Hablamos con el poeta Vicente Muñoz Álvarez por la publicación de su poemario Animales perdidos. Al escritor leonés le ha editado Baile del Sol, uniendo de esta manera Canarias con Castilla y Madrid. Es una obra nacida del dolor profundo que le causó una relación sentimental, y nos lo transmite con sinceridad este prolífico ensayista y novelista. Recurre esta vez a su voz poética, pero teniendo los otros estilos presentes. Filosofa a partir de la propia experiencia para explicarnos y transmitirnos cómo lo superó, pero también novela su trayectoria dándole incluso un toque estructural de teatro clásico en tres actos: Infierno, Purgatorio y Cielo.
Y Vicente, mientras recorrió ese largo y doloso sendero, miró a su alrededor y a sus semejantes. Leyendo sus versos, nos lo podemos imaginar sacando su libreta literaria o un folio después de hacer sus visitas profesionales a sus clientes. En esos escenarios, Vicente se nos muestra como un cronista de nuestro tiempo, ya que radiografía las circunstancias y realidades de millones de familias de este país llamado España o de cualquier otro.
¿Hasta qué punto, pasado el tiempo, aquel piso era jaula, y aquella casa de la pareja con la que se rompió un paraíso?
Son, sin duda, graduaciones subjetivas, porque objetivamente ni aquel piso era una jaula ni la otra casa un paraíso. Fue, eso sí, un cambio radical y brusco de vida, y la soledad, más que el piso al que me mudé, me hizo sentirme abatido y extraño. A partir de ahí, de esa premisa, el tono de los poemas de la primera parte del libro, Infierno, crítico, lacerante y oscuro. Hablamos, en cualquier caso, de poesía, y en la poesía, aunque sea realista y autobiográfica (como básicamente es la mía), todo son metáforas, reflejos de la realidad, y como tal hay que entenderla.
Dentro de tu dolor, desde el comienzo no perdiste la necesidad de levantarte. ¿Cómo son esos pasos primeros y las vacilaciones que acarrean?
Soy Aries, el niño que se cae y se levanta y sigue corriendo una y otra vez, y mi carácter es luchador por naturaleza. Es duro, después de una larga relación de pareja, enfrentarte solo a la vida y al mundo, te sientes aislado y extraño en todas partes y cuesta bastante, al menos a mí, cambiar de registro y volver a comenzar de nuevo. Pero poco a poco, con los pocos amigos verdaderos que a uno le quedan, que son los únicos que siguen a tu lado cuando alrededor todo se desmorona, y con la familia, que aunque suene tópico, siempre está ahí (al menos la mía), fui creándome un nuevo entorno y espacio, tanto interior como exterior, hasta encontrarme cómodo en él.
En el poema “Sujeto de experimentación”, el panorama que nos presentas es desolador. Parece cualquier telediario con su negatividad. ¿Qué propones frente a esos telediarios?
Por ejemplo, leer poesía. O escribirla, que es un modo de entender la realidad y el mundo que nos rodea. El poema que citas, efectivamente, como otros muchos del libro, refleja el panorama socioeconómico del momento presente, realmente desolador. De eso se trataba en esta primera parte del libro, de mostrar la crudeza del mundo y la sociedad en que vivimos, sin edulcorantes ni filtros éticos o políticos, descarnadamente y tal cual es.
Dedicas a David González “Gun crazy”. ¿Qué papel desempeñan los amigos y familiares a la hora de afrontar y superar el dolor del desamor?
En mi caso personal, un papel decisivo. Lo peor, sin duda, es sentirse solo entre la multitud y desubicado en la tierra, porque uno entonces comienza a perder la identidad y la perspectiva. Algo muy típico en estas sociedades capitalistas modernas, donde todo el mundo se mira sólo su propio ombligo. Son los amigos y la familia, si los tienes, los que te devuelven el norte y te ayudan a reanudar el camino. Sin ellos, desde luego, todo hubiera sido aún más difícil.
Abordas la soledad en nuestro tiempo en “Terminal sur”. Radiografías la realidad de una mujer. Ella es como tu espejo femenino en ese momento de tu vida. ¿Qué tenemos que aprender para alcanzar buenas relaciones sentimentales dadas las muchísimas rupturas de nuestro tiempo?
Supongo que a abrirnos más a los otros y no vivir encerrados en nuestra burbuja, empatizar con el prójimo, etc... Pero no es este, precisamente, un valor que se nos enseñe en la escuela, sino muy al contrario, la competitividad, la suspicacia y la duda, como método de defensa y de supervivencia... Como digo, todo muy sintomático de las sociedades consumistas en las que vivimos.
¿Consideras que sería valiosa una educación sentimental desde nuestra niñez y en las restantes etapas de nuestra vida?
Ya lo creo que sí, muy por encima de otras muchas estupideces que nos obligan en su defecto a aprender. Eso nos ahorraría, a la larga, muchos problemas de convivencia. Pero tal cual está planteado todo, la única manera de aprender parece ser de tus propias experiencias y errores.
¿Qué sentías al escuchar canciones como las de Nick Drake en aquella etapa del desamor?
Ufff... toda la desolación y tristeza que ya de por sí emana de ellas, unida a la mía propia, que en aquel momento me asfixiaba y partía por dentro... No le recomiendo a nadie escuchar a Nick Drake cuando está deprimido, pero me temo que todos (los que le conocemos) acudimos a él precisamente en esos momentos, no sé si buscando solaz y consuelo, o necesitados de sentir como propio su desarraigo y dolor... Todo ello lo describí en el poema que le dedico, Day is done (como una de sus canciones), que podría ser perfectamente la banda sonora de esa primera parte del libro.
En la primera parte del poemario, miras a las personas desvalidas, que sufren marginación. Miras a tu mundo cotidiano, y sufres con las personas con quienes compartes tu mundo profesional. También pones el dedo en la llaga cuando hablas de la hoguera de las vanidades de la literatura. ¿Cómo se producen esos fenómenos de exclusión, de no tener en cuenta las dificultades de quienes luchan a diario para sacar sus vidas adelante y quiénes los promueven?
Son, como ya antes señalé, sintomáticos de esta sociedad competitiva y decadente, deshumanizada y cruel, que hemos heredado del capitalismo y la sociedad del consumo. Me parte el alma observar a este tipo de individuos, perdidos entre la multitud, casi transparentes, ahogándose en su dolor... Por eso los he descrito en varios poemas del libro, porque me parecen metáforas perfectas de animales perdidos, y como tal les retraté, a partir de experiencias y anécdotas de mi vida personal.
¿Qué pilares y esperanza propones para superar la crisis o innombrable?
La fe en uno mismo y en la humanidad, no únicamente en el euro y el dólar, que es lo que está pudriendo este mundo.
¿Qué has aprendido de no pronunciar ciertas palabras para que no se conviertan en realidad?
Que las palabras, como afirmo en el poema Carnívoras, son semillas que germinan en nuestro subconsciente hasta llegar a hacerse realidad. Siempre he pensado en ello, en la fuerza evocadora de las palabras e ideas, tanto la positiva como la negativa... Nuestro mundo es una representación subjetiva de la realidad, nosotros la creamos, la interpretamos de diferentes maneras según el punto de vista a través del cual la miremos, y estoy convencido de que las palabras, como manifestación de una idea, pueden alterar esa realidad. Recuerdo que tuve esta conversación con el poeta David González hace ya mucho tiempo en un largo viaje que hicimos en coche juntos, y desde entonces he tenido muy en cuenta todo ello, hasta el punto de transcribirlo en ese poema, casi a modo de mantra y exorcismo...
¿Por qué el amor es salvación en pleno naufragio personal y global?
Porque te hace recuperar la fe en el prójimo y la autoestima, compartirte y desdoblarte y dar sentido a lo que te rodea. Al menos en mi caso fue así, pero no puedo generalizar.
En la segunda parte del poemario, Purgatorio, ¿por qué elegiste no titular la serie de poemas que la conforman? Parece como si fuera un poema continuo o único toda ella.
Quise que esa parte del libro fuera como imagino que puede ser (metafóricamente hablando) el Purgatorio: una fase de transición, aséptica, borrosa, rutinaria, monótona y de introspección... De ahí que cambie el tono narrativo y realista de la primera parte, Infierno, por uno más simbolista, menos doloroso, como de convalecencia, vago, vaporoso y confuso. Por eso los poemas, efectivamente, no llevan título, son como una especie de eco de mi voz interior en una etapa de concienciación y de búsqueda.
Frente al conformismo y el daño que causa y percibes en la sociedad hoy, ¿qué otras señales y comportamientos auténticos aprecias que hay para erradicarlo?
En mi caso, obviamente, la denuncia mediante la escritura. En el de otros, las manifestaciones y reivindicaciones públicas, por ejemplo, o simplemente la empatía con el prójimo y el acercamiento a los demás. Mi manera de hacerlo es mediante la poesía o la prosa, que también va dirigida a terceros y es otra manera de solidarizarse contra las injusticias del mundo.
¿Cómo son esas primeras sensaciones continuas de luz y de sentir el paraíso en esta vida?
Como volver a nacer de nuevo, como ver otra vez después de una larga ceguera, como notar la sangre estancada fluir en las venas, el corazón latir nuevamente en el pecho, las nubes disiparse de pronto, el sol brillar en lo alto, etc...
¿Qué te llamó la atención de ella, desde la primera impresión a los momentos posteriores de aquel primer encuentro?
Cómo empatizamos inmediatamente nada más conocernos, como si nos hubiéramos estado buscando siempre y ya nunca nos fuéramos a separar... Y de momento, afortunadamente, así ha sido. A ella está dedicada al completo la tercera parte del libro, que cierra el viaje que propone Animales perdidos.
Sobre qué te gustaría hablar que no hayamos hablado.
Creo que hemos hablado ya largo y tendido de casi todo, pero aunque hemos insistido mucho en el tema del amor como cura y catarsis, no lo hemos hecho tanto en el acto de la escritura, que en mi caso es una manera de ahuyentar fantasmas y miedos y de conocerme mejor a mí mismo. Este libro, más que ningún otro que he publicado, es una búsqueda personal mediante la escritura, una manera de ser y estar en la tierra, y de integrarme a través de ella en mi entorno. Hay muchos poemas que abordan este tema, para mí más que esencial, el del acto de la creación y la escritura, y su poder terapéutico y revelador.