsable de este fantástico descubrimiento al que Vila Matas definió como una “obra maestra ignorada”.

stoner





miércoles, 10 de septiembre de 2014

Stoner, de John Williams


Stoner es el libro que querrás no haber leído.

Es la vida de William Stoner la que discurre en las páginas de esta novela, pero podría ser la de cualquiera. En pequeños pasos, sin grandes sucesos ni acontecimientos, plácidamente, sin grandes corrientes, sin saltos espectaculares ni sobresaltos el lector recorre su vida.

William Stoner nace y se cría en una pequeña granja. Hijo único de unos padres que se dejan la piel para sacarla adelante, su vida cambia cuando cumpliendo un deseo de sus padres se marcha a la universidad y descubre allí su vocación de profesor.

La Universidad, el conocimiento y el estudio iluminarán su camino, le proporcionarán un trabajo que le entusiasma, reconocimientos y amigos. Stoner también se enamora, se casa, funda una familia, encuentra el amor verdadero, alumnos que le marcan para bien y para mal y asistirá, como todos, al declinar de su vida hasta llegar al final.

Es una historia pequeña y sencilla contada como se cuentan esas historias; desde el principio y avanzando poco a poco hasta el final.El protagonista, en toda su existencia, sólo toma dos decisiones por iniciativa propia; una le permitirá vivir y la otra será el error con el que cargue toda su vida y que solo será capaz de sobrellevar gracias a su trabajo.

"En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, mucho más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que, el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra. Ambos eran muy tímidos y se fueron conociendo despacio, a tientas; se acercaban y se separaban, se tocaban y se retiraban, sin que ninguno quisiera imponer al otro más de lo que le fuese grato. Día a día caían las capas de reserva que los protegían, por lo que finalmente fueron como son los extraordinariamente tímidos: cada uno abierto al otro, sin protección, perfectamente cómodos y sin conciencia de sí mismos".



Stoner es el escaparate de una vida desperdiciada por el simple hecho de no hacer nada.

Stoner es la novela por la que avanzas plácidamente, con calma, tranquilamente, sin sobresaltos. Es una novela apasionante y que engancha hasta que llegas al final y te encuentras con un nudo en el ánimo, con un regusto amargo en la garganta y con un millón de preguntas sobre ti mismo y tu vida que no sabes si estás en condiciones de contestar. Ni siquiera sabes si quieres hacerte esas preguntas.

Sí lo sabes, no quieres hacerte esas preguntas.

Stoner es la historia de una vida por la que se pasa pero no se vive.

Stoner es una gran novela que al llegar al final te hace preguntarte si no hubiera sido mejor no leerla.

martes, 9 de septiembre de 2014

Entrevista a Isabel Bono

Entrevista a Isabel Bono (Primera Parte)La poesía tiene la habilidad de ayudarnos a explorar nuestro universo personal a través de las experiencias colectivas, y viceversa. Bueno, no toda la poesía… Cada tanto surgen mujeres y hombres que lo consiguen y gracias a ellos nosotros nos sentimos parte del mundo. En la poesía de Isabel Bono estoy segura que cualquiera de nosotros puede encontrarse. Hace un tiempo publiqué un artículo sobre su obra; hoy le toca el turno a la autora, de contarnos en primera persona cómo escribe y por qué.


El abrazo de la literatura

 “Vida extra es justo lo que me ha dado la escritura”, dices en tu blog. ¿Cómo fue descubrir esa posibilidad al acercarte a las palabras. Fue un acto consciente o de pronto te diste cuenta de que estabas viviendo para y por la escritura?

—Bueno, no creo que nadie viva por y para la escritura. Uno vive como puede, y la escritura llega o no llega. En mi caso llegó por imitación. Leía muchos cuentos (de aquellos troquelados de los años 60-70) y quise “hacer eso”: contar cuentos y hacerles dibujos. Yo creo que casi todo empieza imitando aquello que nos gusta.
»Al inventar historias y contarlas por escrito somos capaces de vivir otras vidas. También nos pasa leyendo, claro. Por eso digo que la escritura (y la lectura) me han dado Vida extra.

¿Cómo te llegó la escritura? ¿Algún referente familiar que te haya acercado a los libros?

—Sí, mi padre se iba a la cama siempre con un libro, y yo me iba detrás con cualquiera que pillara. Mi padre dice que me recuerda entrando en la cama con un libro de cocina que era más grande que yo. Imitación, ya digo. De niña y de adolescente, mi padre solía recomendarme libros, pero me temo que tenemos gustos muy distintos, así que yo seguí mi camino de lecturas y él las suyas.
»La escritura, como digo, me llegó leyendo. Hubo un cuento de niños que me emocionó mucho, sentí incluso vergüenza por llorar por un cuento. Pensé en el poder de la escritura e inmediatamente quise “hacer eso”, ser capaz de escribir y emocionar. Con el tiempo he cambiado y escribo “porquesí”, porque me gusta, porque soy más feliz mientras escribo. Ya no busco emocionar, ya no busco nada. Sólo escribo por el acto de escribir.

— ¿Cómo te enfrentas al proceso creativo? ¿Tienes una rutina? ¿Alguna
manía, quizás?

— Se supone que la prosa y la poesía vienen por caminos diferentes. La prosa es fruto de la reflexión y la poesía de la intuición. Pero me he dado cuenta de que en mi caso las dos me llegan intuitivamente. Así que no tengo que enfrentarme a ningún proceso. Me llega con naturalidad. Para empezar dependo de la inspiración, y después voy construyendo sobre eso, tiro del hilo. Después sólo es trabajo de poda. Tanto en la prosa como en los poemas. Para mí escribir es trabajo de jardinería.
»Rutina creo que no tengo. Quizá la de escribir lo que he soñado (las mañanas que me acuerdo), pero no tengo rutinas ni manías. Normalmente lainspiración me llega en movimiento, cuando camino. Es muy raro que me llegue si estoy sentada frente al ordenador.

¿El universo onírico como posibilidad creativa?

— Sin lugar a dudas tu habilidad para hacer del universo onírico un espacio de expresividad literaria es alucinante. Desde que vi tu blog de los sueños suelo pasarme por allí con cierta asiduidad. ¿Cómo se te ocurrió explorar esta faceta? ¿Te interesan los sueños? ¿Cómo? ¿Te interesa su significado o más bien la posibilidad de hacer de ellos ficción?
— Pues se me ocurrió porque el verano del 74 me regalaron un diario y me resultaba aburridísimo contar cada día exactamente lo mismo (mi vida no daba para muchas aventuras), así que me puse a pensar en qué podría escribir que fuera A) cada día distinto, B) que no fuera mentira (mentir en un diario con candado, ¿qué gracia tenía?, ¿a quién engañaba?). Y se me ocurrió que los sueños son siempre diferentes y no pueden ser mentira porque son sueños. Así empecé, con 9 años, a escribir lo que soñaba.
»Con 15 años (ay, la adolescencia) tiré todas las libretas (y me arrepiento). Con 20 o así, retomé aquella costumbre de escribirlos. En 2006 tuve la suerte de que me publicaran un libro La espuma de las noches (sueños 1995-2005) con una selección de sueños. Y como a los amigos les gustaba verse haciendo cosas extrañas, en 2008 abrí el blog.
»La verdad, y siento decepcionarte, los sueños me interesan poco. Sólo me interesa el acto de soñar, de que el cerebro descanse, de verme hacer cosas que no hago despierta (volar, por ejemplo). Pero no me interesa su significado ni su interpretación.
»A veces pensé que los sueños podrían servirme como buffer para sacar después de ahí algún relato, pero no se puede (o no he sabido). Los sueños son lo que son y creo que sólo me interesa contarlos “tal cuál” con ninguna literatura a ser posible. Si empiezas a meterle literatura a un sueño te lo cargas, ya no es “lo soñado” es otra cosa. Por eso prefiero contarlos describiéndolos como escenas, lo más asépticamente posible.
»Hace poco pensé en la posibilidad de contarlos más abstractamente, digamos. Contarlos en forma de poema. Es curioso, porque algunos no se dejan. Es como si tuvieran su propio lenguaje.

Las dudas y las lecturas preferidas

 En tu poesía más que encontrar respuestas hay toneladas de preguntas y dudas. ¿Podríamos decir que es la creación una forma de exponer tus miedos y tus dudas más que de entenderlos? ¿Te ayuda la escritura a comprenderte?
— Me suena que hace tiempo dije por ahí que escribiendo no pretendía buscarme a mí misma. A estas alturas me conozco bastante bien (para bien o para mal). Escribo sobre todo por gusto (el acto de escribir, oh). Miedos creo que no tengo. Si no hay dudas, si no hay conflicto, creo que no hay escritura. Cuando somos felices no escribimos, nos es suficiente con ser felices. Cuando hay algo que
nos roza inmediatamente echamos mano a la escritura (el que escriba, como lo hará al lápiz el que pinte). En mi caso vendría a ser como hablar sola, pero por escrito.

 Si dijera que te veo leyendo a Franz Kafka a Julio Cortázar y a Virginia Woolf ¿me equivocaría demasiado? He encontrado aspectos de ellos tres en tus poemas: algo de esa melancolía de la vida que no llega a comprenderse, de la fantasía como parte indivisible de la realidad y de la soledad como tarjeta de pase para acercarte a las palabras. ¡Háblame sobre tus lecturas y tus autores de referencia!
— Qué bonito que veas a Kafka, qué más quisiera yo. Cortázar no me entusiasma y a Woolf la he leído de pasada.
»Melancolía, más bien nostalgia, sí hay. Aunque creo que en los poemas queda algo exagerada porque no soy demasiado nostálgica, la verdad, no soy de “echar de menos”. Nostalgia de futuro sí me noto (será la edad) cada vez más. Pensar en todo eso que no voy a ver, a leer, uff.
»No me gusta leer crítica, no me gusta que me dicten un camino, que me digan esto es bueno y esto es malo. Voy leyendo donde me van llevando las lecturas Ya de niña me aburrían los libros de aventuras, de misterio, de acción. Me dejan completamente indiferente los poemas rimados, la retórica y los jueguecitos. Me gustan las historias donde aparentemente no pasa. Me gustan Askildsen, Beckett, Bernhard, Camus, Carver, Duras, Kafka, Kristof, Stamm, Vonnegut. Me gusta Fonollosa y Gamoneda. Y Fernando Luis Chivite. Me gustaría escribir como cualquiera de ellos.

La música en la obra de Bono

 Tus palabras siempre están llenas de música ¿Lo sabías? ¿Sueles escuchar mientras escribes? ¿Qué música te gusta?

— Pues no lo había pensado, pero qué bien, qué bonito eso que dices. Ya te digo que normalmente la inspiración me viene caminando, así que “la música” sería los sonidos de la calle. Después, cuando llego a casa y transcribo las notas que he tomado mentalmente, sí suelo ponerme música para tirar del hilo. Suele ser música sin letra, para que no me entorpezca. Me gustan mucho Bach, Barber y Satie para tirar del hilo de los poemas. Para prosa Mozart, Schubert y Scriabin van muy bien.
»No lo había pensado hasta ahora, pero para corregir-podar sí pongo canciones. Mis clásicos son Tom Waits (por encima de todos). Y Centromatic, Chet Baker, José González, Kings of convenience, Mark Lanegan, Song:Ohia, Sparklehorse, Thalia Zedek (como ves, todo muy “aminado”).
»Y Extremoduro, Los planetas, Sr. Chinarro, Standstill.
»Y al despertarme, siempre, Antonia Font, El niño gusano o The Smiths,
según el día.

— Recientemente has publicado “Cahier” ¿Cómo fue la creación de este libro y su publicación? ¿Qué te gustaría conseguir con esta obra?

— Fue muy divertido. En el ’95 me quedé sin palabras. Pensé que ya las había usado todas, así que me propuse usar palabras de otros recortándolas del periódico. Comencé a pegar frases y palabras en una libreta, y al cabo del año tenía más de 100. Pensé que nunca me lo publicarían, pero la editorial Baile del sol ha sido muy valiente. Y digo valiente porque igual viene alguien diciendo que eso no
es poesía, pero bueno.
»Cuando he llevado esos recortes (en la libreta original) a algún instituto, los niños han alucinado. Creo que en general se tiene la idea de que la poesía es algo lejano, como de otro mundo. Siempre les cuento que la poesía está donde ellos quieran, que está en la manera de mirar las cosas, hasta las noticias del periódico.
»¿Conseguir?, pues mira, que la poesía no sea algo raro y ajeno destinado a unos pocos. Bajar la poesía de su absurdo pedestal y hacerla cercana. Eso estaría bien.

Las piedras reafirman la imitación

 Me ha llamado la atención tu interés por las piedras. ¿De dónde viene esa “obsesión” y qué clase de relación tienes con tus piedras? ¿Alguna conexión con la escritura? (Debo confesarte que también me atraen especialmente; en mi caso me interesa la capacidad que tienen de acortar distancias en el tiempo).

— Pues creo que viene de una serie noruega, creo, de los 70 que se llamaba “La piedra blanca”. Por imitación, de nuevo, quise tener una piedra blanca como los niños de la serie. Así que me traía siempre de la playa un cubito de piedras blancas para ver si daba con la buena (hasta que cubrí el jardín de la casa de mi abuela). Después seguí cogiendo piedras de los sitios a los que iba. tengo un montón, la verdad. No sé, me gusta mirarlas, miro una piedra y mis pensamientos se detienen. También me gusta pasear con una piedra en el puño, no sé, las piedras acompañan.
»La verdad es que empecé a subirlas al blog porque pensé que en algún momento me desharía de ellas, y por tener el recuerdo en foto (que ocupa menos). Pero al final tengo las piedras y el blog (a veces regalo algunas).

— Ha quedado muchísimo fuera. ¿Alguna cosa que quieras compartir con los lectores y que no te haya preguntado?

—Nada, un placer, aquí estoy para cuando se te ocurran más preguntas.
»Yo creo que me has sacado todos los “trapos limpios”. No se me ocurre nada más. Quizá sólo repetir eso de que hay que acercarse a la poesía sin miedo. No hay que pretender “entenderla”. No entendemos la música, la música es más abstracta que la poesía, y sin embargo nos llega. Pues eso, hay que acercarse a la poesía como quien escucha música, dejándose envolver.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Identidades diluidas



David Albahari
Canción Muda
Género: Novela
Editorial: Baile del Sol
Páginas: 278
ISBN: 978-84-15700-35-7
Precio: 16 €
Año: 2009 (2014 en España)
Idioma original: Serbio.
Traductor: Juan Cristóbal Díaz Beltrán
Por  el 4 sep 2014 10:03 
Que una obra de rara perfección como Goetz y Meyer pasara casi desapercibida en España me resulta tan llamativo como el hecho de que no hubiéramos vuelto a tener noticias de su autor, David Albahari ni siquiera para una triste reedición de otra de sus grandes novelas, El anzuelo. Por eso celebré la noticia de que el sello Baile del Sol iba a editar una antología de relatos del serbio bajo el título Canción muda. Sospechaba, y no tardaría en confirmarlo, que sus piezas breves difícilmente alcanzarían la altura del primer título citado, pero tenía mucha curiosidad por saber cómo se enfrentaría al género breve. Y puedo certificar que sale de la prueba muy bien parado.
Ustedes recordarán que Goetz y Meyer es una novela breve pero tremendamente compacta –incluso visualmente: carece de puntos y aparte– que se proponía explorar las raíces familiares del autor a partir de la figura de dos verdugos, los que dan título al libro, que en el Belgrado de la Segunda Guerra Mundial conducían uno de aquellos camiones-cámara de gas donde fueron aniquilados cientos de judíos. Los cuentos de Canción muda no rehúyen del todo la filiación judía de Albahari, pero ésta se presenta difuminada en una cuestión más general, que no tiene tanto que ver con el pasado como con el presente: la identidad en el exilio.
En qué se convierte un individuo cuando el presente es incierto y el camino de vuelta ha sido cancelado, se pregunta Albahari
El exilio, voluntario o forzoso, ha sido casi un lugar común en la literatura mundial de las últimas décadas. Sin ir más lejos, buena parte del boom y del post-boom se fundó sobre este hecho, y desde Rayuela a Los detectives salvajes, pasando por los cuentos de Benedetti, fueron muchos los esfuerzos por plasmar la vida de los latinoamericanos huidos de múltiples dictaduras, luchando por abrirse camino en Europa. En el caso de Albahari y de otros escritores de la antigua Yugoslavia –pienso, por ejemplo, en Dubravka Ugresic desde Ámsterdam, en Aleksandar Hemon desde Estados Unidos o en Igor Stiks desde Edimburgo– el hecho se agrava en tanto no solo tienen que adaptarse a un nuevo país, sino que el suyo de origen ha dejado de existir.
En qué se convierte un individuo cuando el presente es incierto y el camino de vuelta ha sido cancelado, es una pregunta común a casi todos los relatos de Albahari, a menudo protagonizados por un alter ego evidente: un escritor balcánico que tras la guerra se ha afincado en la civilizada, aburrida y gélida Calgary (Canadá). La religión, ya lo dijimos, es un signo identitario, pero en los primeros relatos de este libro aparece debilitado, a veces como una marca de la infancia –como la cicatriz de la circuncisión– que sin embargo no alcanza a iluminar el presente. Lo mismo sucede con el matrimonio y la familia, por lo común eficaces asideros a la realidad, pero que en estas historias poseen un toque desabrido. Algunas conversaciones de estas parejas se desenvuelven en el terreno de la sinceridad brutal, y eso habla tanto de la confianza de los cónyuges como de la fragilidad del vínculo que los une. El lector se los puede imaginar envejeciendo juntos o divorciándose a las primeras de cambio.
Hay un par de historias que giran en torno a escritores, tal vez otro modo de adscripción identitaria: la literatura como pasaporte
Bueno, está esa familia amplia que es la comunidad. Es decir, los expatriados como él, que pueden hacer piña y conservar los lazos con la cultura común: por ejemplo, enseñando la lengua serbia a los niños. Tampoco funciona del todo, en parte porque el otro yo de Albahari quiere abrirse al nuevo espacio, y pegarse a sus compatriotas no sería sino un obstáculo. En este sentido, los relatos en los que aparecen indios americanos son especialmente reveladores de lo que puede suceder cuando se encuentran un ex yugoslavo trasplantado a América y un indígena desposeído de su tierra. Eso que el traductor y prologuista Juan Cristóbal Díaz Beltrán define como una comunicación “de otredad a otredad”.
Hay un par de historias que giran en torno a escritores: uno, divertidísimo y cruel, sobre un tipo obsesionado con Thomas Bernhard, y otra, algo menos brillante, sobre Isaac Bashevis Singer. Me pregunto si en el fondo no son otro modo de adscripción identitaria: la literatura como pasaporte, la biblioteca como patria. Más misteriosa se antoja la frecuente recurrencia de Albahari a introducir sueños en sus narraciones, no sé si para abrir respiraderos, ventanas por las que evadirse o para formular emociones demasiado abstractas, escurridizas para el discurso lógico.
La conclusión que sugiere esta Canción muda es que el espacio vital del escritor es precisamente el mundo personal que crea en sus historias, estos cuentos que no rehúyen las contradicciones, pero tampoco dejan de aportar ironía y serenidad al dramático contexto sobre el que se fundan. Todo ello hace de Albahari un escritor para cuya próxima traducción al español no deberíamos esperar otros cinco años…

jueves, 4 de septiembre de 2014

Bailando con Ramón J. Soria: "Hoy mucha gente piensa que leer, cocinar y amar es un poco perder el tiempo, no saben que leer, cocinar y amar es la única forma que tenemos de ganarlo".

http://bailedelsol.org/index.php?option=com_booklibrary&task=view&id=649&Itemid=427&catid=116

 

 

Baile del Sol.- Los dientes del corazón es un libro de relatos en los que la cocina y la gastronomía son, junto con la pasión amorosa y vital, el nexo común, ¿de dónde viene tu interés por esta temática?

Ramón J. Soria.- Para mí son las fuentes de la vida y de lo mejor de nuestra civilización desde los griegos: comer, amar, sentir el tiempo. Hacerlo bien es hoy una cuestión de salud y de felicidad, no de moda. Hay miles de web de recetas, miles de libros de cocina pero hay muy, muy pocos, que utilicen la cocina para hablar de otras cosas importantes, el amor, la política, el futuro, la memoria. Me interesa la literatura en la que se habla de comida, en la que los personajes comen. Hay grandes novelas de cientos de páginas en la que los personajes no comen ni un mal puñado de almendras. Ahí detrás hay un escritor anoréxico o bulímico fijo.
Me gusta mucho cocinar y comer, me hace feliz al igual que leer o viajar, son las mejores formas de perder el tiempo que conozco.
BdS.- Sorprende además la amplia variedad de argumentos que aparecen en tus historias, desde la política hasta una enfermedad tan terrible como el Alzheimer.
 
RJS.- Claro, porque la cocina no es oasis ajeno al mundo. El tiempo de comer es, además, el mejor momento para conversar de lo divino y lo humano. Hasta los nutricionistas en la base de la nueva pirámide de los alimentos recomiendan eso, comer en compañía, nunca solos, como una práctica objetivamente saludable. El Alzheimer me interesa porque en muy pocos años va a convertirse en una verdadera epidemia. Mi próxima novela, como se apunta en alguno de los relatos de Los dientes del corazón va de un gran cocinero mediático y famoso al que le diagnostican esta enfermedad ¿cómo afrontar que lo vas a olvidar todo hasta convertirte en un cuerpo vacío? Me interesa mucho el tema de la memoria y la cocina porque los expertos en nutrición más optimistas pronostican que en una generación se habrá extinguido la dieta mediterránea en nuestro país. Habrá que luchar contra esto ¿no?
 
http://bailedelsol.org/index.php?option=com_content&view=article&id=615&itemid=426
BdS.- Cada relato esconde también una receta, pero esto no es un recetario de cocina, ¿con qué autores de la literatura gastronómica te sientes vinculado?
 
RJS.- Por supuesto, es obvio, estoy en deuda con Laura Esquivel, Manuel Vázquez Montalbán, Manuel Vicent, Josep Pla, Karen Blixen, Guo Yue, Bourdain, Dumas… todos tienen su homenaje más o menos disimulado en alguna receta. Hasta el Quijote esta lleno de receta y guisos, deduzco que el gran Don Miguel era de buen diente.
BdS- ¿Tienes algún relato favorito en este libro?
 
RJS.- Sin duda “Sopa de tierra” y “La España inhóspita”. Escribir es hacer ficción, fabular, inventar. Desde luego no es explicar con palabras más o menos acertadas y bellas lo que uno ha vivido y guarda en su memoria porque, salvo excepciones, la vida del escritor es infinitamente aburrida y sosa. Escribir lo que ha ocurrido sólo lo hacen los notarios y los forenses. Sin embargo muchas veces la realidad supera la ficción y la vida de algunas personas es una novela por escribir que, por desgracia para los lectores, nadie escribirá jamás. Pero en esos dos relatos, como algo excepcional, hay un 98% de verdad y memoria. No quería que se olvidase la historia de un hombre corriente que fue camillero en la batalla de Jarama, ni la de un tipo famoso como Luis G. Berlanga que me trató como a un rey sin conocerme de nada en un viaje hacia el sur.

BdS.- ¿Qué relación tiene la cocina con el erotismo?
 
RJS.- Toda, mi subjetiva experiencia amorosa, utilizando, por supuesto, la reducida muestra estadísticamente poco representativa de mi vida, es que a quien no le gusta comer bien, con glotonería y curiosidad, no le va a gustar amar bien, con similar curiosidad y hambre. Dime cómo comes y te diré cómo follas. Dejaremos a parte el tema de los míticos alimentos afrodisíacos, que no existen, pero es evidente que un guiso, cualquier guiso, cocinado con tino y buena mano y compartido con alguien que te gusta y al que le gusta comer va a ser muy afrodisíaco si no olvidas acompañar la comida con un buen vino y tiempo por delante.

BdS.- ¿Crees qué con la lectura de Los dientes del corazón se puede aprender a comer y a amar mejor?
 
Ese sería mi deseo. Como todas las artesanías, en los libros se aprende la teoría pero es en la práctica, junto al fuego y los cuerpos, donde se aprende de verdad a comer y a amar.
Hoy mucha gente piensa que leer, cocinar y amar es un poco perder el tiempo, no saben que leer, cocinar y amar es la única forma que tenemos de ganarlo.
 
 

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