Día 326. Alberto García-Teresa. Por donde pasa la poesía (2011)
BELGRADO
Para frosina y gordana stojkovska
Asomarme a tus ojos es oler el humo de tus heridas.
No es posible borrar cómo quebraron los juncos de tus dedos,
cómo supuró el aliento de tus gentes mientras el aire ardía.
Existen zanjas que no pueden ser cubiertas con cemento.
Existen trincheras que no desaparecen bajo las subvenciones internacionales.
Duerme el dolor entre las ruinas
pero resuena grave aún el motor de los generales.
Cada amanecer es una carrera hacia el útero.
Las manos, en vez de podar cerezos,
limar espátulas, mezclar colores, afinar guitarrras,
se deben dedicar a inyectar suero,
taponar hemorragias, vendar pesadillas.
La desesperación se acuesta en tus camas
bajo nevadas de confetti imperialista.
Son abismos las aguas
y se convierten en inalcanzables entonces las orillas.
No hay lugar seguro cuando el objetivo es la vida,
cuando se tienen que levantar decorados para engañar a los aviones,
cuando la calavera es el impulso que necesita la ruleta
para continuar ejecutando el relincho de sus pistones.
Se aloja la escarcha bajo las uñas.
Se aferra el insomnio a los pulmones.
Las flores se mantienen erguidas a pesar del miedo.
Las sonrisas se esfuerzan en ser esbozadas a borbotones
a pesar de las sirenas, a pesar de las carencias.
Pero en tus dientes tiembla el retumbar del suelo,
el desfile matutino hacia el cementerio.
Ningún inocente comprende su castigo
pues nadie merece que lluevan gajos de muerte,
que se mancillen las nubes con sus vuelos de alaridos;
que se atormente alguien lanzando piedras al cielo cuando anochece.
Siempre sufre el pueblo
el pestilente delirio de los escaños.
¿Por qué no quienes ordenan los bombardeos?
¿Por qué no caen misiles sobre sus mansiones,
sobre sus paraísos fiscales?
¿Por qué lo hacen sobre puentes,
carreteras, trenes, viviendas, hospitales?
¿Por qué temen que la felicidad y la paz se extiendan?
¿Por qué no trocar los engranajes
que necesitan al sufrimiento como lubricante?
Toma nuestras caderas, Belgrado,
y apóyate para caminar hacia el horizonte,
para crear una red de manos que protejan
el calor de la risa, el abrigo del abrazo
frente a quienes disponen de las personas
como impávidas piezas de ajedrez,
de un mosaico con forma de dólar.
Sigamos las aguas del Danubio, que escapan de fronteras,
que escuchan una decena de lenguas
y continúan su marcha generosas
para encontrar un hueco donde habitar entre las hogueras.
No olvides, Belgrado, no calles,
pero tampoco permitas que la muerte venza
y convierta tus escombros en vendavales.